Palacio Ichijou. [Narcys]

Vio cómo le tendía suavemente la mano y se sintió temblar. Aunque sabía que no le causaría un mal físico muy grave, le preocupaba no poder volver a exponerse a la luz solar, pues realmente amaba aquella luz. De todos modos, aunque las cosas no fueran como él deseaba, esperaba no entristecerse ni entristecer a Takuma... le bastaba con poder permanecer a su lado...
Salió, tímidamente, aferrándose a la mano de Takuma y se quedó quieto, sintiendo el suave frescos del jardín y suspirando... dándose cuenta, horrorizado, de que no podía mantener los ojos abiertos... le picaba y le escocía... además, lo veía todo blanco, como si no pudiese distinguir figuras a causa de la luz. Hundió la cabeza en el pecho de Takuma, asustado.
-El sol... el sol me ciega... no... no puedo ver bien... Y la piel... -suspiró y le mostró los brazos desnudos, donde habían empezando a salir rojeces- Takuma, creo que deberíamos volver adentro.

Había tomado su mano para sacarlo afuera, mas imprecionado, observó como el joven no podía abrir los ojos y su piel comenzaba a dañarse.
Rápidamente lo tomó en brazos delicadamente como solía hacer y entraron de nuevo, bajo el techo en donde ya nada malo podía ocurrirle. Se sentó en un sofá de esa misma sala de estar, sosteniendo al joven sobre su cuerpo, y recostándolo contra su pecho.
-Narcys, ¿Continúa doliendo? Ya no estamos bajo el sol, ¿Puedes ver todo ahora?
Le preguntaba, preocupado. De inmediato se sintió mal, culpable, con el cargo de consciencia por haberlo hecho salir afuera. No le importaba nada más que su estado actual, y estaba más que aterrado por si algo grave le había sucedido.

Con los ojos fuertemente cerrados, sólo pudo aferrarse al cuello de Takuma, temblando levemente, sintiendo como toda su piel parecía arder. Permaneció quieto, tendido sobre el cuerpo de su ángel, temblando todavía.
-Sí... Me... me duele mucho la piel, Takuma. Pero los ojos... ¿podrías cubrir las ventanas, por favor? Puedo verte... pero un poco borroso...
Se miró la piel, que estaba enrojecida y le habían salido unas manchas extrañas... como heridas. Suspiró y se acurrucó, asustado, contra su amado ángel.
-No me pasará nada, ¿verdad?

Santo cielo... Estaba tan preocupado y angustiado, y sabía que todo era su culpa, por su torpeza y descuido.
Dejó al muchachito sobre el sofá y de inmediato cerró las ventanas y las puertas, dejando la habitación completamente a oscuras, podiendo verlo todo gracias a sus ojos que se habían tornado a un hermoso carmesí, para poder ver mejor en la penumbra.
Nuevamente, regresó donde su amado y volvió a tomarlo en brazos y recostarlo encima suyo, abrazándolo, mas con cuidado de no tocar aquellas partes afectadas por el sol. Tenía miedo, debía admitirlo. Miedo de que le doliera mucho, o de que algo peor le ocurriera.
-N-No... Narcys, no te pasará nada, pero yo.. Yo no se como curar ésto, no tengo i-idea de cómo aliviar el ardor..
Confesó, en tenues susurros entrecortados. Se le rompía el corazón con tan solo imaginar lo que el jovencito podría estar sintiendo, y el terror recorría todo su cuerpo. No sabía qué hacer para ayudarlo, y eso era terriblemente frustrante.

Le miró, con los ojos llorosos, asustado. ¿Cómo podía ser que Takuma no pudiese curarlo? ¿Cómo podía ser que ni siquiera su amado ángel fuese capaz de hallar una solución a aquel terrible ardor? Comprendió que Takuma no lo podía todo, pero el simple hecho de que estuviese allí a su lado, tratando de ayudarle, ya contribuía a que se sintiese un poco mejor.
Se quedó muy quieto, sintiendo que la piel le ardía como si se la hubiesen quemado con fuego y después resopló, notando que el dolor no remitía, pero que se volvía soportable.
-¿Podrías traer un poco de agua fría? Siento que me arde la piel... y me gustaría... refrescarla... no sé si eso ayudará... pero no puedo aguantarlo...
Ahora, en la penumbra, podía volver a abrir los ojos y distinguía a Takuma... aunque seguía viendo borroso, era incapaz de distinguir correctamente las formas.
-Te... tengo miedo, Takuma...

El noble no podía entenderlo. No podía entender lo que había ocurrido. ¿Cómo era posible que tan pocos segundos al sol le hubieran hecho tanto daño? ...Se odiaba, se despreciaba con toda su alma por haber hecho quedar a su amado en ese estado, y por no conocer la cura para aquello.
-¿N-No sería mejor que... te dieras un.. un baño en agua fría?
Le preguntó, intentando no mostrarse tan asustado como estaba. Sintió su corazón latir, definitivamente podía oír esos latidos que corrían a una velocidad desmesurada, temeroso, aterrorizado.
Seguía abrazándolo, esperando una rápida respuesta por parte suya. No quiso responder a sus últimas palabras, pues creía que si se mostraba asustado, el menor se sentiría peor.

Aquella seguridad y falta de miedo, al menos intento de ocultarlo, por parte de Takuma le tranquilizaron un poco... hubiera sido terrible que su ángel cediese al pánico como estaba haciendo él.
Le echó los brazos al cuello y asintió.
-Sí... sería una solución... ¿Me... me llevas al baño?
Cerró los ojos, pestañeó varias veces y, al fin, consiguió ver un poco más claro.
-¿Tienes crema para quemaduras? Supongo que eso también podría servir...
Después se quedó quieto, inmóvil, porque cada roce de su piel con la ropa o con Takuma era un suplicio. Los ojos acabaron por llenársele de lágrimas, no de dolor, sino de rabia e impotencia.
-Lo siento, Takuma... Siento ser una carga...

Se contenía para no romper a llorar como el sentimental niñito llorón que a veces le daba por ser. Era algo realmente frustrante, pero de todas maneras, intentaría hacer todo lo posible por aliviar aquel dolor.
Lo sostubo con firmesa, y de nuevo se levantó, dirigiéndose directamente a las escaleras, para luego subir por éstas con cuidado.
-Creo que... si, me parece que hay una en el baño, en algún lugar.
Le respondió, en voz baja, llegando hasta la planta alta. Inmediatamente caminó hasta su habitación y la abrió, entrando y dejando al menor recostado sobre la cama. Se arremangó la camisa y entró en el baño, rápida y ágilmente abriendo la bañera para que ésta se llenara, mas esta vez, solo girando el grifo de agua fría.
Regresó a la cama, sintiendo como sus rodillas temblaban levemente, sin poder evitar asustarse más al ver la piel del menor.
-Na-Narcys.. ¿Te molesta si quito tu ropa?
Le cuestionó, sentándose a su lado y comenzando a desabotonar lenta y muy delicadamente su camisa, para que no rozara tanto con la piel lastimada.

Se contuvo para no gemir ni proferir un sólo quejido en el trayecto hasta el baño. Takuma parecía ya verdaderamente preocupado y asustado, y él no deseaba, de ningún modo, causarle una mayor preocupación.
Suspiró al ver que abría la bañera y comenzaba a salir el agua fría... suponía que se llenaría en poco tiempo, o al menos eso esperaba creer. Sencillamente se quedó sentado sobre la cama, temblando, tratando de no moverse para no empeorar lo que le dolía aquello.
-No... no pasa nada... Quítamela... No hay ningún problema...
Suspiró, y como pudo, levantó la cabeza y besó suavemente a Takuma, aunque la piel del rostro también se le había quemado y tenía los labios cuarteados y sangrantes.
-No... no tienes la culpa de esto, Takuma. No quiero que pienses eso... y sé que se te habrá ocurrido, pero no tienes la culpa. Esto es... pasajero, supongo. Podríamos ir a ver a un médico... a lo mejor existen cremas para protegerse del sol... y podría ponerme lentes oscuras, ¿no?

Impasiente le quitó la camisa, inmutado ante aquel sutil beso, pasando a despojarlo de sus pantalones con el mayor cuidado posible.
Terminó luego de sacarle toda la ropa, y temiendo lastimarlo, lo llevó en brazos hasta la bañera, sentandose al borde de ésta e introduciendo aquel pequeño cuerpo dentro del agua, lentamente para que se acostumbrara a aquella temperatura.
No podía imaginarse lo tortuoso que debía resultarle eso al jovencito, y odiaba saber que solo podía consolarlo con palabras.
-Lo se, pero... Habrá que esperar hasta la noche para poder ir al doctor.. Y mientras tanto yo.. te cuidaré.
Susurró dolido, casi para si mismo. Apenas era el medio día, y mientras tanto, solo podía ayudarlo con algunas cremas y el agua fría.
-Dime... Dime si duele, Narcys.. Hazme saber si quieres salir de allí.
Le dijo, apenas con un hilo de voz. Se lo quedó mirando, decidiendo no responderle a sus demás palabras. Sentía un nudo en la garganta, y le costaba pronunciar cualquier cosa, pues el sufrimiento de su amado, era el suyo propio.

El agua fría le causó un profundo escalofrío pero, de algún modo, actuaba como analgésico. Por una parte, enfriaba su piel y, por otra, reducía su sensibilidad, así que no notaba tanto el dolor. Se hundió en el agua hasta el cuello y suspiró, temblando.
-Por favor, derrama un poco de agua en mi cara... No... no puedo hacerlo... Me duele mucho la piel de las manos...
Se quedó quieto, intentando que el dolor disminuyese, notando que era mucho más soportable dentro del agua fría, aunque odiaba las quemaduras... nunca las había tenido en tal grado y, aunque no se había quedado sin piel ni nada así, todo su cuerpo ardía.
-Sé que me cuidarás... Me siento a salvo contigo. De hecho, si tú no me hubieses ayudado a regresar adentro... ahora me dolería mucho más...
No quiso decirle si le dolía o no, porque no deseaba que Takuma sufriese... prefería que él pensase que podía soportarlo, aunque de vez en cuando se le escapaba algún quejido.

Tal como el menor se lo pedía, derramaba de vez en cuando un poco de esa agua tan fría sobre su delicado rostro. Simplemente no pudo decir nada, pues sentía que si abría la boca se echaría a llorar. Por más que deseaba contener aquella tristeza que le inundaba el alma, presentía que definitivamente en algún momento cercano las lágrimas optarían por escapar de sus orbes esmeralda.
Quería besarlo, mas no podía porque seguramente eso le dolería, y mucho menos iba a animarse a abrazarlo, a pesar de que su alma se lo pidiera con todas sus fuerzas.
-..Narcys... No dejaré que.. te ocurra na..nada..
Masculló, entre dientes. Sentía tanta rabia al decir aquello, ya que había dejado que se dañase así, y sin poder hacer nada para evitarlo.

Le sonrió como pudo, aunque, al hacerlo, se le abrieron las pequeñas heridas de la sequedad en los labios y sangró ligeramente. Avergonzado por el deplorable aspecto que debía presentar, bajó la mirada.
-No... no me mires... Debo estar horrible... Yo quiero ser hermoso para ti, Takuma. Lo sieno mucho...
Levantó un poco la mano izquierda y, apretando los dientes, rozó la mano de Takuma, como diciéndole que le agradecía todo aquello que estaba haciendo por él y que le quería, que deseaba un contacto físico, aunque este evidentemente no pudiera producirse.
-No... no te entristezcas... Seguro que con la crema del doctor, todo mejorará... En... en lugar de ir a la consulta, ¿podríamos llamarlo? Hay doctores que atienden a domicilio... y así vendría antes de la noche

En silencio, continuó echandole agua en el rostro, por momentos sonriéndole levemente, para esconder tras esa sonrisa toda la desesperante angustia que sentía.
-Tu siempre eres hermoso, Narcys..
Susurró, acariciando suavemente su cabello con una mano, pues ese era el único lugar que parecía no estar afectado. Luego, se acercó a él y, con delicadeza, lamió sus labios y observó como los pequeños cortes sangrantes cerraban. Podía curar así cualquiera abertura de piel, como cortes y raspones, pero las quemaduras ya no estaban a su alcanse.
-Cuando terminemos aquí te daré un poco de crema que tengo allí para quemaduras, y luego llamaré al doctor. Pero ahora solo aseguremonos de aliviar un poco el dolor, ¿Si?
Todo muy despacio y susurrante decía, con cariño, mas aún entristecido. Tan solo habría que esperar, y se suponía que eso sanaría.

Se sintió aliviado cuando Takuma curó de aquella manera tan delicada las heridas de sus labios, además de que aquel beso se le antojó ciertamente agradable. Como pudo, se puso de pie en la bañera, pensando en cómo podría secarse.
-Ta... Takuma... ¿podrías secarme tú? Es que no me veo capaz...
Suspiró, señalándole la toalla. Sabía que iba a dolerle como si le arrancasen la piel, por lo que no estaba seguro de ser lo bastante valiente para hacerlo él mismo y prefería que Takuma le ayudase.
-De acuerdo. Creo que la crema me aliviará mucho.
Trató de esbozar una sonrisa y se sacudió un poco, para que su ángel le secase y le echase la crema.

Con todas sus fuerzas, intentaba no mostrarse débil o triste ante el muchacho. Después de todo, ¿Cómo podría tranquilizarlo, si el mismo demostraba que había perdido el control de la situación? Era obvio que, si bien no deseaba aparentar algo que no era, debía intentar permanecer en calma.
-S-Si... Claro, pero dime si te hago doler.
Tartamudeó, sin poder ocultar muy bien su nerviosismo. Tomó una toalla limpia, y sin preocuparse por mojar su ropa, lo tomó de nuevo en brazos y se sentó en un banco cerca del lavamanos, sosteniendo al menor sobre su regaso.
-¿Tienes dificultad por mantenerte en pie?
Le preguntó en voz baja, comenzando a secar su cabello con delicadeza, y luego pasando a secar sus hombros con muchísimo cuidado.

Trató de sonreírle, en parte para agradecerle lo que estaba haciendo por él y en parte porque quería tranquilizarle, mostrarle que podía soportar tranquilamente aquello, aunque en el fondo no fuese del todo cierto.
-Ah... te lo diré, sí... Pero... pero no debes preocuparte... es imposible que no me duela y, si no me echas la crema, luego me dolerá más... así que prefiero soportar ahora algo de dolor y sentirme bien luego...
Ensanchó un poco su sonrisa y cerró los ojos, mordiéndose los labios al notar la toalla sobre los hombros.
-Si... sigue... Estás siendo muy suave... No me duele mucho, tranquilo... Pre... preferiría quedarme en tu regazo; me siento un poco débil

Solamente asintió con la cabeza, dejando que aquel flequillo dorado medio tapara sus ojos esmeralda. No podía evitarlo, no lograba dejar de sentirse culpable, a pesar de oír las palabras de su pequeño. Si no hubiera sido por su egoísmo, ahora eso no estaría ocurriendo.
-Claro... Quedate aquí, yo... yo prometo intentar hacer lo mejor para curarte..
Murmuró, casi como si fuera para si mismo.
Continuaba secándolo cuidadosamente, cuando una idea apareció en su cerebro. Recordaba que a veces su abuela le dictaba "recetas" para aliviar algún dolor, a pesar de que no fuera muy útil en los vampiros, que se suponía vagaban en la noche.
-Narcys.. Me han dicho que... que si te pones salsa de tomate sobre la piel, las quemaduras dejarán de arder. ¿Crees que sea cierto?
Le informó, volviendo a sonreir, rogando que aquella fuese una posibilidad para aliviar ese dolor que parecía tan infernal.

Le escuchó, sonriendo con dificultad, sabiendo que, s bien él sufría dolor físico, Takuma se estaba sintiendo muy mal interiormente... le dolía que su ángel se sintiese culpable, cuando no había sido la causa de nada.
-Escúchame, Takuma... Tú... tú no tienes la culpa, ¿de acuerdo? Yo deseaba salir al sol igual que tú deseabas que saliese... pero tú lo deseabas por verme feliz... No debes sentirte culpable, de ninguna manera. Además, sé que me cuidarás muy bien... siempre me cuidas muy bien...
Se rió al escuchar lo de la salsa de tomate... sí, aquellos remedios solían funcionar, y él lo había comprobado.
-Ah... sí... Mi madre la utilizaba cuando yo era niño y me quemaba en las playas de Francia... siempre he tenido la piel bastante sensible... Quizá ahora también funcione.

Sus primeras palabras ya eran esperadas, pues sabía cuánto el pequeño deseaba que no se sintiera mal. Solo asintió con la cabeza, dándole la razón para no replicarle nada.
Poco después, logró animarse un poco. Le hacía feliz saber que posiblemente ese remedio casero funcionara, a pesar de que tendrían que soportar el asqueroso hedor de la salsa de tomate.
-Entonces, cuando termine de secarte podemos intentarlo, y si no funciona, allí tenemos la crema.
Le dijo entusiasta, secándo ahora su espalda, y posteriormente, terminando con sus hermosas y delicadas piernas.
-Lo único malo será que tendremos que soportar el aroma a tomate, pero todo sea por aliviar ese dolor, mi príncipe..
Comentó, riendo por lo bajo.

Asintió, dándole la razón. Era fantástico que tuvieran varias opciones y que, si ninguna de ellas funcionaba, existiesen muchos más remedios que el médico pudiese recetarle. Por lo menos tenía la seguridad de que aquel dolor iba a desaparecer... de un modo u otro, iba a desaparecer.
-Seguro que no soy el único vampiro con un problema así... tienen que haber creado lociones y cremas para los seres como yo, ¿no crees?
También se rio con lo del tomate, aunque le costó, porque sentía un inmenso dolor en la piel de las extremidades y cara roce de la toalla se revelaba un suplicio.
-Ah, pero contigo al lado podré soportarlo... Y siempre puedo cubrirme la nariz, ¿no?

Al terminar de secarlo, dejó la toalla a un lado y de nuevo se levantó, quitándose antes agilmente su camisa humedecida por el agua de la bañera. Lo alzó de nuevo con sus largos y fríos brazos, y caminó hasta recostar a su amado en la cama.
-Iré a pedirle a las sirvientas que preparen la salsa, ¿O quieres venir conmigo?
Le preguntó observandolo filamente. No quería dejarlo solo, pues temía que cualquier cosa desafortunada le ocurriera, pero tampoco deseaba acarrearlo a todas partes porque no deseaba que se sintiera peor. Mejor dejaría que él decidiera lo que quería que hiciera.
Se quedó allí parado, junto a la puerta esperando una respuesta de parte del menor.

Suspiró de alivia al sentirse en la cama, con la piel fresca y limpia. Todavía le dolía, pero ahora resultaba mucho más soportable.
-Ve tú, por favor... Si me quedo quieto y nada me roza, no me dolerá tanto...
Le vio desaparecer en la puerta y cerró los ojos, gimiendo de dolor, permitiéndose ahora expresar lo que estaba sintiendo, pero al mismo tiempo tranquilo, porque sabía que Takuma le ayudaría y que haría lo posible por curarle, cosa que ya le tranquilizaba bastante. Realmente, le tranquilizaba más que que se presentasen allí cien médicos dispuestos a curarle.
Aguardó, totalmente inmóvil y con los ojos entreabiertos, el regreso de su ángel.

Bajó con rapidez las escaleras y como un torpedo corrió a la cocina, donde entró sin previo aviso y se encontró con las señoritas sentadas, sin nada mejor que hacer pues el lugar estaba completamente limpio y ordenado. Ignorando ésto, anunció en voz alta desde la puerta, sin querer ser grosero, pero un tanto exaltado.
-¡Porfavor!, hagan muchísima salsa de tomate para cubrir a una persona, ¡Rápido!
Exclamó, y sin más se retiró con igual velocidad del lugar, sin llegar a ver aquellas expresiones dubitativas e interesadas que ponían las jóvenes.
De nuevo corrió al cuarto, y entró respirando por la boca, pues se había apurado demasiado.
-Ya... Ya lo están preparando.. ¿Te sientes... bien?
Dijo al pequeño, posando su mano en el estómago, respirando pausadamente.

Escuchó cómo subía a la carrera las escaleras, y le vio llegar completamente agobiado y jadeante. Le sonrió dulcemente, apretando muy fuerte las uñas contra la palma de las manos para ahogar el dolor.
-No... no corras de esa forma, Takuma... Te sentirás mal...
Empleó un leve tono reprobador con el que demostraba su preocupación y trataba de restar importancia a su propia situación. Después cerró sus ojos oscuros y suspiró, un poco más tranquilo al estar su ángel en la misma habitación.
-Mira, ya traen lo que has pedido...
Murmuró, señalando con dificultad a una sirvienta que se había parado en la entrada a la habitación, con una expresión de sorpresa.