Palacio Ichijou. [Narcys]

Comenzaba a comprender el comportamiento de su nuevo dueño y, con cada palabra de Takuma, las esperanzas de Narcys de llevar una vida mejor se hacían a cada punto más grandes, hasta que se dio cuenta de que no eran simples esperanzas, sino ya certezas. Correspondió a la sonrisa de su amo con otra, muy sincera y amable.
-Me... me gustan las cosas que dices. Yo jamás había pensado que... que un vampiro podría tratarme así, y tampoco había creído que volvería a sonreír de nuevo, al menos mientras estuviese en esta isla.
Lo dijo con sinceridad. En el fondo, le daba algo de pena que Takuma fuese una verdadera excepción a la regla... quizá se sintiese un poco al margen, disconforme con la sociedad en la que vivía.
Le escuchó decir aquellas últimas palabras, en el suave susurro, y sufrió un estremecimiento, pero no de dolor ni nada semejante, sino de nerviosismo y alegría. ¿Educado? ¿Bello? ¿Acaso podía gustarle aún con aquellos tartamudeos y palabras estúpidas, con su escasa conversación? ¿Acaso podía encontrar bello su cuerpo flaco y marcado?
Narcys sintió ensanchó su sonrisa y, dándose cuenta de que llevaba ya mucho tiempo en la bañera, se irguió.
-¿Me acercas la toalla, por favor?

-Eso sería muy triste, realmente. Un joven que no sonríe, no está viviendo de verdad.
Se limitó a mencionar, pues esa era su opinión. ¿Qué era una vida sin almenos una trivial alegría?. Entonces, escuchó sus demás palabras
-Ah, las toallas.. Cierto.
Susurró, levantandose distraído de su asiento, y tomando dos toallas de uno de los estantes. Se acercó donde el pequeño y con simpatía dejó una sobre su cabeza, mientras que otra la extendía al lado de la bañera.
-Iré a traer tu ropa, ha quedado en la otra habitación.
Le dijo, y sin más se retiró antes de que Narcys saliera de dentro del agua, y por tanto, aún sin poder ver sus marcas.
En el camino por el pasillo, dejó de contenerse y sus mejillas enrojecieron inmediatamente, culpando a su consiencia por las, según él, tonterías que había dicho con anterioridad.
"¿Cómo no ser amable con un joven tan educado y bello?".. Pensaba que tal vez eso haría molestar al muchacho, o que lo habría hecho sentir incómodo, a pesar de que hubieran sido sinceras palabras.

Sonrió otra vez cuando su amo dejó la toalla sobre su cabeza y, aprovechando que se había marchado de la habitación, salió de la bañera y empezó a secarse, frotándose el pelo para quitarse toda la humedad. Después, esperó pacientemente a que Takuma le trajese la ropa, que amablemente había ido a buscar a otra habitación. Cada vez estaba más contento con su nuevo dueño y con aquellas atenciones que le prodigaba.
Las ropas eran preciosas, a juicio de Narcys. Elegantes, de buena calidad, pero muy cómodas... el muchacho acarició la tela suavemente antes de levantar la mirada y, temiendo ser ya un poco pesado, repitió:
-Muchas gracias, Takuma.
Acabó de frotarse el cuerpo con la toalla y, por un momento, pensó en pedirle a su dueño que saliese del baño para vestirse de nuevo, pero después se sintió mal ante semejante idea. Takuma era, al fin y al cabo, su amo, y Narcys creía que debía acostumbrarse a que el vampiro lo contemplase como quisiese y donde quisiese, por mucho que le tratase de excelente manera y fuese muy dulce con él. Además, sentía que no podía ocultarle más su cuerpo... era como mentirle, como sostener un engaño, lo que era moralmente imperdonable después de aquel humano trato.
Inspiró hondo y, con la vista clavada en el suelo, dejó caer la toalla a un lado, suspirando, sin mirar a Takuma. Instintivamente, alargó la mano para tomar una prenda de ropa y comenzar a vestirse, aunque no lo haría hasta que su amo se lo indicase.

Ya habiendole llevado el ropaje, su mirada inevitablemente se quedó enfocada en el pecho del joven, al no tener ya la toalla.
Observó las heridas, mudo, y un silencio sepulcral invadió el lugar. Estaba serio, y sentía la angustia rebosar en su ser tan solo con imaginarse la manera en que habían maltratado al menor. Era terrorífico intentar pensar los azotes y los castigos que estaban grabados en aquel precioso cuerpo.
Simplemente, un único y silencioso suspiro se escapó de entre sus labios, y alzó la mirada para observar con sus orbes esmeralda los del joven en frente suyo.
-No puedo siquiera tener una idea de lo que te han hecho, y me siento culpable de ya no poder hacer nada.
Confesó, abatido, viendo como terminaba de vestirse. Tenía la necesidad de decir esas palabras, simplemente se escapaban de entre sus labios de manera involuntaria.
-Pero.. Déjame prometerte que eso jamás te ocurrirá de nuevo, ¿Está bien?..
Al decir aquello, esbozó una sonrisa más que sincera, para posteriormente darse la media vuelta y salir del baño, poniendo una mano en el bolsillo, y finalmente, sentandose al pié de su cama. Él, en verdad era un vampiro demasiado sentimental, pero siempre intentaba ocultar detrás de aquella sonrisa el dolor que en verdad sentía.

Vio la expresión de Takuma, alzando apenas el rostro, tan nervioso que casi no podía respirar. Aquel silencio sepulcral le angustió un poco... ¿qué diría ahora su amo? ¿Le despreciaría por aquellas cicatrices? ¿Le devolvería al mercado y gastaría su dinero en un muchacho cuya piel aún no hubiese sido mancillada? Narcys se avergonzó de que se le ocurriesen siquiera semejantes cosas... Takuma no haría eso, era completamente imposible. Pero Narcys se entristecía de no poder ofrecerle algo mejor.
Le escuchó decir aquellas palabras y sintió que el corazón se le aceleraba... Takuma parecía afectado, pero no molesto ni enfadado con él, ni siquiera decepcionado, que era lo que más preocupaba a Narcys. Por nada del mundo hubiera querido decepcionar a su amo.
Acabó de vestirse en silencio... se abrochó los botones de la camisa y después, frente al espejo, se arregló un poco el pelo. Takuma había abandonado el cuarto ya, de modo que Narcys no pudo contestarle todavía a aquella última intervención, en la que le aseguraba que jamás iba a sufrir aquellos maltratos de nuevo. Y él le creía, porque necesitaba creerle y porque, a su modo de ver, Takuma no parecía dispuesto a engañarlo.
Abandonó el cuarto de baño, al fin limpio y relajado tras el baño. Encontró a su amo sentado al pie de la cama, aparentemente esperándole, y vio que sonreía, aunque tenía los ojos tristes. Narcys suspiró... le enternecía tanto que Takuma tuviese aquellos sentimientos y fuese tan bueno y comprensivo que le dolía haberle entristecido. Se acercó lentamente y, como no se atrevía a sentarse a su lado en la cama, se arrodilló junto a él en el suelo, con la cabeza en sus rodillas.
-Ti... tienes los ojos tristes... No quiero ser causante de que te sientas triste, Takuma. Yo... yo sólo quiero que tú no... que tú no me desprecies por estas marcas, aunque mi cuerpo no sea digno de ti... Y... y yo me siento tan... tan protegido, tan seguro cuando tú... tú te acercas, que... que no tienes que entristecerte por lo que me hicieron... Quizá incluso... ellos... quizá incluso lo mereciese... si no, no me hubiesen castigado así... Lo he pensado muchas veces, ¿sabes? Y por eso me siento... me siento culpable de que tú no... de no ser lo bastante bueno para ti. Pero tú sí que eres maravilloso para mí, Takuma, y yo... yo estoy muy contento de que seas mi dueño.

Lo vió sentarse a su lado, y tan solo continuó sonriendo, intentado discimular su acongojo.
Se sentía extraño al ver al muchacho arrodillarse allí abajo, así que él también lo hizo. Se sentó a su lado, extendiendo las piernas y respaldándose con el borde de la cama.
Oyó sus palabras, un tanto agraciado por lo tierno que el joven se veía ahora, con el cabello aún húmedo y esas hermosas prendas.
-No eres tu el causante, Narcys. Me siento mal al saber que somos una escoria, todos nosotros los vampiros. No creo posible poder abusar de seres como tú, pequeños y frágiles jóvenes que, para colmo, fueron arrancados de sus hogares. Somos mounstruos, nada más que animales que intentan mostrarse superiores.
Decía todo en un suave y poco audible susurro, poniendose las manos tras la nuca, y mirandolo con una muy pequeña sonrisa.
-Y.. tan solo no entiendo porqué dices no ser digno de mi. Simplemente, no lo comprendo, tu eres perfecto así como estás.
Le dijo, para luego inclinarse un poco hacia el cuerpo del jovencito, y besar su cabeza con ternura.
-Nunca mereciste lo que te hicieron, y no me podrás convencer.

Todo su ser se estremecía al escucharle. Takuma le hacía sentir cosas que jamás había creído posibles, tan sólo con sus palabras, tan sólo con el sonido de su voz. Aquella voz tan suave, tan amable, tan... tenía que reconocerlo, tan extraordinariamente hermosa. Y lo que le decía era algo nuevo, que Narcys no había imaginado poder escuchar.
Se puso un poco nervioso cuando su amo se sentó a su lado; en cierto modo, estar tan cerca de Takuma también le causaba sensaciones complejas y hermosas... sensaciones que no podía describir ni explicarse, porque nunca antes se había encontrado así.
-Pero... pero tú eres diferente, Takuma. Tú no eres un monstruo... tú eres amable, generoso, compasivo... tú...
No supo seguir. Había dicho un montón de cosas que habían surgido de su corazón, casi sin pensarlas, y ahora le costaba continuar.
-Lo... lo digo por... porque no tienes más que mirarme, Takuma. Soy tan... tan feo, tan poco agradable, tan estúpido quizá... tú... tú eres muy hermoso y amable, tú eres como... como algo divino, ¿entiendes? -Se avergonzó mucho de decir eso, pero lo sentía así y no tenía otra forma de expresarlo-. Y... y te has fijado en mí... tan imperfecto... tan poco merecedor de nada...

Se calló al sentir el tacto de los labios de su amo sobre su cabeza, muy sonrojado ante aquella muestra de afecto. Le hubiera gustado abrazarle, pero no sabía cómo pedírselo y, de tan maravilloso que le parecía, tampoco se atrevía a tocarle.

Luego de plantarle ese delicado beso, se hizo hacia atrás hasta quedar de nuevo en su antigua posición, solo que ahora, abrazandose al igual que el muchacho las rodillas. Aquellas rodillas que temblaban como las de un infante asustado, sintiendo su sangre hervir con cada mirada que cruzaba con el menor.
Ya no se veía triste, más bien nervioso de decir lo que estaba pensando.
-No... No digas esas tonterías, Narcys. Nunca creería que eres imperfecto, desagradable, ni mucho menos estúpido. Tu, eres imposible de comparar con los demás, pues pienso eres maravilloso.
Simplemente lo mencionó y ya, no quería pensar en las palabras que había pronunciado, no quería analizar su frase temiendo haber dicho alguna estupidez. Tan solo... lo dijo.
Sus otras palabras, siendo ya examinadas mentalmente, eran imposibles de responder, y solo logró sonrosarse más de lo que pensaba que estaría. ¿El, un ser divino? ¿Siendo lo que era, el infante pensaba que era alguien así? ...Se quedó mudo, mirando al suelo, no quería insistir con que se avergonzaba de su linaje, pues eso en su familia, correspondía a un castigo terrible e impensable, y era una deshonra tremenda.

Le escuchó en silencio, sin acabar de creerse aquello. ¿De verdad pensaba aquello de él? ¿De verdad no le despreciaba? Narcys no pensaba dudar de que aquellas palabras eran verdaderas, pero le parecía tan extraño, y a la par hermoso escucharlas... Se sonrojó ante aquel precioso halago, y aún se sonrojó más cuando vio que las rodillas de Takuma temblaban. ¿Temblaban? Era algo tan extraño en un vampiro, y al tiempo tan aterradoramente enternecedor.
Narcys suspiró. El corazón le latía a cien por hora, hasta el punto que le parecía que acabaría saliéndose de su pecho. Takuma parecía nervioso y, en cierto modo, avergonzado. El muchacho comprendía que a Takuma le avergonzaba su raza... no era nada fácil, seguramente, ser un vampiro bueno, del que los humanos quizá ya pensasen mal automáticamente, sólo por su especie.
La necesidad de abrazarse a él se volvió irresistible. Narcys se dio cuenta de que, si no se cobijaba en sus brazos, acabaría por estallarle el corazón y, sin poder soportarlo más, abrazó tímidamente a Takuma, intentando reconfortarle... pero también reconfortarse a sí mismo.

Ante aquel abrazo, abrió los ojos de par en par, sintiendose extraño ante aquel gesto de cariño, cosa que casi nunca era expresada hacia él. De todas maneras correspondió a el muchacho y lo rodeó con sus brazos, escuchando latir ambos corazones con tanta rapidez que sentía que en cualquier momento le daría un infarto.
Con una mano acarició los suaves cabellos castaños de Narcys, mientras que con la otra rodeaba su pequeño y frágil cuerpo. Era rarísimo lo que estaba sintiendo.
Observaba de serca el tentador cuello que tenía allí, disponible y tan facil de alcanzar, mas no sentía ganas de sacar sus colmillos y alimentarse, solo quería mantenerse así, abrazandolo posesiva pero tiernamente. Quería que fuera suyo, pero no que fuera su esclavo. No sabía en lo que pensaba, y estaba más que confundido, pero tenerlo allí en su pecho lo hacía sentir en paz.

Se estremeció cuando Takuma lo rodeó con sus brazos... por primera vez deseaba que alguien lo tuviese así aferrado... pero también era la primera vez que alguien lo hacía con tanto cariño y dulzura.
Narcys hundió la cabeza en el pecho de su amo y se quedó muy quieto, sintiéndose a salvo y protegido, pero no era sólo eso... No era sólo gratitud ni alivio lo que sentía. Tenía que reconocer que Takuma provocaba en él cosas complicadas de describir... cosas que no sabía siquiera como se llamaban y que jamás había esperado sentir.
Por un momento, sintió miedo de que el vampiro le mordiese, pero estaba seguro de que Takuma no le dañaría, a juzgar por el modo en el que se había comportado con él. No había más que recordar su comportamiento al curarle la herida del pie. Pero ahora era distinto, ahora sentía que el corazón de Takuma también latía acelerado... le sentía tan cerca de él que quería gritar de alegría por tenerle allí, junto a él, pero permanecía en silencio, hasta que, todavía con el rostro allí enterrado, murmuró:
-Me... me siento tan bien cuando me abrazas...
Después se quedó en silencio, disfrutando de aquel contacto, sintiéndose casi en otro mundo.

Con tan solo oír sus palabras, lo apretó entre sus largos brazos con un poco más de fuerza. Era increíble, por primera vez sentía que al fín alguien lo necesitaba, que ya tenía una persona para depositar en ella todo lo que sentía, para abrazarlo todos los días y decirle cosas que a nadie más le diría. Se sentía de ese modo, feliz de dar protección, y a su vez siendo protejido.
Luego de un momento se separó del abrazo, y lo observó directo a sus preciosos ojos, con una media sonrisa.
-Te lo ruego... -Comenzó a decir, dejando que su alborotado flequillo medio tapara uno de sus orbes esmeralda- ...Nunca te vayas de mi lado.. No tengo más que desear.
Le pidió, mostrando esa cálida sonrisa que estaba acompañada por la mirada llena de bondad, mas también rebosante de la tristeza y soledad que había sufrido todos esos años. Lo quería, debía admitirlo, con tan solo mirar al joven experimentaba un mundo de sentimientos inexplicables, y ya le tenía demasiado afecto, uno que nunca antes había tenido por alguien.
Su tierna forma de hablar, su mirada, sus risas infantiles. Todo eso le erizaba la piel.

Se sentía tan bien entre los brazos de Takuma... Era como si, con tan sólo respirar su olor o escucharle hablar, con percibir el calor de su cuerpo junto al suyo, todo lo malo que le había sucedido y había marcado tanto su cuerpo como su alma perdiese importancia rápidamente... como si en esos instantes existiese Takuma, tan sólo Takuma, y con él le bastase.
-No... no me iré, si tú no quieres que me vaya. Quiero hacerte feliz... y quiero ser feliz contigo.
Aún así, Narcys sabía que era humano, y que un día él moriría, con lo que Takuma se quedaría solo de nuevo. Ese pensamiento le causó un cierto malestar, pero al tiempo le hizo sentirse bien, pues ahora tenía una especie de responsabilidad que amaba por encima de todo: que Takuma no se sintiese solo. Él quería hacer todo lo posible porque el vampiro se viese feliz.
-Tú... tú tampoco me abandones, por favor... Eres... eres el único en quien confío...
Ya estaba dicho. A Narcys le costó hacer aquella pequeña confesión, que para él era muy importante. Y, desde aquel instante, Takuma se convirtió dentro de su corazón en algo más que un dueño amable.

Ah, esas palabras fueron como flechazos en su corazón y en su mente. Estaba conmovido, alegre, y sabía que otro sentimiento se estaba mezclando entre todos esos, mas aún no lograba descubrir cuál era.
Lo tenía apegado a su cuerpo, atrapado, mas no poseía malas intensiones.
Luego de un rato, aflojó sus brazos y se hizo un poco para atrás, separándose del abrazo.
-B-Bueno... Esto...
No le salían más palabras. Su garganta estaba hecha un nudo, y aunque quisiera seguir junto al muchacho, aún no terminaba de mostrarle la mansión entera, y mucho menos lo había alimentado, cosa por la cual se lamentaba pues no quería verlo hambriento.
-¡Ah!, cierto. Ven, Narcys. Vamos a decirle a las cocineras que te preparen algo, ¿T-Te parece bien?
Cuestionó espontáneo, tomandolo de la mano y prácticamente arrastrándolo hacia afuera, aunque obviamente lo hacía sin lastimarlo.

Durante todo el tiempo que permaneció acomodado contra el pecho de Takuma, Narcys deseó que aquello no terminase nunca, que pudiesen quedarse allí, abrazados, por toda la eternidad. Era evidente que eso no sucedería, pero al muchacho le gustaba pensar en ello, mientras sentía la respiración del vampiro contra su cuello, sin temerle. Cuando Takuma se separó de él, Narcys tenía la sensación de que podría haberse quedado dormido allí de no haber sido por aquel nerviosismo que experimentaba al tener a Takuma junto a él.
-Me parece perfecto si es lo que tú quieres -afirmó-. Y, además... es cierto que tengo algo de hambre...
No quería reconocerlo, pero llevaba un día y medio sin comer. Realmente, tampoco era que hubiese comido bien o suficiente en los últimos años... era verdad que estaba excesivamente delgado.
Sonrió cuando él le tomó de la mano y salieron de la habitación; le gustaba aquel cuarto, excepto por lo oscuro que resultaba, ya que a Narcys, como si aún fuese un niño pequeño, le daba algo de miedo la oscuridad.

Luego de poder calmarse un poco, logró salir de aquella hiperactividad que lo había atacado por unos cortos segundos, y aún tomándolo de la mano, caminó junto a Narcys hacia las escaleras para posteriormente bajar por éstas.
-La cocina estaba por... Allá.
Murmuró, dirigiendo sus orbes hacia una gran puerta blanca, doble como la de los restaurantes. Hacia allá camino con el chico, y luego abrió la puerta encontrandose con dos o tres jóvenes muchachas que estaban esperando alguna órden, para prepararle la cena al joven humano.
-Bueno... -Comenzó a hablar, mirando al castaño con una suave sonrisa- Diles lo que sea que quieras comer, ellas lo prepararán en un momento.
Indicó con calma, soltandole la mano y quedándose allí a un lado, dispuesto a esperar a que el joven dijera algo. No podía dejar de mirarlo, nervioso y sintiendo deseos de algo inexplicable, mas siempre manteniendo la compostura y esa cálida sonrisilla serena.

Atravesaron de nuevo todos aquellos corredores y escaleras... Narcys se sentía muy pequeño en comparación con aquella casa gigantesca, pero eso no le molestaba. Quizá acabase por pedir a Takuma que se la enseñase completa, mas aquel día se sentía cansado, y estaba empezando a ser consciente del hambre que tenía.
Sonrió a las muchachas de la cocina, mientras advertía que Takuma no estaba muy acostumbrado a visitar la cocina... debía ser la primera vez, pero era un vampiro, ¿qué utilidad podría tener la cocina para alguien que se alimentaba de sangre?
-Me... me gustaría tomar un puré de verduras, si no es molestia.
No se puso a especificar de qué lo quería; realmente, con tal de que fuesen vegetales, le bastaba. Después se sentó en una de las sillas que había junto a una mesa, aguardando, mientras sentía sobre él la mirada de Takuma. Aunque el vampiro sonreía con serenidad, la expresión de los ojos le traicionaba un poco, aunque Narcys no era capaz de interpretarla con claridad.
Cuando le sirvieron el puré, dio las gracias a las muchachas y luego a su amo, sonriendo y probando la comida con deleite.
-Es lo más sabroso que he comido en cuatro años -dijo, tomándolo poco a poco, como si temiera que se acabase- Muchas gracias.

Pestaneó un par de veces. Estaba tan distraído que nisiquiera se había percatado del traslado del joven hacia la mesa, hasta que notó que la cocinera de nuevo regresaba a su puesto.
Lo observó sentarse, y junto a él se postró en una silla, en la cual casi nunca se sentaba ya que no utilizaba jamás esa gigantezca mesa. Luego, escuchó con alegría sus palabras más que gustoso de que la comida le agradara.
-Me alegro de que te guste. Debe ser... d-delicioso.
Comentó, asqueandose con tan solo olfatear de lejos esa cosa viscosa y moldeable. En verdad, él no entendía qué le veían a esa atrocidad, pues en su opinión, la sangre era el "bocadillo" más apetecible, aún más que sus también amados chocolates.

Continuó tomándose el puré en silencio, demasiado fascinado por aquel increíble sabor como para decir nada. Con lo cansado que se sentía y la mezcla de emociones que aún lo agotaba más, sólo podía concentrar sus energías en la comida, en buena parte porque había aprendido a saborear cada bocado como si fuese el último y, aunque sabía que en casa de Takuma no le faltaría de nada, la costumbre no se borraba tan fácilmente de sus pensamientos.
Advirtió el asco que el vampiro sentía hacia su comida, muy mal disimulado... Era completamente natural, al fin y al cabo, la sangre no se parecía en nada a su adorado puré.
-¿Tú no vas a comer nada, Takuma?
Lo dijo sin pensar, sólo porque se sentía mal al estar comiendo mientras el otro se quedaba allí, mirando, pero al momento se dio cuenta de todas las implicaciones de lo que acababa de decir... porque aún no sabía de 'quién' se alimentaba exactamente Takuma ni cuanto tiempo llevaba sin comer.

Al oír su no tan simple cuestionamiento, se limitó a mirar hacia otro lado, intentando omitir la mayor cantidad de detayes posibles.
-No, en realidad, hoy no es día de comida.
Le respondió con simpleza, ahorrandose las demás palabras. Temía más que nada asustar al pequeño humano, a demás de que odiaba pensar en eso ya que de nuevo sentiría deceos de morderlo.
No se veía molesto ni nada por el estilo, solo estaba demasiado calmado, comenzando a analizar todas las posibles frases que en un futuro sercano pudiera dirigir al jovencito, para no decir nada vergonzoso o, más bien, desvergonzado. Evitó a toda costa volver a mirarlo, pues presentía que, una mirada más a su perfecto cuello, y toda su paz y compostura se desmoronaría.

Le miró con curiosidad, observando aquel gesto. Takuma parecía ciertamente incómodo y nervioso. Narcys se planteó por primera vez la posibilidad de que fuese por su causa... ¿podría el vampiro sentir deseos de morderle en esos momentos? Evidentemente, antes, frente a la visión de la sangre, se habría sentido tentado, pero... ¿ahora? Se dio cuenta de que muchos vampiros compraban chicos como él para alimentarse de ellos, entre otras cosas. ¿Querría Takuma morderle? Bueno, evidentemente sí sentía deseos, pero, ¿estaría dispuesto o pensando en hacerlo?
Agachó la cabeza, un poco asustado, y suspiró intensamente. Después miró algo tembloroso a Takuma, sintiendo que tenía que preguntárselo, por mucho que le costase.
-Takuma, tú... -se detuvo un momento, pensando si sería correcto o no preguntarlo tan directamente, pero necesitaba una respuesta-... tú... ¿para qué me has comprado?Soy insolente al preguntarlo, pero... -se frotó el cuello, temblando- pero...

Cerró los ojos con calma. Sabía que era posible que en cualquier momento el chico le hiciese esa pregunta, mas le había sorprendido que fuera tan directamente.
Luego separó sus parpados de nuevo, y lo observó con una sonrisa amable, tal como siempre hacía.
-Vaya, que extraño. Pensé que tardarías un poco más en preguntarmelo.
Musitó, tras una risilla infantil. Sin embargo, aún no terminaba de hablar.
-Te veías muy triste allí apresado, y había ido al mercado con intenciones de almenos salvar a una persona de ese horrendo lugar. Pero... al mirarte, sentí como si... como si necesitara tenerte conmigo. Me sentía muy solo, y tu te veías de igual manera...
Guardó silencio, pues suponía que aquello había sido suficiente información. No quería herir sus sentimientos, a pesar de que en ese momento sus palabras hubieran sido un tanto frías. Solamente, había expresado lo que sentía en verdad.
Notó que se tocaba el cuello, y haciendo su mayor esfuerzo por seguir controlandose, agregó un tanto inquieto.
-Debo admitirlo, Narcys... Yo, tengo mucha hambre, pero odiaría hacerte daño. M-Me aguantaré, te lo prometo...

Inclinó un poco más la cabeza. Sí, había sido insolente, después de aquel modo tan humano de tratarle... ¿Quién era él para pedirle explicaciones? ¿Quién era él para exigirle nada? Después de todo, le debía tanto...
Se puso en pie y se acercó adonde estaba Takuma, con las manos temblándole levemente.
-Los... los dos estábamos solos, cierto, pero tú... tú fuiste muy bueno al elegirme y yo, yo quiero poder darte algo a cambio...
Suspiró y se apartó el cabello del cuello, con todo su cuerpo estremeciéndose ahora. Estaba tan asustado y, sin embargo, sentía que necesitaba hacer aquello; que, por mucho que odiaba aquella idea, tenía que complacer a Takuma. Era su amo y ya le había confesado que tenía hambre. ¿Qué importaba que le doliese, qué importaba que aquella idea se le antojase terrible? Narcys sólo quería hacer feliz a Takuma, nada más...
-He... he sido insolente. Perdóname... En realidad me merezco un castigo. No debo comportarme así ni preguntarte esas cosas. Tú puedes hacer lo que quieras, después de todo. Y yo... yo quiero agradecer tu amabilidad, tu compasión, y no... no tienes por qué contenerte conmigo, con un esclavo...
Se le escapó una lágrima. Le costaba decirle eso, pero no podía soportar que Takuma estuviese sufriendo por su culpa.

Lo observó dubitativo, mas al verlo quitarse el poco cabello que cubría su tentador cuello, instantáneamente se puso de pié y retrocedió, tapandose la boca con una mano.
-N-No, Narcys. No te morderé, acabo de decírtelo, aguantaré. No mereces ningún castigo, y no debes a-agrade..cer nada...
Exclamó en pocas malabras, más que exaltado, sintiendo sus rodillas temblar de nuevo. No era un vampiro común, los nobles podían soportar esa tortura de aguantar sus ganas de alimentarse por un determinado tiempo, mas tampoco era un sangrepura, y no comía hacía ya demasiado.
Su corazón, de nuevo salió al galope, escuchando sus propios latidos. Se lo había prometido. No podía, no quería morderlo, no soportaría que el también le temiera o causarle algún dolor de nuevo. Se sentía desconsolado, y cada segundo se volvía más tortuoso que el anterior. Le dolía el alma, pues al tenerlo allí y no penetrarlo con sus colmillos era una traición hacia su raza, mas si lo mordía, sería una traición hacia el muchachito.

Cada vez se sentía más culpable. ¿Por qué se comportaba así Takuma? Estaba hambriento y, aún así, le respetaba. Para Narcys, pensar que lo hacía porque sentía afecto hacia él y no quería traicionarlo era difícil de comprender. Y, sin embargo, se lo había prometido, y allí estaba, soportando de forma estoica la tentación. Pero, ¿hasta cuánto duraría eso? ¿Cuánto tiempo aguantaría sin morderlo? ¿Se alimentaba acaso de la sangre de otras personas? Narcys sabía, lo leía en sus ojos, que Takuma se moría por la suya.
No quiso negarse, aunque una parte de Takuma parecía no soportar la idea. Se acercó a él lentamente y le cogió una mano, poniéndola sobre su propio cuello. Era consciente de estar comportándose como un verdadero loco, de estar poniendo quizá su vida en peligro, pero eso carecía de importancia. Quería complacer a Takuma, quería demostrarle que haría todo lo posible por verle feliz, y si eso implicaba dejar que le mordiese, estaba dispuesto, aunque todo él se rebelaba contra ello.
-No... no pasa nada. Puedes hacerlo... Es una de las pocas cosas que puedo entregarte, Takuma...