Palacio Ichijou. [Narcys]

Nuevamente, dirigió sus orbes esmeralda hacia la ventana. Cada aspirar era una tortura, inundando sus sentiros con ese aroma tan delicioso.
Siempre intentando mantener la compostura y verse "normal", asintió con la cabeza.
-Perfecto, entonces mientras la observas y te acostumbras un poco a ella, las mucamas prepararan la bañera.
Aseguró, siempre hablando en voz baja. La limusina comenzaba a andar más lento, pasando por un protón alto y ostentoso, y luego recorriendo un extenso camino rodeado de frondosos y grandes árboles, llegando finalmente a la puerta de la mansión.
Ésta estaba pintada con colores claros y tenía dos patios muy grandes repletos de estatuas y hermosos árboles, extensos lugares para correr y jugar, y en el patio de atrás, un lugar al aire libre que Takuma utilizaba para entrenar con su espada y hacer diversos ejercicios.
Por dentro tenía tantas habitaciones que parecía que nunca terminaba, cada una para un uso distinto. Una gran sala de estar con sofás, la cocina (que el vampiro casi nunca recorría), y todo y más de lo necesario.
Abrió la puerta y bajó del vehículo, no sin antes agradecer al chofer, y abrió paso para que su acompañante bajara también.

No dejaba de lanzar fugaces miradas por la ventanilla, al igual que su amo. Habían dejado atrás la lóbrega zona del mercado de esclavos y ahora se encontraban en un lugar muy hermoso. Narcys había visto algunas mansiones de la isla, pero nunca de aquella manera, sintiéndose tranquilo. Por eso, pudo apreciar muchísimo mejor todo aquello que contemplaba. Le pareció que su amo tenía muy buen gusto y que aquel hogar rodeado de árboles era casi como una casa ideal.
Bajó de la limusina con algo de dificultad, pues había empezado a encontrarse un poco débil, pero se sentía muy nervioso y excitado ante la visión de su nuevo hogar, por lo que empezó a caminar muy animado. El aroma de la hierba junto a los árboles, con aquel característico sonido de las hojas rozándose, le llenó por completo, y le hizo recordar su casa en Francia, también situada en el campo.
-Es... es un sitio maravilloso, Takuma.
Entró a la mansión junto al vampiro y se quedó asombrado. Era gigantesca, la más grande que había visto. Al momento tuvo miedo de perderse, pero Takuma estaba junto a él, y no parecía dispuesto a abandonarlo.

Aspiró de nuevo, muy profundamente, deleitandose al igual que el joven con el fresco aroma a hierbas.
Lo tomó otra vez de la mano y abrió la gran puerta de su hogar, entrando y notando a sus mucamas allí para darle la bienvenida, todas muy sonrientes al ver regresar a su amo. El ambiente del lugar era cálido y lleno de libertad, casi podría decirse que todos eran una familia.
Las saludó tan solo alzando la mano y moviendola un poco.
-Permitanme presentarles a Narcys, porfavor, sean amables con él.
Anunció, sonriendoles a todos. Entonces miró a una de las señoritas.
-Te ruego le prepares una bañera con agua tibia, nosotros iremos a ver su habitación.
Luego de decir ésto, caminó hacia las escaleras esperando a que el joven lo siguiera.

Se asombró al ver a todas aquellas señoritas dando la bienvenida a su amo, tan sonrientes, amables... y tranquilas. Le encantaba aquel ambiente, en el que nadie parecía estar nervioso ni temer a Takuma, porque, reflexionó, ¿había algún motivo para temerle? Narcys creía que su amo no le castigaría sin motivo, como hacían otros vampiros, ni sería cruel con él gratuitamente. De hecho, el noble se comportaba siempre con exquisita amabilidad, y mostraba aquella amabilidad con todas las personas. Hasta con él, con un esclavo, era amable y considerado. Eso, para Narcys, era algo muy a tener en cuenta.
Cuando Takuma lo presentó, se sonrojó un poco e inclinó la cabeza, algo avergonzado... siempre había sido tímido, y ser el centro de atención -sobre todo con tantas sonrisas y amabilidad- le hacía sentir algo violento, pero también contento.
-Yo... yo... Es un placer... -fue lo único que atinó a decir, cada vez más sonrojado.
Se sintió algo aliviado cuando su dueño le indicó que lo siguiese, dirigiéndose a las escaleras. Tenía muchas ganas de ver su habitación... no tenía una para él solo desde hacía años, y todavía le parecía increíble que un vampiro pudiese tomarse tantas molestias con él.

Al ver que el joven se dirigía hacia él, subió los escalones con parsimonia, llegando hasta la planta de las interminables habitaciones.
Llegó hasta una puerta blanca y, una vez con el muchacho a su lado, la abrió dejandolo pasar. Ya que las mucamas no sabían quién sería el nuevo acogido del vampiro, habían decorado la habitación con simpleza.
Las cortinas que escondían la gran ventana y el balcón eran celestes muy claras, al igual que las paredes. Tenía una cama de dos plazas amplia y muy cómoda, y algunos estantes. Un escritorio, y su propio baño individual.
-¿Te gusta? -Le preguntó, sonriente como de costumbre.- Si quieres añadir o quitar algo que no sea de tu agrado, solo dime a mi o a las señoritas.

Narcys le siguió, agradeciendo que no fuese demasiado rápido, y cuando abrió la puerta de la habitación, abrió a su vez mucho los ojos, lleno de sorpresa. No podía creerse que aquel cuarto tan bonito fuese para él... Era como si hubiese vivido durante años en una pesadilla y ahora se despertase a una realidad mucho más favorable. ¿O era al revés? Porque también se sentía como en un sueño.
Entró en el cuarto lentamente, temiendo tocar algo y que el sueño se desvaneciese. Pero no, parecía que realmente aquello no era producto de su imaginación. Todo olía a limpio, y brillaba con la suave luz del atardecer. Estuvo a punto de sentarse en la cama, pero no lo hizo, porque no quería mancharla, sobre todo después de que su amo hubiese sido tan generoso con él y de que el personal de la casa se hubiese esmerado en preparar tan hermoso cuarto.
-No... no es necesario, de verdad. Tal... tal como está es ya muy bonita, Takuma. Yo... no sé, no sé si merezco algo tan bonito... Pero... muchísimas gracias -le miró, emocionado, con los ojos brillándole-, yo no sé cómo podría pagarte... Eres tan amable conmigo...
Se acercó a Takuma y, sin saber qué más decir, le abrazó suavemente, apoyándole la cabeza en el pecho y sin poder impedir que le cayesen dos lágrimas por las mejillas.
-Muchas gracias... -repitió, en un susurro.

Su corazón se le rompía en pedazos. No creía posible aquello que estaba viendo, pues el jovencito se alegraba con demaciada facilidad. Aunque evidentemente era algo que él, que siempre había estado con su familia y bañandose en lujos, jamás lograría entender.
-N-No hay porqué, Narcys.
Apenas si pudo pronuncar, correspondiendo a aquel tímido abrazo.
De pronto, una mucama se asomó a la puerta, casi conmovida al ver la escena, mas seguramente sacando sus propias conclusiones.
-Ya está lista la bañera, Ichijou-sama.
Anunció, tras esfumarse de nuevo hacia la cocina, o marchandose para hacer quién sabe qué quehaceres.
El joven noble se separó del pequeño, y salió de la habitación junto a él.
-Puedes ir a darte un baño. Dentro deben estar tu nueva ropa.
Le dijo susurrante, emprendiendo el camino para guiar a Narcys.

Notó la sorpresa de su amo y suspiró, profundamente. Estaba empezando a sentir una cierta empatía por él y a pensar que quizá no le resultase fácil vivir en aquella isla, siendo como era. Y es que nadie le hubiese tomado por un rico y noble vampiro, juzgando sólo su comportamiento. Al menos eso pensaba Narcys, aunque era cierto que todos los ricos vampiros que él había conocido no le habían dado oportunidad de pensar de otra manera.
Cuando la sirvienta asomó la cabeza, con una expresión que cambió al verles en aquella situación, Narcys se lamentó de ser la posible causa de algún que otro rumor, que posiblemente no gustaría a Takuma. Se sorprendió al pensar aquel nombre, Takuma. Para él todavía era su dueño, y así aparecía en sus pensamientos, pero le resultaba muy cercano, muy humano... casi como un protector.
Sin tener tiempo a reflexionar más, siguió a su amo hasta el baño, con una media sonrisa. Le cogía de la mano, aferrándose a él de nuevo, porque ese contacto le hacía sentir seguro y tranquilo. Al escuchar lo de la nueva ropa, sonrió con más fuerza, notando que se sonrojaba otra vez.

Y, como las demás puertas, abrió la del baño dejando salir el vapor que inundaba éste. Tal como él había predicho, la ropa se encontraba doblada prolijamente sobre un estante, las toallas sobre otro, y al borde de la bañera estaban puestos los productos para el cabello, jabones, y demás cosas necesarias para un delicioso aseo.
-Bueno, te dejo tranquilo. Si necesitas cualquier cosa solo grita mi nombre y vendré en cuanto pueda.
Le dijo con tranquilidad. Puso una mano sobre la cabeza del joven y le revolvió los cabellos, tras salir del baño y cerrar la puerta para que pudiera desvestirse.
Se quedó tras la puerta un momento, confirmando que todo estuviera en orden y que el muchacho se sintiera bien.

Sintió el calor que emanaba del baño y distinguió, a través del vapor, la gran tina, de la que emanaba un olor a perfume. Sonrió y miró a su amo, musitando un agradecimiento. Hacía demasiado tiempo desde que no se bañaba con agua caliente y llena de esencias.
-Muchas gracias, Takuma. No... no te preocupes, no te molestaré.
Ya casi no tartamudeaba y el temblor desaparecía poco a poco. Suspiró, alegre, cuando su amo cerró la puerta, dejándolo a solas. Decidió disfrutar del momento, aunque pensase que no era del todo real. Si era un sueño, lo más posible era que pronto se le escapase de entre las manos, así que mejor era disfrutar aquel baño lo más posible.
Se acercó al espejo y se miró, con curiosidad, pues hacía cuatro años que no lo hacía. Estaba mucho más delgado que antes y algo cambiado... tenía ojeras y una expresión un poco desalentada. Se preguntó qué podía haber visto Takuma en él, porque él se veía verdaderamente horrible.
Se apartó levemente. Había empezado a dolerle la cabeza y, con todo aquel vapor, se estaba empezando a sentir mareado. Eso, unido al cansancio, hizo que perdiese el equilibro. En un último intento por no caerse, se aferró a una pequeña estantería, consiguiendo tan sólo que los tarros de perfume y los jabones de baño se estrellasen contra el suelo, quebrándose. Él se cayó a su vez y, muy asustado, intentó arreglar el estropicio. Era imposible. El suelo estaba lleno de cristales y todos aquellos aquellos costosos productos se escapaban y manchaban el suelo. Narcys empezó a llorar, muy bajito. Lo había estropeado todo. Ahora su amo se enfadaría con él, pensaría que era un inútil y, en el mejor de los casos, lo castigaría. En el peor, acabaría de vuelta en el mercado. A Narcys no le preocupaba tanto eso como decepcionar a Takuma... le parecía terrible haber estropeado sus posesiones, después de lo bueno que había sido con él.

Habiendo comenzado a alejarse del baño, empezó a escuchar los sonidos de vidrios quebrandose contra el suelo y, gracias a su agudo oído, lograba escuchar los sollozos del pequeño.
Lo más rápido que pudo se dirigió de nuevo hacia donde estaba, y sin pensarlo dos veces abrió la puerta, esperando pocos segundos para que el vapor se difuminara y entrar.
La primera imagen que temía ver era la del muchacho herido, pues no le importaban en absoluto los perfumes y esas cosas.
Sin poder ver bien si estaba herido o no, se arrodilló al lado del chico y se puso a examinarlo con la mirada, preocupado absolutamente.
-¿T-Te lastimaste? ¿Hay sangre?... Ten cu-cuidado con los vidrios, no te cortes, ¿Estás bien?
Pronunciaba una pregunta tras otra, fuera de si, rogando que no se hubiera hecho daño.

Escuchó la puerta abrirse con brusquedad y se estremeció, sin saber qué hacer. Ya había desistido de rehacer todos aquellos objetos destrozados y ahora, antes de lo que podría haber previsto, encontraba a su amo junto a él.
Sintió como se arrodillaba a su lado y lo miraba atentamente... esperó gritos o amenazas, pero nada de esto llegó. Takuma parecía muy alterado, pero no enfadado, sino muy preocupado por él, pues no hacía sino preguntarle acerca de su estado, ignorando los destrozos.
-Es... estoy bien -respondio-, aunque apenas... apenas puedo mover el tobillo, creo que me lo he torcido. Pe... pero me lo merezco, he si... sido muy descuidado. Por... por favor, perdóname, Takuma, yo... yo no quería. No ha sido a propósito, lo prometo. No... no pienses que soy un mal esclavo... -su voz se ahogó en un sollozo-. No me devuelvas, por favor, quiero quedarme contigo...

-Tus súplicas son en vano, nunca pensaría en devolverte, y mucho menos que eres un mal esclavo.
-Le aseguró, entrecortandose algunas veces para retomar la calma.
Sin preguntarle lo tomó en brazos y con poca dificultad lo levantó del suelo, sosteniendolo como a una dolcella, para que ningún vidrio tocara su fina piel.
Salió del baño cargándolo y se dirigió a su propia habitación. Ésta no tenía ventanas, el tapizado era azul, y solo había un gran armario, una pequeña biblioteca y su cama de dos plazas y media.
Allí sentó al joven, y se postró a su lado, aún examinandole con la mirada.
-Muéstrame tu tobillo, veré si puedo hacer algo.
Se sentía tan culpable, culpable por haberlo dejado solo, culpable por su propio descuido.

Intentó dejar de llorar, pero no fue capaz, aún cuando escuchó aquellas palabras amables. Hacía meses desde que se le habían secado las lágrimas, y ahora toda aquella angustia y dolor parecían diluirse conforme los sollozos le sacudían todo el cuerpo.
Su amo le tomó en brazos, dulcemente, y Narcys se tragó las lágrimas para mirarle, sorprendido.
-No... no hace falta...
Pero Takuma no le escuchaba ni le había preguntado; le transportaba como un joven caballero a su amado, algo que en cierto modo encajaba con algunas de las tímidas ensoñaciones del muchacho. Se sonrojó al saberse objeto de aquellas atenciones y apoyó la cabeza contra el pecho de su dueño, llorando ya muy bajito.
Abrió los ojos al llegar a aquella habitación. Aunque no tenía ventanas y no parecía muy luminosa, a Narcys le pareció muy bonita y bien decorada... le inspiraba confianza, al igual que Takuma.
-No... no me duele mucho -explicó, en un susurró-. Bueno, a decir verdad no sé si podré apoyarlo.
Le enseñó el tobillo y se asustó al ver que se le habían clavado varios cristales justo en la zona inflamada. Soltó un gemido, pues precisamente entonces la zona empezó a dolerle, de un modo bastante intenso.

Hacía su mayor esfuerzo y ponía toda la voluntad que tenía para no ver los cortes ensangrentados. Sus largos colmillos comenzaban a mostrarse, mas aún le quedaba la conciencia como para saber que no debía, por ningún motivo, morder al joven.
Tomó con toda la delicadeza que pudo el pié del menor, inspeccionandolo de serca, intentando a su vez no respirar el dulce aroma de ese elixir carmesí. Podía curarlo, mas era un riesgo bastante grande para ambos intentarlo, puesto que solo si lamia la herida ésta cicatrizaría, pero sería dificil dejar de lado la tentación de alimentarse.
-..Narcys, prometeme que si hago algo.. indevido, me detendrás.. Se que puedo confiar en ti, ¿Verdad?
Se limitó a pronunciar con una seriedad no muy común en su persona. Entonces, con cuidado quitó los vidrios uno a uno utilizando las manos, y luego, lentamente, acercó sus labios a los cortes, para, podría decirse,"besarlos".
Sus ojos instantaneamente se tornaron escarlata, y brillaban en la oscuridad de la habitación. Los colmillos, ya sin poder ser más largos, se mostraban amenazantes. Pero, gracias a su voluntad, pudo separarse de él luego de haberlo curado por completo. Se tapó la boca con la mano, y cayó sentado al suelo, frunciendo el ceño.
-E-Eso fué...
En silencio se quedó prontamente, y una sonrisa torpe e infantil se dibujaba debajo de su mano, a la vez que sus ojos regresaban a su hermoso color esmeralda, y sus colmillos se achicaban un poco.
-¿Estás me-mejor? Espero no haberte asustado, es solo que hace un tiempo que no.. bueno, ya sabes, me a-alimento...

Todo el cuerpo de Narcys se tensó cuando vio aquellos largos colmillos mostrarse, aunque se repitió una y otra vez que no debía tener miedo de Takuma. Él no iba a morderle, al menos no ahora, ¿o quizá lo haría? El muchacho intentó quitarse ese molesto pensamiento de la cabeza. Para él, su amo merecía ya una lealtad y una confianza incondicionales, sólo por el modo en el que lo había tratado. A Narcys le costaba confiar en las personas pero, una vez comenzaba a hacerlo, era muy difícil que cambiase de opinión. Y Takuma, definitivamente, se había hecho pleno merecedor de esa confianza.
-Si... si es lo que tú quieres, sí...
Asintió con la cabeza, temblando levemente, sujetando el cobertor de la cama con la mano y mordiéndose vagamente el labio inferior. Cerró los ojos cuando el vampiro se inclinó sobre él y notó aquellos labios sobre su piel. No aguantó la tensión y abrió los ojos, pudiendo ver los colmillos cada vez más largos. "No me hará daño", se repetía, "Él no me hará daño... dijo que me protegería y no me hará daño".
Cerró otra vez los ojos y, cuando los abrió, su amo estaba sentado en el suelo de la habitación, con la mano sobre la boca, disculpándose. ¿Disculpándose? Aquella escena le produjo a Narcys una suerte de ternura, unida a un sentimiento de admiración. ¿Cuánto le habría costado contenerse? Sabía que había olido su sangre y sabía lo que los vampiros sentían hacía la sangre humana... y aún así no le había mordido.
-No... no hay por qué disculparse, Takuma. En realidad, yo... yo te admiro mucho por esto... Y... y te lo agradezco. No... no sé si estoy a la altura de... de tus atenciones y tu amabilidad, pero creéme, te lo agradezco mucho...
Hizo una pausa; ahora que ya no sentía dolor y que ya no tenía miedo, le costaba menos hablar.
-Entiendo... entiendo lo del alimento. Jamás... he conocido a un vampiro capaz de contenerse así.
Se puso en pie, todavía con un poco de dificultad, y se acercó lentamente a su amo.
-¿Po... podría darme el baño, igualmente? Sé que no debería pedirlo, después de destrozar parte del cuarto y causarte tantas molestias, pero llevo mucho tiempo soñando con un baño así.

A punto de tener los ojos cristalizados en lágrimas, como un niño fácilmente conmovido, se levantó y observó la puerta de salida de la habitación, y luego, la del baño.
Las bañeras de las demás habitaciones seguramente estarían descuidadas y posiblemente llenas de polvo debido a que nadie las usaba. La de la recámara del muchacho quedaba por limpiar, por lo que ahora solo la suya estaría disponible.
-Porsupuesto que aún puedes darte el baño, Narcys.
Le aseguró con ternura, sintiendo aún palpitar fuertemente su corazón por el anterior nerviosismo.
-Sin embargo, tendrás que usar el mío. ¿Te parece bien?
Cuestionó con calma, señalando la puerta que ocultaba detrás la gran y preciosa bañera.

El muchacho esbozó una sonrisa tímida y escuchó lo que Takuma decía, advirtiendo que el vampiro parecía nervioso y conmovido... ¡qué extraño era percibir aquello, cuando Narcys había creído que los vampiros eran seres demasiado crueles para sentir cualquier otra cosa!
-¿Tu... tu baño, Takuma? -Musitó, sorprendido de escuchar aquel ofrecimiento-. Pe... pero yo sólo soy un esclavo... Bueno, si no te molesta... Sería maravilloso.
Ya le parecía extraordinario que le cediese una habitación y un baño tan bonito, además de unas lujosas ropas. Pero, que además le ofreciese su propia bañera, aquello ya era como para no creérselo.
Narcys miró en la dirección que señalaba su amo, observando aquella puerta con atención. No le gustaba que estuviese en una zona oscura de la habitación... en cierto modo, estar en una habitación sin ventanas le daba un poco de miedo, pero se repitió que Takuma no le haría daño. Y ese pensamiento le hizo sonreír con más fuerzas.
-Muchas gracias -repitió, sonrojándose otra vez.

No hay porqué agradecer, creo que estar limpio y fresco es más que extraordinario.
-Comentó, sonriendole amable como ya era su costumbre. Se dirigió a esa simple puerta que no tenía demaciados detayes, y la abrió sin decir más. Dentro, había un baño casi igual al de la habitación del muchachito, con los mismos perfumes, lociones y jabones, solo que éste era un poco más espacioso.
¿No quieres que me quede contigo allí?.. Sería muy malo que te marearas de nuevo o te hicieras daño, no soportaría verte llorando otra vez.
-Su tono de voz era suave, y sus palabras cálidas y hasta un tanto cariñosas. En tan poco tiempo comenzaba a sentir apego hacia el chico, por lo que no se perdonaría si lo de antes desafortunadamente se repitiera. No sentía verguenza de quedarse en el baño junto a él, ya que no vería nada desconocido, aunque todo era decicion del pequeño humano.

Se quedó boquiabierto al ver aquel baño, que era incluso más grande que el suyo. Miró con timidez a su amo, que le invitaba a entrar, y luego se decidió a hacerlo.
-Yo... Como tú quieras, pero no me gustaría molestarte -dijo, respondiendo a la pregunta de su amo-. Pe... pero no hay inconveniente.
En el fondo, le daba algo de miedo y vergüenza estar con su dueño en aquella situación. El hecho de que le viese desnudo no le causaba grandes problemas por la desnudez misma pero, mientras se quitaba los harapos, no dejaba de pensar en qué diría Takuma al ver su cuerpo marcado, al advertir que tenía cicatrices de maltratos anteriores y que su piel pálida no era tan bella como quizá había imaginado. Le dolía no tener la piel limpia de señales de golpes, no poseer una figura perfecta y pura digna de un amo como aquel.
Suspiró, ya desnudo, y se rodeó el torso con los brazos, temblando y mirando la bañera vacía con un curioso gesto.
-Pe... perdona, pero, ¿cómo se echa el agua?
Y era que nunca se había bañado en un sitio como ése; en su casa de Francia no había baños como esos, sino que el sistema de grifería era muy distinto.
Notó que las mejillas se le habían puesto muy rojas y continuó mirando al suelo, a cada punto más avergonzado. Intentaba que su amo no pudiese ver de ninguna manera las marcas, mucho más numerosas en la espalda, pero le parecía que un momento a otro Takuma notaría esos desperfectos.

Hasta el momento, no prestaba atención al cuerpo del muchacho, ya que su mente estaba intentando descifrar también como era que se llenaba esa bañera. Hacía muchísimo que no preparaba él mismo el agua tibia, puesto que sus sirvientas siempre lo hacían.
Intentando discimular su ignorancia, entró tambien al baño y se acercó a la bañera, comenzando a abrir muy torpemente los grifos y las canillas de caliente y frio.
-¿Cómo es que...? ¿Y esto a donde va?
Se cuestionaba confuso. Tenía el tapón en la mano y el agua corría por las cañerias, y se preguntaba porqué no se llenaba. Se veía ridículo, con las mangas de la camisa empapadas, y su tierna expresión dubitativa.
No mucho tiempo después, se le ocurrió usar el sentido común. Dió una ojeada al tapón y luego al drenaje, y pensó que, tal vez, si tapaba ese hoyo el agua ya no se escurriría. Eso mismo hizo, y estaba en lo correcto. Esperó a que se llenara hasta la mitad, y al tocarla afortunadamente tenía una temperatura a su parecer perfecta.
Se dió la media vuelta, con una sonrisa de satisfacción, aún sin notar las múltiples marcas de su acompañante.
-Ja. -Rió nervioso- Fué más fácil de lo que pensé.

Reprimió una carcajada cuando vio que su amo tampoco parecía tener muy claro cómo se llenaba la bañera. El gesto de confusión de Takuma, de alguna manera, consiguió hacer que se relajase un poco. Además, al estar su amo peleándose con la bañera, no podía mirarle, y Narcys se sentía menos avergonzado.
Cuando Takuma se quedó mirando el tapón como si fuese un insecto extraño, en tanto el agua corría con un sonido característico y hermoso, Narcys no pudo aguantar más y rio en voz baja, cubriéndose la boca con la mano. Al momento se recompuso y le miró, esperando que no le hubiese escuchado reír de ese modo.
-Lo... lo siento... no quiero ofenderte, pero... -aclaró- pero es tan gracioso...
No pudo aguantar más y se rio de nuevo. Hacía meses, años, desde que no reía tanto. Finalmente, su dueño pareció entender la función del tapón, con lo que la bañera acabó por llenarse hasta la mitad.
Narcys se sonrojó un poco más cuando su amo se volvió a mirarle, con aquella sonrisa que, ahora lo reconocía, le hacía muy actractivo. Entendió que podía entrar ya a bañarse y, todavía abrazándose el torso, se introdujo en el agua caliente, rezando para que Takuma no viese aquellas marcas. Por el momento, no parecía haber notado nada, afortunadamente.
Se deslizó en el agua caliente, sintiendo que que aquella calidez recorría todo su cuerpo, calmándole y relajándole. Suspiró intensamente y miró a Takuma con una sonrisa muy tímida.
-¡Es fantástico! Muchas gracias.

Sonriente más que nada por su triunfo al haber podido llenar la bañera, observó el alegre rostro del muchacho, quien ya se encontraba dentro de la bañera.
Estaba distraído en el momento que pasó cuando el chico se trasladó del frio suelo al agua, por lo que aún no notaba sus cicatrices y marcas.
-Me alegro de que te guste, y por favor, solo dime si te incomoda mi presencia.
Reiteró, caminando a sentarse en un banquito cercano al lavamanos. Estando una vez allí, examinó nuevamente con la mirada las facciones del humano. Era solo un niño, y le hacía tremendamente feliz oirlo reir así.
Se quedó embobado, viendo ahora un tanto serio, el joven rostro de Narcys.

Se recostó en la bañera, suspirando, envuelto en un suave vapor que no le agobiaba ni mareaba como había sucedido antes, por ser más fino y sentirse él mucho mejor. Se enjabonó el cuerpo y el cabello, cuidadosamente, sin mirar otra vez a Takuma. Después, dejó que el calor invadiese cada centímetro de su cuerpo. Se sentía muy a gusto allí dentro; en los últimos años, cuando se bañaba, lo hacía con agua fría, normalmente derramando baldes sobre su cuerpo, y tan sólo cuando sus amos exigían que estuviese "presentable". Disfrutar de un baño así era un lujo que Narcys sabía apreciar muy bien.
Se volvió en un momento dado para dar de nuevo las gracias a su amo y le descubrió mirándole con fijeza, completamente embobado. Sus mejillas adquirieron un tono aún más carmesí. Le miraba de un modo que Narcys no sabía leer ni descifrar... sentía un poco de vergüenza, pero no se encontraba ni mucho menos incómodo.
-No... no es necesario que te vayas... a mí no me molesta...
En el fondo, descubrió que le gustaba que le mirase, igual que le agradaba que le hablase dulcemente y le mimase con todas aquellas atenciones. Necesitaba cariño, aunque le costase reconocerlo, y Takuma se lo estaba dando.
-¿Pu... puedo preguntar? Antes... cuando estabas curando mi herida... vi... vi tu cara. Yo... aún no comprendo... Yo creía que tú no me morderías, y en efecto no lo hiciste, pero no consigo entender por... por qué no lo hiciste... Ta... tampoco entiendo por qué eres tan amable... no... no creo merecer nada de esto...

El sonido de sus dulces palabras, de nuevo lo alejó de sus pensamientos. Lo escuchó, ahora un poco más atento, y con una pequeña sonrisa decidió responderle desde su lugar, ignorando el vapor que muy poco a poco comenzaba a hacer borrosos los perfiles de ambos.
-Es más que simple la razón.. -Murmuró, con calma y serenidad- ...Siempre me educaron para aguantar la tentación en todo momento, a demás de que toda mi niñez se me enseñó a respetar a toda forma de vida. No soporto ver a otros vampiros abusar de los humanos, pues eso es jugar con vidas igual de valiosas que las nuestras, y por eso, casi siempre intento evitarlo.
Le explicó, resumiendo la situación. Al escuchar esos cuestionamientos se sentía demigrado, triste de que por culpa de la mayoría de esos insaciables chupa que abusaban de los débiles humanos, toda su raza tenía muy mala fama.
-Y.. ¿Amable? Pues, creo que se debe ser así con todos los que se lo merecen, ¿no?
Procedió a mencionar. Él creía que, en efecto, no había razón para ser malvado o brusco con alguien que jamás le hubiera hecho nada desfavorable.
-A demás... -Agregó ahora, apenas en un murmullo- ¿Cómo no ser amable con un joven tan educado y bello?