En la perfecta armonía del hogar (o casi...)

Después de un agitador día, Ephram había decidido ir a "casa" y descansar.

Se revolvió algo los cabellos y se dejó caer en el sofá, frente a la chimenea. Cerró los ojos unos segundos, disfrutando del silencio y la tranquilidad. Le gustaba vivir allí, todo era perfecto. Tranquilo, ordenado y limpio, justo como debía ser. Él era de aquellos que no podían dormir si había algo, por más mínimo que fuera, fuera de lugar. Era detallista y perfeccionista.

Estaba tan relajado que incluso empezaba a dormirse, no pensó ni por un segundo que algo (o alguien) fuera a interrumpir su descanso...

Finny caminaba persiguiendo a un pobre gatito que huía de él. El pequeño lo había seguido un buen trayecto hasta que este se coló por entre los barrotes de la puerta que cercaba una gran casa. Sin pensarselo dos veces, trepó por ella sin mayor dificultad y se coló en el gran jardín. Entonces corrió tras el pobre animal, llamandolo disgustado.

Cuando llegó a la puerta de la casa se distrajo del gato por unos segundos, mirando a su alrededor. La tripa le rugió cuando pasó cerca de la ventana a sí que decidió asomarse tratando de ver si había comida en el interior pero como era bajito, no llegaba bien así que decidió entrar. De la que se colaba, su pie tropezó contra la mesa que se situaba bajo la ventana y el pequeño calló estripitosamente al suelo montando un gran escandalo. Sin preocuparse si había alguien dentro, se puso a llorar a gritos.

Se despertó sobresaltado ante aquel escándalo.

¿Qué demo...?

Se levantó ya con el entrecejo fruncido y fue hasta a habitación dónde la "fuente" de su molestia se encontraba y la miró fríamente.

- ¿Se puede saber que estás haciendo en mi casa? - Le preguntó no muy amablemente, algo cortante. Sus ojos no pudieron evitar fijarse en la mesita caída y los objetos decorativos que sobre ella se encontraban yaciendo en el piso, algunos incluso hechos pedazos.

Finny ni si quiera se paró a escucharle, estaba sentado de rodillas en medio del desastre llorando escandalosamente tal y como un niño pequeño haría.

- ¡Mesa malaaa! - Gritaba por que se había hecho un pequeño rasguño en la rodilla.

Un ratito despues abrió un poco los ojos y vió al desconocido frente a él, con cara de pocos amigos. Con un gran puchero se levantó y se curó la rodilla solo con rozarla.

- Esa mesa mala me hizo daño.- Le dijo señalando el objeto inerte, sorbiendose la nariz.

- .... - Se le quedó mirando como si nunca hubiera visto un niño antes. Bueno, de hecho, nunca había visto uno en su casa...

- Técnicamente tú le hiciste daño a mi mesa - Le corrigió, poniéndole énfasi a aquellas palabras - y a todo lo que había sobre ella.

Se cruzó de brazos, algo molesto, pero sin pasar por alto el detalle de que el enano sabía cómo curarse.

- ¡No! - Respondió Finny ofendido, poniéndo un puchero aún más grande, amenazando con volver a montar el escandalo.

- Es que tenía hambre y...- Se sorbió los mocos.- Y quería ver si había comida pero... pero...- Se hechó a llorar otra vez.- ¡La mesa me tiro al suelo y me hizo daño!

- ¡La mesa no se ha movido sola! Tú te le caíste encima. - Bufó y negó, dandose cuenta que esa discusión carecía de sentido, no parecía que el de ojos amarillos estuviese dispuesto a dar su brazo a torcer.

- ¿Que edad tienes? - Le miró fijamente. Por su actitud infantil no le daba más de 11.

Finny se limpió las lagrimitas con la manga y aún dando suspiros por la llorera respondió.

- Quince.-Respondió mirando a la mesa con cara de enfado, pensando en lo que le había dicho el vampiro mayor.- Aunque no se moviera me hizo daño así que es mala.- Sentenció al fin cruzándose de brazos.

- ¿Quince? - Repitió mirándole casi acusadoramente, como si le estuviese engañando. - Te comportas como un niño de 10.

Se acercó a la mesa, sin poder resistir el impulso de volver a ponerla en su lugar.

- Es un objeto inerte, no es ni buena ni mala, sólo es una mesa. - Le explicó tajante. Si el chico tenía 15 años, estaba burlandose de él al actuar de aquella forma y eso le irritaba.

Finny lo miró , primero enfadado y frunció el ceño graciosamente.

- ¡Yo soy mayor! ¡No soy un niño! - Le dijo ofendidísimo pero enseguida se distrajo.

- ¿Qué es inerte? - Preguntó derrepente, sin entender, mirando ahora a la mesa muy de cerca con el ceño fruncido, como si estuviera buscando lo que era aquella palabra.

No le miró, recogiendo los adornos del piso y colocando nuevamente sobre la mesita los pocos que habían quedado intactos.

- Te comportas como un niño - Repitió nuevamente, antes de tomar aire y explicarle su duda. - Inerte es algo que no se mueve, deberías leer más. Es una palabra simple. - Le miró de reojo. - Y no deberías andar metiéndote en casas ajenas. Es peligroso y de mala educación.

- No se leer.- Le contestó tan tranquilo, ignorando lo de la mala educación y se colgo de su brazo.- ¿Me enseñarías? - Dijo poniénole ojitos.

- Además, ¿Por qué dices que me comporto como un niño?- Dijo frunciendo un poco el ceño, aun colgado de su brazo.- Yo soy mayor.- Recalcó, segurísimo de que el chico no le había oido.

¿No sabe leer? ¿Que clase de persona no sabe leer? Suspiró y se zafó del agarre tan pronto como pudo, tomó distancia prudencial de él y se cruzó nuevamente de brazos. Al menos así no podría agarrárselo.

- Puedes tener 376 años y aún así comportarte como un niño. Hablo de tu actitud, tu forma de actuar y hablar, tus gestos... Y no tengo tiempo para enseñarte a leer. Eso pídeselo a tus padres o búscate un tutor.

Finny le puso un puchero enorme, amenazando con llorar otra vez.

- ¡Eres malo conmigo! - Le gritó señalándole acusadoramente y comenzando a llorar otra vez.- Yo solo quería comeeeer..- Dijo sentandose en el suelo casi poniéndose rojo por el llanto.

Suspiró largamente y se masajeó las sienes. Ese chiquillo era exasperante, pero sin embargo, era un chiquillo y no estaría bien dejarlo ahí muriéndose de hambre.

- No toques nada. - Le advirtió antes de ir a buscar un poco de sangre. Había comprado un poco antes de ir a casa, así que estaba fresca.

- Ten - Le alcanzó una copa llena del ríquisimo líquido carmesí.

Al menos con eso se calla...

Finny pasó de llorar a gritos a esbozar una amplia sonrisa mirándolo como fascinado.

- ¿Es para mi? - Dijo ilusionado y tomó la copa, casi derramándola por el énfasis que imprimió en el gesto. Se la bebió casi de golpe, manchándose los labios sin darse cuenta y sin importarle demasiado.

- ¡Que rica! - Exclamó entonces y lo abrazó- ¡Gracias!

No alcanzó siquiera a contestarle cuando ya lo tenía ahí, abrazándole confianzudamente. Se tensó y gruñó algo.

- No me toques. - Le ordenó, seprándose de él. Le miró de reojo y no pudo evitar pensar que ese niñato no tenía ni la más mínima educación.

Debe vivir en la calle... Frunció el entrecejo al pensar aquello. Si ese era el caso, no estaba bien. Un niño no debería vivir en la calle... Se regañó mentalmente por andar haciendo suposiciones que no venían al caso.

Finny se quedó quietecito con las manos cogidas entre sí, mirando a aquel hombre con cara triste. Era malo y antipático.

- ¿Por qué no me dejas tocarte? - Preguntó ahora con timidez, como si estuviera muy triste y de hecho así se encontraba.

Miró al suelo con un puchero y movió los pies, como si le estuvieran regañando.

Sintió una ligera punzada de culpa. Suspiró nuevamente y le miró.

- No está bien que toques a una persona que no conoces. Podrían malinterpretar o aprovecharse de ti y hacerte daño - Le explicó.

- Y en lo personal, no me gusta que me toquen, me conozcan o no. ¿Entiendes? - Le miró fijamente.

Finny negó con la cabeza cogiéndose las manos tras la espalda.

- ¿Y por qué no te gusta que te toquen? - Dijo entonces quietecito para no enfadarle otra vez,

- A mi me gusta que me abracen, aunque luego la gente se enfada por que les muerdo.- Miró al suelo con el ceño fruncido, como si aquello no fuera normal.

-... No me gusta y ya - Le contestó, la verdad ni él mismo sabía la razón. Sólo le ponía nervioso y le apenaba, y eso no le gustaba.

- No está bien que andes mordiendo a la gente. - Le miró algo extrañado, ese niño parecía no saber nada sobre nada - Es normal que se enfaden. - ¿Te has críado solo? - Le preguntó. No encontraba otra explicación. Cualquier persona sabía las normas y conductas básicas, cualquier persona excepto Finny.

- Pero es que algunos saben ricos y... y... y me da hambre.- Dijo moviendo los brazos expresivamente para explicarlo.

Ante la pregunta de Ephram se encogió de hombros, aburrido de aquella conversación. Entonces se dió la vuelta y se perdió por el pasillo, mirando con curiosidad la casa.

No pudo contener un ligero tic en la ceja. ¡¿Quién se creía ese niñato para ignorarle así?! ¡Y encima se paseaba como Pedro por su casa!

-¿A dónde crees que vas?- Le preguntó irritado.

Enano maleducado...

- Es que...- Se sonrojó por completo y se llevó las manos hacia adelante haciendo ese gesto que hacen los niños cuando tienen que ir al baño. Desvió la mirada avergonzadísimo y apretó los labios,hinchando los mofletes.

- Tengo que ir al baño.- Murmuró apurado.

Contuvo un nuevo suspiro y se llevó una mano al rostro en señal de agobio.

- En el pasillo, tercera puerta a la derecha. - Ese niño le desesperaba.

- Podrías haber preguntado. - Le reclamó.