Perdido. (Libre.)

Le desabrochó los pantalones y los bajó un poco, suavemente, volteándolo sobre la cama y mirando entre sus piernas, tranquilo al ver que ya no sangraba, aunque posiblemente tendría molestias durante un tiempo.

-Podría haber sido peor... -murmuró para sí, como si aquello no lo hubiese causado él-. Creo que te recuperarás pronto de todo esto.

Volvió a colocarle la ropa y le hizo una caricia en el cabello, como indicándole que ya había terminado.

No pudo menos que sorprenderse al ver como el chico había comprendido lo agotado que se sentía... era un muchacho muy agudo y sagaz, de eso no había duda... o eso, o Jacob estaba en peores condiciones de las que creía.

-Sí, es un alivio, pequeño...

Se tendió sobre la cama, dejando escapar un bostezo.

-Es verdad que estoy algo cansado... Ah, pero no quiero molestarte... Soy un invitado muy pesado...

No fue indiferente a aquel bostezo, pero permaneció quieto en tanto Ikuto iba a buscar la cobija y le cubría. Le molestaba que el chico, que seguramente estaría también agotado, se quedase sin descansar... quizá hasta querría quedarse despierto para velar su sueño.

Por eso, le asió suavemente de la cintura y le hizo tumbarse, cubriéndolo con la cobija y abrazándolo todavía.

-Así está mejor, ¿no crees?

Le acarició aquellas manos tan suaves y le sonrió, negando lentamente con la cabeza.

-Han sido unas horas complicadas para ti... Necesitas descansar, demasiadas emociones y sucesos en poco tiempo... En cuanto a mí... Ah, pequeño, sólo ahora me siento cansado... tan sólo llevo dos días sin dormir, no es tanto...

Tampoco era cosa de empezar a hablar ahora sobre sus problemas con el sueño, así que sonrió otra vez y cerró los ojos.

Aunque durante sus años de vida había tenido serios problemas para dormir, en esa ocasión estos parecían haber desaparecido. Se sentía tranquilo y realmente agotado, además de un poco atontado por la cantidad de olores a perfume que desprendía el chico... había exagerado echando productos en la bañera, pero así era seguro que nadie llegaría hasta la casa guiado por el olor.

Poco a poco, fue cayendo en un ligero sueño, que aunque no profundo, era distinto de su duermevela habitual.

Cuando al fin despertó de aquel ligero sueño, no pudo determinar cuántas horas había dormido... suponía que unas pocas, no más de cinco. Contempló al chico dormido, con una suave sonrisa en los labios, y se levantó, cubriéndolo con la cobija.

Bajó las escaleras a toda prisa, buscando la cocina, encontrando aquella cantidad de comida para humanos... que miró con desconcierto. ¿Qué podía llevar para Ikuto? Sus dudas se despejaron al ver unas cuantas piezas de chocolate... era dulce y delicioso, según decían, así que no lo pensó más.

Subió de nuevo a la habitación y se sentó junto al chico, esperando que despertase.

Le acarició suavemente la mano, y luego el suave cabello azulado, dedicándole una amable sonrisa.

-Te he traído chocolate... Perdona por no traer nada mejor, pero es el único alimento humano que conozco. Patético, ¿verdad?

Sonrió otra vez y le ofreció un pedazo.

Esbozó una sonrisa triste al escucharle... a él también se le había olvidado ese 'pequeño' detalle de que los humanos comían en alguna ocasión... recordaba que uno de sus jóvenes esclavos había muerto literalmente de hambre, tras encerrarle unas semanas como castigo.

-Ah... No, yo no... Yo no como lo que tú... Cocina para ti, si quieres... Yo bebo sangre, pero no te morderé... estás muy débil para eso...

Le sonrió y partió otro pedazo, tendiéndoselo.

Asintió lentamente a sus palabras, mirándole con curiosidad.

-Yo he probado carne en alguna ocasión... y no es lo mío, prefiero la sangre. Pero, a decir verdad... no estaría de más... ¿puedo coger un pedazo de tu chocolate?

Le sonrió al pedírselo. Estaba tratando de ser muy gentil, pues no era difícil imaginar lo triste que debía sentirse Ikuto tras el abandono por parte de su señor.

-¿Mal sabor? De ningún modo... Es... es deliciosa... muy dulce...

Se arrepintió de haber dicho eso. No era precisamente normal haber bebido su sangre a la fuerza y ahora decirle que le gustaba. Pero ya estaba hecho.

-Yo tampoco lo sé... Nací así y, desde que era un bebé, tomé sangre... así que no tengo ni idea... Quizá en algún libro pueda uno aprenderlo... Pero es una buena pregunta.

La sonrisa le tranquilizó, así que tomó un pedazo y lentamente se lo llevó a la boca, saboreándolo lentamente... sabía como la sangre de alguien con exceso de azúcares, muy dulce... Lo paladeó y sonrió al muchacho.

-Es sabroso... Comprendo por qué a mi esclavo le gusta... Le compraré más chocolate de ahora en adelante...

Aunque, de todos modos, tras el segundo pedazo, empezó a resultarle algo pesado.

Asintió, comprendiendo, aunque en realidad no entendía como una cosita así podía subir de peso a las personas... qué extraños eran los humanos. Tampoco preguntó... sabía que se escapaba a su comprensión del mundo.

-Bueno, porque lo tomes hoy no pasará nada... Necesitas algo dulce... sé que no es fácil la situación en la que te hallas.

Lo cierto era que todavía no había considerado esa posibilidad, pero ésta parecía bastante preocupante. ¿Adónde iría el chico entonces? Tampoco quiso preocuparlo... no después de todo lo que se había visto obligado a vivir.

-Ah, pequeño, pero ya verás como eso no sucede... Podrás vivir aquí y creo que algún día tu señor regresará...

Lo veía bastante improbable, pero no quería desalentar al muchacho.