Perdido. (Libre.)

Aminoró la velocidad a llegar a la zona más o menos residencial, viendo que Ikuto contemplaba las mansiones.

-¿Padre? Sería imposible para mí... sobre todo cuando yo... ah, es complicado...

Vio que el joven parecía sobresaltarse y detuvo el auto frente a aquella mansión, llevándose la mano a la frente.

-¿Y no tienes idea de dónde puede estar, pequeño? O de por qué s ha marchado...

Vio aquella expresión de tristeza en el rostro del muchacho y el modo en el que hablaba. Dejó escapar un suspiro por lo bajo. No era justo. No era justo que aquel vampiro hubiese abandonado a su esclavo. No era justo que le hubiese dejado, después de toda aquella fidelidad... ¿como un juguete? Sí, él había hecho cosas por el estilo... pero nadie antes había sido tan fiel...

Sin pensarlo, se bajó él mismo del coche, escuchando lo que le decía sobre la caja de chocolates y anotándolo mentalmente. Caminó hacia el chico y, sin previo aviso, le abrazó suavemente.

-No, no es justo que te haya abandonado... No voy a consentir que duermas aquí fuera... Quién sabe lo que puede pasarte...

El chico no podía dormir ahí fuera... si ya había tenido esos problemas, ¿qué sucedería si se encontraba con un vampiro sediento de sangre, un violador o un asesino? No, no era seguro.

Forzó la puerta con algo de dificultad y la abrió.

-Pasa... y permite que entre... No puedes quedarte aquí solo... sin unas cuantas medidas de seguridad...

Quedó asombrado ante aquella ceremonia y gesto por parte del chico. Le vio inclinarse y suspiró, acariciándole un poco el cabello.

-Tu lealtad es digna de todo elogio... -murmuró-. Eres más leal que la mayor parte de vampiros, humanos e híbridos que conozco...

Se deslizó en el interior de la casa, mirando a un lado y a otro, suponiendo que en su ausencia no había entrado nadie. Se volvió e hizo que el chico alzase el rostro con suavidad, sonriéndole.

-Vamos, ahora es momento de empezar una nueva vida, ¿no crees? Y de todos modos, tu amo aún puede regresar...

Se fijó en la manera en que sacudía los cojines para él y estuvo a punto de impedírselo pues, en su opinión, el chico tenía que descansar después de todo lo vivido. Pero después, al ver su ligera sonrisa, pensó que quizá se sintiese bien preparando aquellas cosas como él, tratándole como un huésped, así que caminó hacia el sillón y le dedicó una sonrisa agradecida.

-Es muy agradable...

Se le quedó mirando, sintiéndose, no sabía por qué, vagamente molesto debido a que estuviese en pie.

-Ven aquí... siéntate, no debes quedarte de pie... Y en cuanto a limpiar... no debes hacer esfuerzos después de lo de esta noche... Traeré algunos criados para que lo hagan...

Se detuvo un momento, cmo reflexionando.

-Deberías quedarte a vivir aquí... Es más o menos seguro. Ah, y en efecto deberías aprender a manejar un arma... porque nunca has usado ninguna, ¿verdad?

Suspiró de alivio al ver que se sentaba. Si iban a conversar, mejor hacerlo así, con comodidad.

-Pero tú no puedes limpiar solo toda la mansión... Así que, al menos unas semanas, enviaré dos criados... y harán las tareas más pesadas...

Le acarició luego el cabello, escuchando y sonriendo.

-Claro que no sería bueno que anduvieses por ahí con un arma... pero sí que la tuvieses contigo en casa, por si llega algún atacante y pretende hacerte daño... Te regalaré un par de pistolas.

Al verle tan apenado y advertir aquel suave sonrojo en sus mejillas, sencillamente le tomó en brazos y colocó sobre su regazo, sonriendo suavemente.

-No creas... La pistola es fácil de manejar, no te dará problemas... Además, tampoco necesitas mucha puntería... Si llega un atacante, dispara a una zona vital... si no aciertas, siempre puedes seguir disparando, cuentas con el factor sorpresa...

Le acarició el cabello.

-Tu amo quizá vuelva... no pierdas la esperanza...

Continuó con las suaves caricias en el cabello del esclavo. Deseaba tranquilizarlo, pues suponía que había sido un golpe bastante duro el darse cuenta de que su amo le había abandonado. Por ello, trataba de darle cariño y de hacerle sentir un poco menos solo.

-Bueno, para cualquier atacante sería toda una sorpresa que un joven e inocente esclavo humano le apuntase con una pistola... comprensible, ¿no? Ah, sí, si puedes darle en el corazón o la cabeza, mucho mejor... si no, en cualquier zona del pecho o vientre, rematándolo luego... pero con cuidado, porque si le perforas el estómago, por ejemplo, a lo mejor tiene tiempo de dispararte a ti... Mejor que sea una sorpresa... y que ni se entere de que se ha muerto

Le atrajo hacia sí y le hizo recostarse contra su pecho, advirtiendo que había cerrado los ojos, cosa que tomó como un signo de tranquilidad.

-¿Impresionante? Eres la primera persona buena que dice eso... la mayor parte del mundo piensa que soy un salvaje sin escrúpulos... Ah, matar es mi arte... y también el colmo de la inmoralidad, pero yo tengo una moral bastante propia y personal, como ya habrás advertido...

Suspiró y acarició otra vez aquellos preciosos cabellos azules.

Su ligera sonrisa abandonó su rostro y se quedó pensativo, acariciando ahora las manos del joven esclavo.

-¿Valor? Ah, eso pensaba yo... antes de empezar a matar... Pero después... convertí matar en mi obsesión y lo hice para huir de mí mismo y de la culpa... derramar más sangre era una manera de limpiar aquella que había derramado cuando maté por primera vez. Suena idiota, ¿no? Pero el único asesinato del que me arrepiento fue accidental... y aún hoy no me lo perdono... No soy valiente... soy un monstruo que se cree valiente...

Le miró con sorpresa, tratando de creer en aquel razonamiento... pero le costaba pensar que él tenía algo de bueno, y aún le era más difícil pensar que eso le importaba.

-Eso es cierto... Pero al principio le hice daño... y ahora trato de arreglarlo, pero... no sé si seré capaz... Aún así, cuatrocientos años siendo un monstruo no son algo que se pueda dejar atrás... u olvidar fácilmente... Siempre... destruyo las cosas, mas ahora intento arreglarlo... como hice contigo... Ah, debí de haberte escuchado desde un principio...

Le alivió que el chico no retirase las manos y siguió acariciándolas suavemente.

Se sorprendió de que el chico entendiese tan bien la situación, de que le comprendiese y admitiese su comportamiento, a causa del cual podría odiarle ahora.

-En eso tienes razón, pero no son sólo los humanos... Los vampiros también son podemos llegar a mentir con bastante habilidad... aunque a mí no me gusta mentir, es algo que detesto...

Cerró los ojos, con un suspiro, y abrazó más fuerte a Ikuto.

Las palabras del muchacho interrumpieron sus pensamientos. Asintió con suavidad, contento de que Ikuto se hubiese acordado de eso, pues él había olvidado completamente el peligro que corría el chico si el rastro de sangre del guardia llevaba a los vampiros hasta allí. De todos modos... tenían tiempo, posiblemente no hubiesen descubierto ya el cadáver.

-Tienes razón. Te llevaré al cuarto de baño.

Le cargó en brazos, de ningún modo molesto por llevarle, ya que el joven era muy poco pesado. Subió las escaleras y buscó el baño con la mirada, dejando a Ikuto en la puerta.

-Quítate la ropa y dámela... la quemaré en la chimenea... Ah, y tú báñate... lávate muy bien, que no quede ni una sola gota de sangre del guardia en tu cuerpo... Después te oleré yo mismo para ver si todavía pueden seguir el rastro.