Perdido. (Libre.)

Asistió a aquella nueva transformación, viendo que desaparecían los rasgos gatunos y temiendo que eso molestase de algún modo al chico, pero parecía apaciblemente dormido. Poco a poco, se fue irguiendo hasta quedar sentado con la espalda en la pared, pero con el esclavo en brazos, acariciando suavemente su cabeza.

-Duerme bien... pequeño...

Susurró esto en voz muy baja, pues no deseaba despertarle.

Temía que Ikuto se despertase... al fin y al cabo, necesitaba descansar después de todo lo sucedido. Por ello, permaneció muy quieto, tan sólo acariciando de cuando en cuando y fugazmente su cabello, contento de que aquel frío de su cuerpo se hubiese marchado.

La noche transcurrió con lentitud. Jacob no llegó a dormir en ningún momento, aunque mantuvo los ojos cerrados durante algunos minutos, como buscando una cierta paz, mirando después al joven esclavo que dormía junto a él y al guardia al que había hecho dormir para siempre. Horas después, sintió el suave cosquilleo de la luz del sol en el rostro, parpadeando algo molesto.

-Mira, ya ha amanecido...

Sacudió suavemente al chico, tratando de no dañarle.

Escuchó aquella suave voz, pero no entendió bien las palabras, aunque renunció a preguntar... a nadie le gustaba que se le interrogase justo después de despertarse. Le acarició suavemente el rostro y le besó la frente.

-No te preocupes... La verdad es que has sido muy divertido... me recordaste mi infancia, ¿sabes? Eras como un gatito... maravilloso...

Se detuvo un momento, frotándose el rostro para despejarse.

-Pero tenemos un pequeño problema -señaló al guardia muerto-. Te esta mirando cuando... en fin, te pusiste a cuatro patas como todo un gatito y no quise que... que te mirase así...

Sus ojos se clavaron también en aquellos dos océanos de Ikuto... por alguna razón, le gustaba mirar fijamente a los ojos a su interlocutor, cuando era algo importante lo que tenía que hablarse. Ahora simplemente esbozó una sonrisa suave.

-Es una personalidad preciosa, ¿sabes? Me hiciste reír y disfrutar como un niño pequeño... y eso no es nada fácil. Si tienes esa personalidad, no debes tratar de ahogarla, porque es parte de ti. Es como si... como si yo me negase a beber sangre.

Le ayudó a cubrirse, buscando con la mirada las ropas del chico... encontrándolas hechas harapos y recordando que él las había desgarrado y se había limpiado con ellas. Mejor no recordarlas ni mencionarlas. Simplemente se acercó al guardia y le quitó la camisa, que debía ser unas dos veces el tamaño del esclavo y cubrir al menos hasta un poco de su muslo. Además, no estaba apenas manchada de sangre, pues el disparo había sido en la cabeza.

-Vamos, póntela. Y en cuanto a él, no te disculpes... Era un pobre diablo que buscaba lo mismo que yo... aprovecharse de un prisionero... Tuvo mala suerte, porque yo había decidido protegerte. No te preocupes... hablaré con el jefe de los calabozos, que es su amante... se enfadará y mandará unos cuantos de la mafia por mi cabeza... pero por suerte no puedo morir, así que como máximo quemarán la casa... pero no lo harán porque el jefe sabe que él si estará muerto si se atreve a molestarme. Lo arreglaré con un par de paquetes de droga y unos nuevos revólveres que me han llegado.

Le tranquilizó que el muchacho no se negase a ponerse aquella camisa... al fin y al cabo, era la de un guardia muerto, y tampoco le hubiera gustado eso, ya que no tenía otra cosa que ofrecerle. Sonrió amablemente a sus palabras.

-Creo que tú eres un joven no demasiado pequeño, para tu edad, que...por cierto... ¿cuántos años tienes? Lo que sucede es que los guardias suelen ser muy fuertes... verás, aquí no traen tan sólo chicos esclavos como tú, más o menos dóciles, sino que hay individuos peligrosos...

Tomó el abrigo y lo apartó a un lado, aunque después se le ocurrió una idea mejor y miró al chico.

-¿Seguro que no quieres ponértelo? No me gustaría que tu amo te recibiese resfriado...

Si no podía arreglar las heridas y la violación, al menos no estropear más las cosas, pensó, riendo ante su última pregunta.

-No en toda la isla, quizá... al menos no en todos los estratos sociales... Hay demasiada gente que me odia. Digamos que soy una especie de noble metido en los bajos fondos de la sociedad... cuando llevas cuatro siglos matando y traficando, empiezan a cogerte respeto. El jefe de los calabozos es un contacto dentro del tráfico de drogas... supongo que no se tomará a bien lo de su amante, pero supongo que con armas, drogas y quizá un bonito esclavo humano se arreglen las cosas.

Sonrió al ver que decidía tomar el abrigo, ayudándole gentilmente a ponérselo, sorprendiéndose al mismo tiempo de que el chico fuese tan joven... diecisiete años... A saber cuántos llevaba en la Isla, tampoco era algo para preguntar, pues quizá molestase a Ikuto.

Al ver el aspecto del chico con toda aquella ropa que le quedaba gigantesca, no pudo evitar reírse, revolviéndole el pelo y luego agachándose para doblar las mangas del abrigo y que así pudiese sentirse más cómodo.

-Tendrás que llevarla, aún así... No creo que por aquí haya ropa de tu talla...

Le miró, escuchando atentamente sus palabras acerca de la enfermedad.

-Ah, pero a tu amo eso no le importará... Eres muy dulce cuando te comportas como un gatito...

Le devolvió la suave sonrisa y le acarició la sonrojada mejilla.

-Ah, pequeño, no soy tan joven para que me llames 'joven' pero tampoco soy tan viejo como para ese 'usted'. Puedes tratarme de tú.

Le sonrió otra vez, preguntándose seriamente si sonreír tanto sería bueno o si se estaba volviendo loco y se marchó un momento de la celda. En los calabozos ya se iniciaba la actividad del día. Acudió a la cantina de los guardias y expresó su deseo de llevarse comida... diciendo que aún no había acabado con un prisionero, y que quería comer algo. Nadie se lo discutió, así que volvió a la celda trayendo consigo un pequeño pastel de chocolate y leche.

-Te he traído esto como desayuno... Ve comiendo mientras yo me ocupo del cuerpo.

Y, arrodillándose junto al cadáver, rebuscó en los bolsillos para extraer los documentos que llevase de tipo identificativo, pensando cuál sería la mejor forma de deshacerse de aquel cuerpo.

Seguía observando el cuerpo, con una expresión un poco estúpida, su característica expresión a la hora de reflexionar. Sabía que no podría engañar al jefe de los calabozos por más de un par de días... no era idiota aquel hombre... pero si podía sacar a Ikuto antes de que empezasen sus problemas, se sentiría más tranquilo. Recordó que el guardia que tenía turno por la mañana era nuevo allí y que, a juzgar por su rostro, era un perfecto estúpido.

Arrastró el cuerpo hasta el centro de la celda y, metódicamente, empezó a desnudarle... amontonando la ropa en un rincón y alegrándose de que no estuviese rígido. Después, procedió a desgarrar todas esas prendas, mirando fugazmente al esclavo.

-Esto va a ser desagradable, mejor no mires.

Esbozó una sonrisa algo repugnante y empezó a atacar el cadáver, dejando marcas en el cuerpo y en la cara... señalando incluso en el cuello algo parecido a la mordida de un vampiro. Sí, cualquiera tomaría aquello como obra de Jacob... que se esmeró para dejar la cara más o menos irreconocible. Luego, lentamente, intentó empapar la ropa en la sangre, guardando su navaja.

Sonrió suavemente, una vez hubo acabado, y se limpió las manos, sentándose junto a Ikuto y abrazándole suavemente.

-Bien, pequeño, dije que te sacaría de aquí y lo haré... No será difícil... pero necesito que te comportes como si fueses mi esclavo durante un tiempo... es decir, mientras trato de hacer creer a ese imbécil de ahí afuera que el guardia era el ocupante de esta celda... No será difícil... tienen tantos presos que a veces se equivocan con los informes. Pero, de algún modo, tendré que justificar por qué me he metido en la celda de un supuesto asesino en vez de en la de un joven inocente y por qué salgo con un hermoso chico esclavo de los calabozos.

Se detuvo un momento y le acarició el cabello.

-No tengas miedo. Aunque las cosas se pongan feas, nadie te hará daño.

Al menos el chico no parecía asustado ni preocupado... eso alegraba a Jacob, no fuese a darle un ataque de pánico o algo así, estropeando el engaño.

-Bueno, no lo serás en toda regla... o tu amo tendrá más motivos para enfadarse conmigo...

Estaba empezando ya a elaborar una lista de excusas para el propietario del chico en cuanto llegasen a la mansión... tampoco quería tener que ponerse violento, y no creía que el noble fuese a aceptar sobornos.

-¿Te encuentras bien ya? ¿Te duele algo?

Le miró, con preocupación, pensando si las heridas y rastros del maltrato de la noche anterior le impedirían caminar.

Esbozó una sonrisa suave y le acarició el cabello, viendo que se había levantado.

-Ah, sí, gracias a mí... Ya... No hay de que... Al fin y al cabo, también fui yo quien te hizo sentir mal...

Era la primera vez que alguien le daba las gracias de esa forma... también era la primera vez que se preocupaba así por alguien.

-Te cargaré en brazos, aún así... No quiero que hagas esfuerzos... se te pueden abrir las heridas.

Le acarició la mejilla levemente, suspirando ante el rubor, comprendiendo lo que decía, pensando si no sería más coherente hacer caso a Ikuto. Pero no quería alejarle en ningún momento, fundamentalmente porque no se fiaba nada de lo que pudiese esperarle fuera de la celda... estaba más o menos seguro de que nadie había presenciado el asesinato, pero siempre podían haber quedado testigos. Y, de ser así, no sería posible el engaño... y tendrían que salir violentamente. En ese caso, prefería poder llevar al chico en brazos, protegiéndole así.

-No, no es seguro que vayas caminando... Puede ocurrir cualquier cosa... Desde que se hayan enterado de lo sucedido hasta que los guardias decidan tomarla contigo si, por descuido, te alejas un poco...

Se quedó pensativo un momento, todavía acariciando la mejilla del chico.

-Bueno, hay una posibilidad... Podrías dejar que te manchase un poco con la sangre del guardia... Aquí todos saben lo brutal que soy a veces... así que no les extrañará que mi esclavo se haya quedado inconsciente... y por tanto no pueda caminar. Se ofrecerán a cargarte, quizá, pero también saben que yo no dejo que nadie ponga la mano encima a mis propiedades. ¿Qué te parece?

Asintió lentamente... ah, era fácil dialogar con aquel chico, pues parecía muy razonable, aún pese a que Jacob le había involucrado en un verdadero problema... Si bien el vampiro podría salir más o menos tranquilamente de allí, el esclavo estaba completamente indefenso.

-Eso mismo -asintió, mojando sus dedos en la herida de bala del guardia, con cuidado de no llevarse parte de la masa encefálica-. Es asqueroso, lo sé... pero no pienso hacer que brote otra vez tu propia sangre.

Con cuidado y delicadeza, desgarró la camisa que llevaba en algunos puntos y manchó el rostro de Ikuto, dejando que la sangre se pegotease un poco al pelo para que pareciese que le había golpeado allí y, a continuación, dejando algunas manchas más en su cuerpo. Todavía tenía las marcas de las heridas, así que simplemente tuvo que dar más realismo a aquellas.