Perdido. (Libre.)

Le sonrió y volvió a besarle otra vez con violencia, pero en esta ocasión prolongó el beso, haciéndolo algo más suave hacia el final.
-Si has hecho algo malo o no, eso es algo que sólo yo tengo derecho a juzgar...
Suspirando, guiñándole un ojo, le besó en el cuello, justo donde le había mordido, sabiendo que su saliva quemaba al contacto con la mordedura.
-Y en efecto te has portado mal... no me has obedecido. Te dije que te desnudases, y no lo hiciste... me obligaste a hacerlo yo por ti... Soy un vampiro de posición y he tenido que rebajarme a quitarte la ropa... patético, ¿verdad?
Soltó una risa musical y lamió también sus otras mordidas, dejando que la saliva reaccionase con la sangre del chico causándole dolor... sí, su saliva tenía el poder tanto de curar heridas como de causar dolor, según su voluntad, y ahora estaba utilizando la segunda opción.
-Deja de moverte de esta manera.
Arrancó con violencia la ropa interior del chico y la tiró a un lado, rozando con sus dedos la entrada del esclavo, dedicándole su sonrisa más cruel.

Sí, ahora sí que no había marcha atrás. Estaba demasiado excitado como para detenerse ahora. La visión del joven esclavo indefenso, desnudo, allí atado... era algo a lo que no podía ni quería resistirse.
-¿Es tu primera vez? -Preguntó, burlón-. Ya decía yo que tu amo no había sabido domesticarte adecuadamente...
Siguió jugueteando con su dejo cerca de la entrada del chico, mientras le besaba el cuello y el pecho, con el único fin de humillarle y causarle dolor. Repentinamente, introdujo el dedo en la estrecha cavidad del esclavo, moviéndolo con rudeza, mientras le sonreía.
-Puedo ser muy cruel... Ahora estoy siendo bastante bueno, ¿no te parece? Pero si no empiezas a pedir disculpas ya mismo... creo que no me tomaré la molestia de prepararte... y créeme, eso sí que te dolerá...
Le besó los labios de nuevo, para después arañar finamente con los colmillos el cuello del chico, sin morderle, pero haciendo brotar sangre y derramando de nuevo su saliva.

Se detuvo un momento, para escucharle, realmente asombrado... ¿aquel chico era idiota? ¿Realmente no sabía que no le soltaría o creería que no iba a hacerle daño? ¿Aquel dolor no era ya un buen ejemplo de que no se detendría ni tendría piedad?

-Tienes que disculparte por haberme desobedecido a mí, ya que no creo que seas fiel a ningún señor, ya que, según lo que pone en tu informe, eres un esclavo huido... y no tienes pruebas para demostrar lo contrario.

Sonrió, cada vez más excitado, e introdujo un segundo dedo, de una forma más violenta, tratando de que entrase en razón. Y, de todos modos, tampoco podía penetrarlo ahora sin hacerle demasiado daño... si el chico tuviera en verdad un propietario, no podía excederse mucho, pues si le dejaba señales o lo maltrataba demasiado le harían pagar una comisión, y Jacob no quería problemas... sobre todo si el amo del chico era uno de esos nobles sentimentales.

-Pide disculpas y seré suave, esclavo. Es muy fácil.

Le miraba con atención, esperando las palabras de disculpa que inevitablemente vendrían... sí, aquellas palabras que servirían para satisfacer su ego, que le harían sentirse como el dueño de una vida y que, finalmente, harían que pensase que el chico se había rendido y en verdad estaba dispuesto a comportarse mejor.

Le escuchó con una sonrisa, aunque con algo de desconfianza, porque el esclavo había hablado muy bajo y parecía no dirigirse a él, pero, de todos modos, tampoco había motivo para pensar lo contrario. Jacob estaba demasiado excitado como para detenerse a meditar sobre ello... había escuchado lo que quería, y con eso bastaba.

-No era tan difícil, ¿verdad?

Añadió un tercer dedo, pero esta vez con mayor delicadeza, sin intentar lastimarlo... era cierto que podía ser muy cruel, pero cuando se le obedecía sabía premiar. Besó al chico en los labios otra vez y, retirando los dedos, se bajó sus propios pantalones.

-Abre las piernas... y deja de moverte así.

Aquellas disculpas eran como música para los oídos del vampiro; le excitaban y, al mismo tiempo, le hacían sentirse poderoso y grande... sí, realmente aquel chico estaba aprendiendo a comportarse. Por ello, se sorprendió al ver que no le obedecía al ordenarle que abriese las piernas... frunció el entrecejo y, contrariado, le golpeó el rostro con violencia, porque no soportaba que le llevasen la contraria, más en una situación así.

Después le abrió él mismo las piernas; no era tan difícil, debido a la debilidad y la indefesión del joven esclavo. Las mantuvo sujetas y se inclinó entre ellas, mordiéndole otra vez los labios y tratando de penetrarle, aunque al principio no fue capaz, porque todavía estaba demasiado estrecho. Mas no pensaba rendirse y, poco después, consiguió entrar en él de forma violenta, deteniéndose un momento y empezando luego a moverse, dándose cuenta de que le había hecho sangrar.

Gimió levemente de placer y se lanzó a un violento frenesí, moviéndose de forma brusca, mordiendo de vez en cuando y de forma superficial la piel del chico.

Cada vez era más violento y rápido su movimiento, a la vez que frecuentes sus mordiscos. Dejaba escapar unos suaves jadeos, signo de lo mucho que estaba disfrutando aquello. Cuando sintió que estaba a punto de venirse, mordió al chico en el cuello otra vez, en tanto derramaba su semilla en el interior y salía de él. Se dejó caer, jadeante, sobre el cuerpo del esclavo.

Se puso en pie y se sacudió, limpiándose con las ropas desgarradas del muchacho, para después abrocharse los pantalones, mirando al esclavo con una sonrisa de triunfo y satisfacción.

-Delicioso... Mercancía de alta calidad, por lo que veo. Tu amo debe ser un hombre importante.

Si ya era excitante violar a un esclavo, cuanto más al chico mimado de alguno de esos nobles sentimentales... que realmente deshonraban la raza de los vampiros con esas ideas de igualdad.

-¿Quieres que te desate? Pídemelo por favor y quizá sea bueno contigo.

Encendió un cigarrillo y se sentó al lado del joven esclavo, acariciándole con gesto burlón el rostro, limpiándole la sangre de los labios y lamiéndola. Esperaba que le suplicase que le desatase, pues tenía las muñecas destrozadas, incluso habían llegado a sangrarle pero, sin embargo, le oyó decir aquellas palabras... con dificultad le escuchó, pero consiguió captar un nombre 'Soma'.

De esta manera, entendió que el esclavo se había mantenido firme y que antes no le había pedido disculpas a él... no, no se había doblegado, sino que él había entendido mal su gesto de resistencia y de ¿lealtad?. Sintió que la rabia empezaba a dominarlo.

-¿Quién es Soma? -Susurró, sujetándolo por el cuello, presionando las heridas para causarle dolor-. ¿Es tu amante? ¿Es un esclavo con el que engañabas a tu amo?

Le miraba fijamente, advirtiendo su terror, pero entonces recordó aquello de 'mi lord'. No, no podía ser un esclavo. Soma debía ser el amo del chico y éste había demostrado en efecto lealtad, diciendo eso en aquel momento, cuando ya todo estaba perdido. Jacob le miró, entre contrariado y asombrado.

-¿Soma... es tu amo? ¿Por qué le pedías perdón... si habías huido?

Dio una profunda calada al cigarrillo y expulsó lentamente el humo, aunque no en la cara del chico, como solía hacer. Estaba realmente asombrado... así que era verdad lo que el esclavo había dicho desde el principio. Jacob había torturado a personas para obtener información durante siglos, y sabía distinguir la verdad de la mentira.

Aunque no quisiese admitirlo, el joven le había impresionado, pues muchos esclavos se habrían doblegado rápidamente y le habrían declarado a él su sumisión, pero aquel no... aquel había permanecido fiel a su amo. Jacob comprendió que el chico decía la verdad con aquello de que solo su dueño podría tocarlo, cuando antes había pensado que se trataba de una simple excusa.

-¿Qué haré contigo?

Lo preguntó más para sí. En otras circunstancias, le hubiese importado poco lo que le pasase al muchacho... Se detuvo a pensar y supuso que los guardias de los calabozos abusarían de él un tiempo y después le llevarían de vuelta al mercado de esclavos, de manera que no volvería a ver a su señor... eso era un problema. Jacob no era una persona capaz de admirar a los demás, pero el valor y la lealtad eran virtudes que sabía distinguir, quizá las únicas... e incluso premiar.

-¿Quieres que te desate? -Murmuró, esta vez sin chantajes ni sarcasmos.

Apagó el cigarrillo, ya prácticamente consumido y se acercó un poco más al muchacho, desatándole las muñecas con ayuda del cuchillo que llevaba siempre encima, llevando sus brazos hacia delante y ayudándole a apoyar la cabeza, para que no se la golpease de forma brusca contra el suelo.

-Sé que ahora mismo me odias por lo que te he hecho... pero hay algo en ti... Me gusta que seas leal... hay pocos esclavos como tú, ¿sabes? Tu amo es afortunado de tenerte.

No sabía por qué estaba diciendo eso, pero sentía que debía hacerlo... Dentro de su mente, el chico ya no era un esclavo huido que se merecía todo castigo, sino un esclavo que había demostrado obediencia y devoción por su propietario.

-Pero eso de salir a buscar a tu dueño... fue una imprudencia...

Esta vez usó un tono más amable, como el padre que regaña a su hijo, pero lo cierto era que tampoco sabía qué decir... su orgullo y sus ideas sobre la esclavitud le impedirían pensar en disculparse, pero sentía que quería hacer algo por ayudarle.

Le acarició el cabello, sintiendo el penetrante olor a sangre, pero conteniéndose... ahora se daba cuenta de que quizá se hubiese excedido un poco, porque lo había destrozado... el chico apenas podía hablar.

-No podías defenderte porque yo soy más fuerte... me dedico a matar gente, y necesitas estar en buena forma para hacer eso...

Después se quedó pensativo, encendiendo otro cigarrillo y fumando con tranquilidad, como solía hacer siempre que necesitaba reflexionar.

-No voy a engañarte. Si te quedas aquí lo que yo te he hecho serán caricias en comparación con lo que los guardias querrían hacerte... no sé si me entiendes... Y después acabarías en el mercado de esclavos, de modo que sería probable que jamás volvieses a ver a tu amo, porque es difícil entrar en los calabozos... a mí me lo permiten porque tengo contactos dentro...

Se detuvo un momento, apartando por primera vez la mirada del cuerpo del esclavo.

-Creo que eso no te lo merecerías ni tú ni tu dueño.

Suspiró al ver que el chico estaba en peor estado de lo que había esperado... tenía razón, de continuar, acabarían matándole... y eso no estaba dispuesto a consentirlo, no ahora que una parte de él se había apiadado del esclavo.

-Sí, supongo que eso se siente... Aunque también hay vampiros que causan placer al morder, es extraño... Yo sólo he sabido causar dolor a lo largo de mi vida... siempre destruyo y rompo las cosas y las vidas... a eso me dedico, y no sé si debo arrepentirme... pero así es mi alma... Si pudiera morirme iría a ese infierno que imagináis los humanos.

Lo dijo sin tristeza; él era así, siempre había sido así y no se sentía capaz de cambiar... tampoco sabía cómo era hacer el bien o ayudar a que las personas no se sintiesen mal.

-De todos modos, yo me ocuparé de que nadie te toque... No me gustaría que murieses, al fin y al cabo tienes un dueño... y debería regresarte a él, sí, eso haré... Pero no creo que ahora puedas levantarte...

Se quedó un momento pensativo y después se inclinó sobre el cuerpo del chico.

-Quizá sólo sepa destruír... pero mi saliva también funciona curando, cuando yo lo deseo así... ¿quieres que cure algunas de tus heridas?

Lamió en silencio las heridas del cuello y el pecho, además de la del labio, dejando que su saliva se derramase en la piel. Como si se tratase una sustancia con cualidades extraordinarias, poco a poco las heridas se cerraron, aunque la piel quedó enrojecida y Jacob sabía que todavía le dolería durante un tiempo...

-¿Dónde vive tu dueño? Háblame de él... tengo información de la mayor parte de los vampiros de esta isla o puedo conseguirla, sin grandes problemas.

Cuando hubo terminado, se levantó y se dirigió hacia la puerta.

-Espera un momento, vuelvo ahora.

Cerró la puerta con llave, dando órdenes expresas al guardia de que no dejase entrar a nadie, y fue a buscar un recipiente con agua y algunas toallas. Regresó a la celda y entró, sentándose al lado del chico.

-Supongo que no me dejarás limpiar ahí abajo, pero que tampoco querrás estar manchado.

Suspiró y apartó un poco la mirada, para no ver los hilos de aquella mezcla de sangre y semen que todavía se deslizaban por las piernas del chico.

Le acarició la mejilla y se sentó a su lado, tomando el cuerpo del chico y tendiéndolo otra vez sobre el suelo de piedra, suspirando.

-Entonces te limpiaré yo... No te muevas, porque te dolerá más...

Le abrió las piernas con delicadeza, procurando no moverle demasiado y mojó la toalla en el agua, retirando primero aquella sustancia que manchaba la parte interior de sus muslos, para luego, con más cuidado aún, limpiar su entrada, de la que todavía manaba algo de sangre.

-Tranquilo... Sé que duele, pero te sentirás mejor... Esto pasará en un tiempo...

Limpió la toalla en el agua y, mojándola bien de nuevo, la deslizó sobre la piel del chico, dejándola ahora sí completamente limpia. Se levantó y fue a por su abrigo, que había dejado tirado a un lado. Era muy grande, tanto que en él cabrían tres muchachos del tamaño del esclavo.

El suelo de la celda estaba frío y, al rozar el cuerpo del muchacho, Jacob notó que se estaba quedando helado, así que lo envolvió en su abrigo y lo dejó otra vez en el suelo, tumbado boca arriba, pues suponía que, después de todo, así era como más cómodo debía estar.

-Bien, me quedaré esta noche contigo y mañana, cuando amanezca, te llevaré en mi coche a casa de tu dueño... no será difícil y no me costará demasiado dinero sobornar a unas cuantas personas.