¿Gran descubrimiento? [En venta~ libre.]

Tal vez el haberse dejado atrapar no había sido tan mala idea, y comenzaba a convencerse sobre ello. En el barco, se había tomado el tiempo para "divertirse" un rato con aquellas criaturas tan extrañas que lo rodeaban, seres que jamás había visto, ya que siempre -o al menos desde que recordaba- había vivido y 'jugado' solamente con los humanos.
A quienes había abierto, destripado e investigado durante el largo viaje hacia la isla, les había encontrado cosas muy peculiares, al menos para él: Algunos tenían rasgos felinos, perrunos o de otros animales, con orejas afelpadas de dichas criaturas, cola, garras y demás cosas que le llamaban mucho la atención. También a uno de los guardias que había matado sin que los demás se dieran cuenta; le encontró largos colmillos, y descubrió que también contaba con una fuerza descomunal.
Para Sai, aquel había sido un increíble descubrimiento que le hacía presentir que su estancia en la isla sería muy interesante.

...Luego de llegar al puerto de la isla no se resistió a ser llevado al mercado, dejando que los guardias restantes lo llevaran como si nada sin tener que esforzarse demasiado para que el otro caminara. Lo encerraron en una jaula pequeña y los fornidos hombres se marcharon tras haber hablado con un vendedor para que se hiciera cargo de la venta del albino; quien vestía solamente una camiseta larga y grande y pantalones de seda ajustados, como un pijama.
Sai no miraba a ninguna persona que pasara, pues su vista estaba clavada en el vendedor, quien anunciaba su precio a los gritos. Con una sonrisa siniestra y los ojos bien abiertos, abrazándose las rodillas con el mentón entre éstas, el jovencito miraba al tipo, planeando su escape o esperando a que alguien más fuera a comprarlo... lo que sucediera primero.

El albino, al ver que alguien más se acercaba ladeó sin mucho interés la cabeza hacia esa persona, mas su sonrisa se amplió más al verlo detenidamente. Era uno de esos bichos raros con colmillos, que tanto atraían su atención. Pensó que sería realmente muy afortunado si esa persona lo compraba, así podría estudiarlo más de cerca, tal vez inclusive sin la necesidad de partirlo en dos para verle los órganos.

...El tratante, pensando que aquel jovencito era un humano porque aún él no había dado a conocer sus poderes -fuerza, agilidad- y todavía nadie lo había mordido como para comprobarlo, suponía que era solo un humano más, débil y sin valor, y su precio no era demasiado elevado.
-Tres lingotes de oro y dos rubíes, mi señor..
Anunció el vendedor mirando al ojipúrpura con una sonrisa avara e interezada.

Mientras tanto Sai solo los miraba a ambos, con la misma sonrisa de lado a lado que tenía desde antes, e ignorando tranquilamente lo que el vampiro le había dicho mentalmente.

El vendedor miró las cajas con los ojos desmesuradamente abiertos, las cejas arqueadas y una expresión de muy notable sorpresa. Sin embargo no se atrevió a discutir ni a decir nada respecto a la cantidad de paga dada, pues obviamente así era mejor para él. El tratante se giró hacia la jaula asintiendo a las palabras del vampiro, la abrió y sacó al muchachito jalándolo de la soga que tenía atada al cuello. Así lo hizo entrar por una puerta de cortinas, en donde permaneció unos momentos.
En ese lugar el tratante se ocupó de darle de comer -o al menos intentarlo- al "jovencito", mas Sai apenas probó un bocado y luego dejó el resto, a lo que el vendedor no discutió, así podía alimentar con las sobras a algún otro desafortunado esclavo. Y cuando quizo vestir mejor al albino, desde dentro de ese lugar surgió un griterío ensordecedor que llamó la atención de todo ser al rededor, pero que no tardó en cesar.

Salió luego Sai con la misma vestimenta que traía antes: la larga camiseta y el pantalón ligeramente apegado al cuerpo; solo que esta vez en sus ropajes habían algunas gotas de sangre, y sus manos estaban manchadas con el mismo líquido carmesí. Algunos, al verlo así y al notar que el vendedor no salía prefirieron hacer como si nada y huír del lugar lo más pronto posible, y otros se quedaron ahí como la chusma, esperando a ver lo que el nuevo amo del chico haría.

-Podridas es más fácil... En la caja entrarán mejor. -Solamente se molestó en decir, sonriendo de oreja a oreja y abriendo bastante sus orbes, dandole un aspecto de desquicio total.

Su expresión cambió drásticamente cuando el otro le dijo aquello. Su sonrisa se borró, mas no quedó totalmente serio, simplemente una expresión neutral. Entrecerró los ojos y examinó al vampiro con la mirada, de arriba a abajo sin pudor alguno ni molestándose en decir nada más. Sin embargo, pronto tuvo una objeción.
-Me gusta esta ropa, no quiero otra cosa.
Refunfuñó casi como un niño malcriado y encaprichado. Siempre usaba ese estilo de ropa, y no le gustaba la nueva porque tenía que usarla un buen tiempo para que se ajustara a sus gustos de suelta y suave, a demás de que generalmente picaba bastante. Nada como la ropa usada, a la que tan acostumbrada estaba su piel... Aunque en realidad, en parte, era por pura maña que no quería admitir.

-...Y ya he comido. -Agregó con desinterés, comenzando a caminar tranquilamente sin importarle si dejaba atrás el vamiro o éste lo seguía para vigilar que no escapara.
Sin embargo, como aún traía puesta al cuello la soga que obviamente el vendedor ya no sostenía, se atoró con ésta entre una de las tantas cosas/personas que habían al rededor que, al seguir caminando y de repente ser tironeado, terminó por caerse de lleno al suelo. Y curiosamente no se levantó, se quedó viendo de cerca el piso como si también le buscara algo interesante con la mirada tan cercana.

No pudo evitar soltar una pequeña carcajada al ver al chico y se acerco tranquilo y quito la cuerda que ataba el cuello del albino

"Listo, creo que con eso basta, y cuando te decia lo de la ropa, era para que tú mismo la escogieras, así podrias tener otra muda de ropa y poder lavar la que llevas puesta"

le explico como si de un niño se tratara[b]

Luego de sentir que la cuerda ya no rodeaba su cuello, finalmente puso las manos en el suelo y ayudándose con ambas se levantó, sacudiendose la ropa y manchándo ésta aún más debido a la sangre que todavía no se había limpiado de las manos, aunque poco le importó.
Se dio la mediavuelta para encarar al otro con su expresión nula, como si todavía le buscara algo interesante en el rostro con la mirada.

-No hay de esta ropa aquí.
Sentenció con un dejo de molestia, caprichoso. Era obvio que no lo había comprobado y que ni siquiera tuvo la oportunida de ir a una tienda de ropa desde su llegada, pero él estaba convencido de que no encontraría nada mejor de lo que traía puesto.