Se busca esclavo~ [Kio Kaidou]

No hacía mucho que llegaba a la isla, pero ya se había adaptado a todas las costumbres de ese lugar. Aunque no conocía todos los lares de aquella ciudad, ya había recorrido gran parte de la misma. Ahora, se había encaprichado en tener un esclavo, ya que había visto que todos los vampiros adinerados tenían uno que los consentía y cumplía sus caprichos.
Recorría las calles angostas del bullicioso mercado, vistiendo un ostentoso traje, con el largo cabello dorado suelto y callendole por la espalda, una mirada audaz, observando selectivamente las jaulas que retenían desde niños hasta adultos de todas las especies que estaban en venta; mas nada lo conformaba.

Algunas personas se lo quedaban viendo incrédulas, aunque a Vincent le importaba un bledo estar siendo observado de esa manera, y tampoco le interesaban los motivos por los cuales llamaba tanto la atención. ¿Sería su elegancia, su grácil caminar, o tal vez... sus ojos tan descomunales?... La verdad, no tenía demasiadas ancias por averiguarlo.
Continuó caminando a paso lento, con las manos en los bolsillos que contenían algunas bolsitas con monedas de oro, esperando a encontrarse con alguna adquisición prometedora.

Ya estaba comenzando a impacientarse. ¿Porqué allí solo habían pequeños empalagosos, demasiado serviciales, sumisos y llorones?... Odiaba tener las cosas servidas, por lo que le disgustaría un esclavo con el cual no poder lidiar. Vincent quería alguien rebelde, aunque claro, sin ser un loco al cual nada le importara y rompiera todas las reglas que impusiera. ¿Habría alguien que cumpliera sus peticiones, en un "término medio"?... Tal vez estaba pidiendo demasiado.

Tras pasar algunas otras jaulas, su mirada dispar se fijó en una en especial, que encarcelaba a un joven de cabello verdoso, que se veía bastante malhumorado.
-Bingo~
Susurró esbozando una sonrisilla triunfal, y un tanto infantil. Se acercó a la jaula y observó al 'espécimen' que estaba dentro, dibujando, con cierta ilusión en la mirada. Se emocionaba al pensar cuánto se "divertiría" con aquel muchacho.

-¿Cuánto cuesta? Se ve flacucho, ¿Lo han alimentado bien?... No quiero a un desnutrido.
Dijo al vendedor en voz alta, esperando que este fuera a atenderlo.

El rubio una vez más observó al muchacho enjaulado. Definitivamente el chico cometia un tremendo error al hablarle de esa manera, por una simple razón: El peliverde había convensido al rubio al hacerse el difícil.

Vincent sonrió, volviendo a mirar al vendedor con una expresión amable y casi calma.
-El pasillo diez está demasiado lejos, no tengo ganas de caminar hasta allá.
Se excusó sonriente y tranquilo, viendo de reojo al supuesto artista.
...Me conformaré contigo, supongo que servirás para algo, a pesar de tu semblante de bueno para nada.
Aseguró, a la vez que sacaba una de las manos de los bolsillos, sosteniendo una bolsita con oro en ésta. Así, se la entregó al vendedor.
-Espero que eso alcance. Sácalo con cuidado, no queremos que se lastime... aún.
Finalizó mentalmente.

Ignoró por completo los reproches del peliverde, y al ser apuntado con aquel dulce, estiró el brazo pasándolo por entre los barrotes y tomó el palito del lollipop, quitandoselo sin demasiado interés y observándolo por un momento, para luego soltarlo dejando que callera al suelo.
Miró, con una sonrisa burlona, como el tratante sacaba al esclavo de la jaula, y tras tomar las cadenas, murmuró al muchacho de hebras verdosas.
-Ya lo veremos, tenemos muuucho~ tiempo como para comprobarlo.

Tras sentenciar aquello se dio la media vuelta y sostuvo la mochila que contenía todas las pertenencias ajenas, para comenzar a caminar como si nada acarreando al chico llevandolo de las cadenas, como si de una correa se tratase. No dijo nada más al vendedor, ahora se dirigía camino a la limusina.

Ni se inmutó cuando el otro decidió hacer su 'berrinche'. Solamente siguió jalando, como si nada, arrastrando detrás suyo al peliverde, pues su fuerza vampírica alcanzaba -y sobraba, en realidad- como para hacer tal nimiedad de arrastrar a alguien de cuerpo tan ligero.
-Haz lo que quieras, pero te dolerá ir sentado, pueden haber rocas o vidrios en la acera que te lastimarán.
Advirtió con calma, continuando su camino así como así.

Finalmente llegaron hasta donde estaba aparcada la limusina, en donde esperaba el chofer. El rubio abrió la puerta de ésta y se dio la media vuelta, mirando a su nuevo esclavo. No lo veía como algo a lo que tuviera que tratar con demasiado cuidado, así que lo agarró como a una bolsa de papas y lo introdujo dentro del vehículo, para posteriormente entrar él y cerrar la puerta.
-A la mansión.
Ordenó al chofer, acomodándose el traje, mientras veía de reojo al humano, sonriendo divertido.

Al oir una vez más los gritos del histérico peliverde, se llevó las manos a los oídos, tapándoselos y mirando con un deje de diversión al joven. Esquivaba cada patada que le rozaba la cara, aunque de vez en cuando fruncía el ceño cuando le pasaban demasiado cerca. Sin embargo, hubo una última que no pudo esquivar y le dió directo en la mejilla, ladeando la cara y quedándose con una expresión de incredulidad e indignación total por algunos segundos..
Furibundo, tomó la pantorrilla del otro y lo jaló hacia adentro, mientras el chofer cerraba la ventanilla.

Miró al peliverde, con los ojos entrecerrados y, momentaneamente, perdiendo la calma.
-¡Oyeme bien, niño! ¡¿Quien te crees tú?! ¡Aquí eres un mísero esclavo, apenas una existencia que, con mucha suerte, es tomada en cuenta! Acostúmbrate, porque nadie puede salir de aqui y dudo que algún tonto venga a rescatarte.
Se "explicó" alzando bastante la voz, esta vez muy serio comparado con su actitud normal.
Se llevó una mano a la mejilla para sobarsela un poco. En realidad el golpe no le había dolido tanto, pero no toleraría una falta de respeto proveniente de ese muchacho a quen, por el momento, veía como a una escoria.

Suspiró. Solo eso pudo hacer cuando el peliverde se disculpó, a demás de que era la única manera de tranquilizarse que se le ocurría. Que mal, se había sacado de onda tan rápido, a penas habiendolo conocido. Pero bueno, al menos el otro se estaba tranquilizando un poco.

Se pasó la mano por el rostro y miró hacia otro lado, por la ventanilla.
-Que te quede claro... -Agregó con el ceño fruncido, ya más calmado y bajando el tono de voz- ...Que aquí no eres nadie. Y no lo tomes personal, simpleme así son las cosas en este lugar. Todo humano tiene un amo, y... cuando te acostumbras no es tan malo.
Luego de aquello se prolongó un silencio algo incómodo. El rubio ya no parecía alterado, es más, pronto volvió a sonreir con ese toque infantil que a veces ponía.
No se rendiría ante lo insoportable que el peliverde pudiera ser, pues jamás pensaría en devolverlo; estaba preparado para pasar tooodo~ el tiempo necesario que se requiriera para "Moldearlo" a su gusto, enseñarle modales y demás.

Volvió a mirarlo cuando oyó que le exigía los dulces. Aquellos dulces que el otro permanecía comiendo, mas que para su olfato vampírico tenían una peste asquerosa. Después de todo, él solo podía beber sangre, y lo demás le resultaba repugnante.
-¿Prometes que si te doy uno estarás tranquilo?
Cuestionó, mirandole con una sonrisa.

No respondió a las primeras palabras, después de todo, se le hacía completamente normal que el chico se comportara de esa manera. Se podía decir que lo entendía, después de todo, ¿Quién se adaptaría tan rápido a ese lugar tan distinto y asumiría inmediatamente que sería solamente un peón de alguien más?...Eso era casi imposible, por lo que lo comprendía. Aún así, tenía algunas esperanzas de que el peliverde cambiara en algún momento su actitud y fuera un poco menos difícil de tratar.

Notó la mirada del otro al ver su sonrisa, cosa que no le imprecionó demasiado. Era normal sentir desconfianza por un ser tan amenazador como se suponía que era un vampiro.
-Entonces, toma.
Abrió la mochila y sacó uno de los dulces, la cerró dejandola a su lado, y tras mirar un momento el lollipop, se lo entregó al peliverde, con la misma sonrisa y expresión calma de antes.
-¿Sabes? No se como puedes comer eso. Para mí tiene un sabor horrible.

Lo miró arqueando una ceja ante aquel comentario. En realidad jamás los había provado, por simple temor a intoxicarse o algo por el estilo. Aunque bastaba olfatearlo de lejos como para estar seguro de que, al menos para él, era verdaderamente un asco. Aún así, la intriga le ganó.
Esperó un momento y al ver que el otro se relajaba un poco, poniendo las manos sobre el asiento, se inclinó un poco para aceracarse al peliverde, y cuando éste cerró los ojos, le quitó la golosina de la boca. No era por querer molestarlo o por malas intenciones, solamente, en un gesto algo infantil, no se le ocurrió mejor idea que provar el mismo caramelo que el otro estaba saboreando.

Sin esperar a que Kio reaccionara, se llevó el lollipop a la boca y lo lamió apenas con la punta de la lengua. Claro, como era de esperarse, inmediatamente esbozó una mueca de notable repulsión o asco, arrugando un poco la naríz.
-¡¡Eakh!! ¡¿Cómo puedes comer esto?! Sabe a... sabe a... ¡No se a que sabe, pero es horrendo!
Exclamó con cara de niño atemorizado, frunciendo el ceño. En realidad sin gritar, pero indignado y alarmado. Se quedó con el lollipop en la mano, mirándolo de lejos, asqueado, como con precaución a no acercarse mucho a éste.

Dejó que el otro le quitara el dulce de la mano, un tanto sorprendido al oírlo reir, cosa que le resultaba como un verdadero alivio ya que se sentía como si no hubiera tanta tensión como antes.
No se atrevía ni a sostener el dulce así que dejó que el peliverde se lo quitase. ¡Era un verdadero asco! ¡¿Cómo rayos podían los humanos comer ese tipo de cosas?! Definitivamente eso ni siquiera podía llegar a compararse con la sangre, aquel delicioso y dulce líquido con el que amaba alimentarse.

Lo escuchó hablar, de a poco quitando esa expresión de incredulidad y asco que antes había puesto.
-¿Sentido del gusto? Por supuesto que tenemos, es más, nuestros cinco sentidos están mucho más desarrollados que los de los humanos.
Dijo con calma, volviendo a sonreir. Su recuperación había sido bastante repentina.
-...Lo que sucede, o al menos en mi caso, es que... bueno, solamente estoy acostumbrado a ingerir sangre. Simplemente no puedo comer otra cosa, me resulta asqueroso y no puedo digerirlo. Suerte que no puedo morir por eso, pero seguro me llevaría varias semanas recuperarme si como esas cosas.
Finalmente, terminó por explicar.

La limusina entró por un majestuoso portón directo a un camino rodeado por árboles y jardines con ostentosas estatuas y plantas con flores y demás. Ya estaban por llegar a la mansión.

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