Desvió inmediatamente su mirada hasta posarla sobre el sujeto, indignado, incrédulo, furibundo... No se podía creer todavía que realmente él, un príncipe, estuviera siendo vendido como esclavo.
Lo miró arqueando una ceja y dejando de gritar, estupefacto, pero aún con su expresión de notable enojo.
-¡¿Comprarme?! ¡Ja! No me hagas reír, tu, un plebeyo, no es digno ni siquiera de verme.
Aseguró cruzandose de brazos, aunque realmente incómodo dentro de esa jaula que se asemejaba a una para pájaros.
El vendedor se acercó al vampiro, sonriendole con avaricia.
-Su precio es de cuatro lingotes de oro. Es de una raza extremadamente rara y posee cualidades inigualables, le aseguro que no se arrepentirá de la compra.