Perdiendo vuelo.

Apretó un poco más el cuello del esclavo, con objeto de que éste abriese los ojos, pues no resultaba tan interesante si no lo hacía, ya que Jacob no podía ver su miedo... olerlo, sí, ya que de alguna manera flotaba en el ambiente, lo percibía como depredador que era. Dejó escapar un profundo suspiro y le acarició la mejilla con algo que hasta parecía delicadeza, pero después abrió una herida en su cuello, no demasiado llamativa, pero existente de todos modos.

-Me encanta... Podría hablar con tu amo, comprarte y llevarte a mi casa. ¿Lo imaginas? Sería divertido continuar probando este cuerpo tan interesante que tienes.

Se echó a reír y dejó el látigo a un lado, encendiendo otro cigarrillo. Jacob no podía vivir sin tabaco, era una absoluta necesidad para él, y en una situación como aquella resultaba aún más imprescindible. Siguió fumando, exhalando el humo a veces sobre el rostro del ángel, realmente riéndose de él.

Cuando se le hubo acabado, lo acercó de nuevo a la piel del esclavo, manteniéndolo a apenas un centímetro de sus mejillas, sonriéndole con sadismo. Sólo quería jugar con su miedo, así que no le quemó ni nada parecido, sino que lo dejó caer al suelo y lo apagó pisándolo con el pie.

-Bien, precioso... Lloras como una criatura, pero apenas te he rozado. Veamos, ¿eres tan inocente como pareces? ¿O acaso tu amo se ha decidido ya a utilizar a su angelical juguete?

Se rió con crueldad y volvió a sujetarle el rostro.

Mojó sus dedos en la sangre del muchacho y volvió a saborearla, maravillado por todas aquellas sensaciones. Observaba su miedo y entendía que el esclavo estaba aterrorizado ante la idea de que se lo llevase con él, cosa que no pensaba hacer. Al fin y al cabo, si lo tuviese sería para martirizarlo y descargar sus más sádicos impulsos... cosa que sabía que su amado Zafir consideraría una cosa terrible. Maldijo en silencio aquel sentido de la responsalidad que parecía haber nacido en él.

-Veo que estás silencioso, pequeño ángel... De todos modos, intentaré adivinar... yo, si tuviese un esclavo como tú, no me contendría... Eso significa que no eres virgen... ¿te has parado a pensar que nadie lamentará que pierdas una inocencia que ya no tienes?

Se situó justo detrás de él, rodeando su torso con los brazos, clavando las uñas en el pecho y dejando largas heridas que descendían hasta el vientre, riendo mientras le lamía el cuello.

-Siempre me he preguntado cómo es tener a un ángel a tu merced... Veo que el demonio al fin me devuelve lo que pagó por mi alma.

Rió y rozó con sus colmillos el cuello del esclavo, sin morderlo, volviendo a lamerle.

-¿Te gustaría que yo te hiciese lo mismo que tu amo? Sería una manera interesante de castigarte.

*No decía nada, solo temblaba y dejaba fluir las lágrimas libremente, le miro camianr, siguiendole con lamirada, perdiendole de vista, solo supo que estaba tras de el cuando sintió que le rodeaba, se paralizó completamente.
Se estremeció y sacudió algo brusco al sentir cada herida desde su pecho hasta el vientre, ardor, era lo que sentía, un agudo ardor , intento nuevamente encorbarse, por el mismo dolor, su cuerpo estremecía con fuerza, tebmblaba completamente y no podía más que gritar del dolor.*

-¡AAaagghhh ba...basta!..

*La humedad de su cuello lo estremecio, luego sintio aquellos colmillos y nuevamente humedad, se estremecía, apenas se dio valor para voltear sobre su hombro y verle, la pregunta lo hizo recordar, lorar en abundancia de temor, ,horror, dolor...y negar varias veces, suplicante, halaba sus manos, solo produciendo sonidos metalicos con las cadenas.
Más no contestó con palabras, estas simplemente; no salían.*

El sonido metálico de las cadenas le excitaba aún más si cabía, junto a aquellos llantos y gritos. Le arañó descuidadamente el pecho y le mordió el cuello, sin beber sangre, tan sólo hundiendo los colmillos y lamiendo luego la herida, dejando de esta forma su saliva sobre la piel abierta.

-Naturalmente que podría hacerlo, angelito...

Le clavó otra vez los colmillos, esta vez del otro lado del cuello, dejándole una marca que no se borraría tan fácilmente. En el fondo, tenía ganas de arrancarle los pantalones y violar allí mismo al esclavo... lo vulnerable y asustado que se sentía sólo era un aliciente para ello.
Sin embargo, recordaba a su pequeño Zafir y las promesas que le había hecho acerca de ser bueno con los demás.

Por un momento, toda su naturaleza luchó por mandar al diablo aquellos recuerdos, pero no era tan sencillo. Supo que, si tocaba a aquel niño tan aparentemente puro, tendría remordimientos... algo que en verdad nunca había sentido, pero que su joven amante le estaba enseñando a sentir.

Algo confuso, tomó un tercer cigarrillo y se sentó en la banqueta, fumando de una manera casi compulsiva, mirando de tanto en tanto al chico, maldiciéndose a sí mismo por esa tonta debilidad suya. Definitivamente, soy un idiota, pensó.

-Ah, creo que el diablo no estaba tan a buenas conmigo como creía.

*La profundidad de las uñas del hombre en su piel lo hacían retorcerse, provocando sonidos metalicos y gritos lastimeros, llorando abundantemente, negando continuas veces.
Solo dejó de negar al sentir la aguda punzada de la mordida del hombre, estremeciendose, sintiendo la saliva en su piel, gritaba´horrorizado completamente, otra vez, otra mordida, estaba desesperandose, quería safarse.*

-¡AAAaaahhh!...¡Por favor, detente!...

*Quedó cabisbajo, temblando, inmóvil, como si pensará como podía hacer para salirse de ahí, como podía intentar separarse de el hombre, le llegó una idea, pero pensó que era arriesgado, apenas miró al hombre de reojo, con miedo aún, indeciso.
El hombre parecía algo confuso, penso que debía intentar aquello, y prefirio intentarlo a seguir ahí aferrado a unas cadenas, inútil.
Respiro profundo esta vez, intento tranquilizarse, sus heridas cerraban a un paso lento. De momento a otro brillaba suavemente, hasta hacerse de un intenso tono blanco que le cubría completamente, su cuerpo cambio un tanto, ahora no era solo un chico de aparentes 12 años, parecía que tuviese 15, su cuerpo estaba más delineado y más refinado, las heridas sanarón con mayor velocidad, sus pequeñas alas igual estaban más refinadas, más grandes, más majestuosas, sus ojos ahora eran de un color grisáseo y no celeste, la aureola de su cabeza se desvanecia entre finos polvos de un color dorado.
Respiraba algo agitado, sus ojos estaban entrecerrados, solo conservaba el pantalon blanco de sus vestimentas, pues las demás estaban desgarradas por el hombre, apenas elevó el rostro y miro las cadenas sujetando sus finas muñecas, tenía que apresurarse, pues sabía que un cambio como ese no pasaría desapercibido en ningún momento por el sujeto. Sus manos mostraron una aura blanca brillante, misma que rodeo las cadenas y las hizo romperse, quedando con los grilletes en las muñecas y un fragmento de las cadenas colgando de estos, pero ya podía mínimo mover los brazos.
Apego sus alas contra su espalda, estas habrían roto las correas por aquel cambio radical que tuvieron, dio unos pasos en reversa para alejarse del sujeto, pensaba como haría para salirse de ahí, ya no quería seguir en ese lugar.*

Se quedó inmóvil, observando aquella extraña transformación, entre fascinado y desconcertado. Sin embargo, no se asustó... hacía falta mucho para asustar realmente a Jacob. Le daba igual que hubiese conseguido liberarse... era más, en todo caso le causaban un sentimiento de natural indignación, que tenía que ver básicamente con aquel imprevisto. Precisamente cuando se le había ocurrido empezar a ser un poco 'bueno' con el chico. Desde luego, era evidente que con aquellos esclavos la piedad era un gasto inútil.

Pensó en derribarlo a balazos, pero temía que el estruendo atrajese realmente a más guardias y esto provocase que en verdad otros vampiros atacasen al ángel... situación de la que no saldría vivo. Por eso, sacó varios cuchillos afiladísimos, que llevaba siempre consigo, y los lanzó con habilidad. Durante sus entrenamientos solía hacer lo mismo sobre distintos objetivos móviles y, en este caso, no falló en ninguno de los casos. Los cuchillos se clavaron en las alas del chico, no en las plumas, sino en la zona más sensible.

Se acercó al ángel, sujetándole de las alas de nuevo y arrancando plumas a puñados, usando el dolor como una manera de aturdirlo, antes de cuestionarse por qué demonios se había obrado ese cambio. Lo arrastró hasta una mesa con correas que había cerca del fondo de la sala, arrojándole allí y atándole, esta vez no sólo con las correas, sino que también con cadenas, preguntándose si sería bastante para mantenerle quieto.

Se acercó a él, recuperando uno de los cuchillos que habían quedado en el suelo y apoyándolo en el cuello del esclavo, mientras lo apretaba fuertemente.

-Pensé que habías aprendido. Eres un estúpido insolente... tu amo no te echará de menos, no sirves para nada. ¿Quieres enfadarme de verdad y que te corte el cuello?

Estaba muy indignado, pero al mismo tiempo no quería cortar el cuello del esclavo, pues si lo hacía no podría enterarse de por qué se había transformado, su amo posiblemente se enfadaría y, lo más importante, el pequeño Zafir se decepcionaría con él. Respiró intensamente y arrancó los demás cuchillos que se habían hundido en las alas del chico, guardándolos en las distintas fundas que llevaba distribuidas por su cuerpo.

Supuso que si le dejaba así reuniría fuerzas para liberarse de sus ataduras, así que con un movimiento ágil se montó encima del ángel, a horcajadas, abrazando su cuerpo con sus piernas. Desde esa posición dominaba mejor la situación y, al menos que el chico se atreviese y consiguiese levantarlo a él, veía bastante difícil que pudiese apartarse.

Se pasó el cuchillo a la mano izquierda y, con el índice de la derecha, cortó de nuevo la piel del chico, en una herida que se iniciaba en el cuello y descendía hasta la cadera. Lamió la sangre con lentitud, sintiendo que ésta funcionaba casi como un tranquilizante para él. Al menos ahora estaba seguro de que no mataría al esclavo, pero no apartó el cuchillo del cuello.

-Estaba pensando en perdonarte, ¿sabes, estúpido? Estaba pensando en cesar en el tormento, que casi ni había empezado, y dejarte ahí. Pero no me has dado ningún motivo para pensar que vas a ser bueno.

Le miró con sus ojos brillantes, ahora fríos, mucho menos humanos.

Le sujetó el rostro para obligarle a mirarlo, arrancándole otro puñado de plumas... plumas que ya empezaban a formar un montón en el suelo. Se preguntó si tendrían un buen valor en el mercado negro y, de ser así, a qué oscuro cliente podría vendérselas. Después jugueteó con el cuchillo, sin cortar la piel del chico, y se inclinó sobre él para besarle. En realidad, prácticamente le mordió los labios, haciendo que estos sangrasen, sin esperar correspondencia.

Apretó más fuerte las correas que ataban al chico, sujetándole también los tobillos para que de ninguna manera pudiese patearle, si era que se atrevía. Después acabó de arrancarle la ropa, dejándole completamente expuesto. Algo dentro de él le decía que se controlase, que se detuviese ya, pero no era tan sencillo... no para alguien como Jacob, que llevaba siglos haciendo cosas parecidas.

-Veamos qué cuerpo tan interesante tienes, angelito.

Se rió de él y apartó un poco para contemplarle, arañando ahora sus muslos y su vientre, jugando con uno de sus pezones y mordisqueándolo, aunque acabó por hacer demasiada presión, provocándole una herida.

No podía negarse a sí mismo que el ángel, desvalido e indefenso, estaba empezando a excitarle, y mucho. Lo bastante como para que Jacob tuviese muy serias dificultades para contenerse... hacer tal cosa nunca había sido su fuerte. Intentó alejar de sí aquella especie de culpabilidad... ¡estúpida culpabilidad! Era mucho más fácil cuando podía hacer todas esas cosas sin sentirse como un demonio. Pero ahora tenía algo parecido a una 'ética', que no era la suya, sino la de su pequeño amado... pues por sí mismo el bien y el mal eran criterios demasiado amplios.

Volvió a morderle los labios, para ver si con el sabor de la sangre y el dolor se le pasaba la culpabilidad, pero no fue posible. Ah, claro, podía ser un sádico medio loco pero... ¿tener sentimientos? No exactamente hacia el chico que yacía debajo de él, sino a que su amado se decepcionase por lo que estaba haciendo. Ridículo y casi egoísta, pero por alguna extraña razón le costaba comportarse como antes.

Apretó el cuello del chico, pensando que quizá fuese mucho mejor matarle ya mismo y acabar con sus tontos sentimientos. Sí, sería lo mejor, y así dejaría de pensar en si aquello estaba bien o estaba mal. En todo caso, violaría al cadáver, y ya estaba... sería interesante probar la necrofilia, sobre todo con un ángel. Apretó más fuerte, mirándole a los ojos, librándose en su interior una terrible lucha entre lo que quería y lo que debía hacer.

-Dame una maldita razón para que no haga esto... -susurró, casi como una súplica, porque en el fondo no quería acabar con él.

Aquella palabra, que en otro momento sólo le hubiese instado a continuar, le detuvo completamente, dejándole paralizado. Aflojó la presión que ejercía en el cuello del esclavo y exhaló lentamente el aire, nervioso, pensando si se estaba equivocando o si de verdad lo de evitar matar gente no era algo malo.

Soltó finalmente el cuello del esclavo, pero mantuvo el cuchillo sobre él para, de alguna manera, controlarle. Se acomodó un poco mejor encima del cuerpo del esclavo y suspiró otra vez, encendiendo su cuarto cigarrillo, dejando caer descuidadamente la ceniza.

-¿Y ahora qué hago contigo? ¿No estarás intentando pasarme tu esencia angelical y que me vuelva bueno...?

Se estaba poniendo de mejor humor, casi bromeaba, lo que era una señal de que quizá no fuese tan peligroso. Y, sin embargo, seguía indeciso... entre hacer una buena acción para que su joven amante no se avergonzase de él o seguir su instinto y continuar con aquel maltrato.

El cigarrillo y el recuerdo de su amado estaban consiguiendo que se tranquilizase y que, de alguna manera, se ocultasen esos oscuros instintos suyos. Lentamente, se bajó de encima del cuerpo del esclavo, sin volver a tocarlo, y fue hasta el fondo de la habitación, donde había dejado chaqueta. Sacó una de las inyecciones que llevaba en ella, un calmante bastante potente que portaba por si las cosas se ponían feas para él, y sentándose junto al ángel lo inyectó en vena.

-Sí, lo sé, soy un monstruo muy cambiante, pero no te confíes...

Esperó aproximadamente seis minutos a que aquello hiciese efecto y después le desató, sabiendo que ahora no podría sufrir una crisis nerviosa ni levantarse para atacarlo. Simplemente se sentó en su taburete y le contempló, fumando con tranquilidad.

Suspiraba, con la vista muy fija en el suelo, esperando no ver otra vez la blancura angelical de aquella carne para no descontrolarse completamente. Al ver que se había cubierto, se levantó y empezó a pasearse por la habitación, muy molesto, como si estuviese sufriendo una verdadera crisis de personalidad. Acabó abriendo de golpe la puerta y entrando en otra celda, agarrando a un joven humano y arrastrándolo hasta la del ángel.

Se descargó con el pobre chico que no tenía nada que ver en todo aquello. Le daba igual que el joven ángel estuviese viendo toda aquella violencia, seguida de una larga violación de la que el humano salió inconsciente. Jacob le remató cortándole el cuello y se llevó el cadáver de vuelta a la celda original.

Cuando regresó a la del ángel, supo que ya había controlado su situación. Ahora ya nada le obligaría a ser cruel con el muchacho... había descargado ira y frustración en otro cuerpo, y podía continuar con su intento de adecuarse a la moral y de ser bueno. Con un suspiro se recargó en la mesa donde estaba el ángel y encendió, esta vez, su quinto cigarrillo.

-Sí, soy un demonio... Ya ves, estamos los dos solos aquí... me pregunto cuándo aparecerá dios, porque tengo unas cuantas cosas que decirle...

Mientras daba constantes caladas al cigarrillo, observaba atentamente al ángel, percibiendo su miedo, pero dándose cuenta de que estaba un poco más tranquilo, dentro de lo que cabía. Él mismo se sentía otra vez confuso... de alguna manera, el hecho de que el chico fuese un ángel le detenía, máxime si se acordaba de su pequeño amado. Por ningún motivo quería hacer nada que pudiese molestar a éste último.

Se sentó en la mesa con gesto tranquilo, fumando, pero sin acercarse demasiado al chico. Temía que fuera a asustarse y a caerse otra vez de la mesa. Todavía estaba pensando qué demonios hacer con él. No iba a matarlo, estaba claro... el muchacho tenía un amo, y no podía exterminar propiedades ajenas deese modo.

Tampoco sentía un gran deseo de seguir con la tortura. Al fin y al cabo, ya había descargado todos sus deseos de hacer daño, lo que por supuesto no le volvía menos peligroso, pero... al menos disminuía su ansia.

-Vamos, no mires la sangre con ese gesto de culpa. En el fondo le he hecho un favor al chico... mejor morirse aquí que ser vendido por sexta vez y acabar en casa de un vampiro parecido a mí que no tuviese deseos de matarlo tan pronto.

Le miró con su clásico gesto frío, ahora ya sin furia ni ira, más tranquilo.

Le acarició distraídamente el cabello plateado, sin saber por qué se le acababa de ocurrir hacer semejante cosa. Después deslizó sus dedos por las alas, esperando que le dejase tocarlas... pero era algo difícil después de haberle arrancado plumas a puñados.

-Tendré que avisar a tu dueño para que venga a buscarte...

Dejó escapar un largo suspiro y apagó el cigarro. Ya no fumaría más, había sido bastante. Se llevó la mano al rostro y respiró hondo.

-¿Los ángeles también perdonáis eso que los humanos llaman pecados? ¿O es sólo vuestro dios? -Resopló, mirándole con gesto algo cínico-. Porque antes de que te marches querría tener una conversación acerca de eso.

*Miraba hacía el suelo, sintiendo como le proporcionaba aquellas caricias, apenas volteando a verle, se exhalto algo al ver que su mano se acercaba a sus alas, pensando que posiblemente le quitaría más plumas, cerró sus ojos fuertemente. Al no sentir dolor, sino suaves caricias abrió los parpados lentamente, mirandole.
Escucho sus preguntas, pasando de tener un gesto algo ingenuo a uno algo feliz, sonriendo, le hacía gracia, incluso dejó una leve risa libre, tapando su boca con una mano de forma algo delicada y sutil.*

-Jijiji...

*Volvió a verle, nuevamente su gesto fue tranquilo y sereno, apenas movió sus alas un poco para destaparse, colocandose en rodillas, posando sus manos en la mesa, como un cuadrúpedo, se acercó apenas mínimamente a el, mirándole con los grisáseos ojos, de forma algo serena.
Sonrió suavemente, asintiendo a la primera pregunta, y ladeando su cabeza como curioso ante la segunda pregunta y sus últimas palabras.*

De alguna manera, sintió alivio al verle sonreír, esa sensación tan extraña que estab descubriendo últimamente... la sensación de que aparte de destrozar vidas y personas podía hacer algo más. No sabía si se arrepentía de lo que había hecho, pero pensaba en que su amado preferiría ver reír al ángel que verle llorar y eso bastaba.

-Bien... entonces... yo...

Él nunca había sido creyente ni nada parecido, pero no todos los días se encontraba uno con un ángel y no todos los días tenía la oportunidad de sostener una conversación tan extraña. Y, de todas maneras, qué daño podía hacerle preguntarle eso. Tenían tiempo antes de que el chico pudiese salir de allí.

-¿Y qué tendría que hacer yo para que tú... hicieses eso?

Ah, claro, no era por él... era para poder decirle a su pequeño amado que estaba esforzándose para ser bueno.