Una salida nocturna (Takuma)

Continuó, con suma delicadeza, tanteando aquellas partes tan tentadoras, mientras que seguía cada vez más vehemente besando el cuello de su amado. Al oír la petición una sonrisa nuevamente se dibujó en su rostro... No, no tenía hambre ni sentía deseos de drenar a su pequeño, pero bien podía solamente morderlo, sin succionar nada. Eso no cambiaría aquel placer que debería sentir ante la mordida. O más bien, deberían.

-Tus deseos, son órdenes~...
Le murmuró al oído, ronco, susurrante y más dulce que nunca, dejando que algunas de sus hebras doradas cubrieran una de sus orbes esmeralda, entrecerradas.
Entonces volvió a bajar en un cálido roce con sus labios por el cuello del menor, y abrió sus fauces para, sin más, clavar los colmillos en esa piel tan hermosa, pálida y tersa. Apenas provó un poco de la sangre, y el resto se deslizó por la comisura de su boca hasta caer en pocas gotas al agua, juntándose con ésta rápidamente.

Con una mano sostenía su espalda a la altura de la cintura, y con la otra se apoderó con cuidado de la intimidad del jovencito, comenzando a masturbarlo lentamente.

Todo su cuerpo se contrajo en cuanto sintió la mordida, dejando escapar luego un profundo suspiro de placer, casi un gemido, hundiendo sin querer las uñas en los hombros de Takuma. Cerró los ojos y se dejó llevar por aquella gratificante sensación, preguntándose cómo podía ser que la mordida de un vampiro resultase tan excitante, cuando anteriormente todas habían sido dolorosas y desagradables.

Al reanudarse las caricias en su intimidad, no pudo reprimir por más tiempo los gemidos que la mordida y aquella lenta masturbación le estaban provocando. Su cuerpo se apegó por instinto al del mayor, mientras respiraba agitadamente y parecía estirar más el cuello, buscando sentir aquellos colmillos de una forma más intensas. No razonaba nada de lo que estaba haciendo, sino que se guiaba meramente por esas emociones incontenibles.

-Ah... Es... ah... es demasiado excitante...

Cerró los ojos, abriéndolos luego para mirar un instante las estrellas y cerrándolos otra vez, concentrando sus sentidos en aquella cercanía y contacto.

-¿Por... por qué no vamos... a... a ese campo que... que hay cerca del agua... allá... junto a las rocas? Es... más... cómodo...

Hablaba de forma entrecortada, señalando apenas un lugar cercano, en una esquina de la playa. Era como si el campo se estuviese acercando al mar, más concretamente a las rocas, donde se posaban un par de aves salvajes.

Ya había cerrado sus ojos, y poco a poco de inclinaba sobre el menor saboreando la sangre que, si bien no tragaba en demasía, se acumulaba en su boca y no podía evitar probar un poco. Era demasiado delicioso, demasiado apetitoso y tentador como para ignorarlo, y se daba el gusto de tragar uno que otro "bocado".

Escuchó sus palabras mientras entreabría los párpados para mirar hacia el lugar señalado... Seguramente era mejor idea que seguir allí, de pie e imposibilitados para muchos movimientos.
Se separó dolido de la mordida y lamió la marca de ambos colmillos para que la sangrante herida se cerrara, y se inclinó un poco más soltando el miembro ajeno para tomar en brazos al menor, y comenzar a caminar hacia aquel campo cargándolo como a una doncella. Su expresión estaba entre tranquilo y ancioso, cosa algo contradictoria. Y sonreia, tenía su reluciente sonrisa de siempre, y la mirada perdida en la del castaño.

Finalmente, al llegar al lar indicado posó a su pequeño sobre una de las grandes rocas. Ésta era casi plana y no tenía protuberancias como para sentir incomodidad al estar allí sentado, o bien, recostado. Tras dejar a Narcys se arrodilló a su lado, casi encima de él y adelantó el rostro para besarlo con pasión, por ahora sin tocar nuevamente el sexo ajeno.

Se aferró lo mejor posible al cuello de Takuma al sentirse transportado. No era que desconfiase del mayor, ya que sabía que de ninguna manera éste le dejaría caer, pero era un perfecto pretexto para continuar abrazado a él de aquella manera. No dejó de mirarle a los ojos, notablemente sonrojado por aquella situación, pero feliz.

Suspiró al notarse tendido en la roca, sintiendo bajo su cuerpo aquella superficie que no era rugosa, ya que estaba cubierta de alguna clase de planta, que formaba una especie de alfombra de color verdoso. Era como estar tendido en un colchón natural, suave y todavía caliente tras las largas horas de exposición al sol.

Correspondió al beso, con sus ojos clavados en los de Takuma, sin dejar de mirarle un sólo instante y sin poder evitar perderse en aquella profunda y bella mirada. Se incorporó un poco, acariciando el cuello del otro, rozándole la espalda, como tratando de que de nuevo se apegase a él. No era muy difícil descubrir que necesitaba su contacto.

Apartó un momento la vista de Takuma para observar aquel lugar, que parecía un paraíso creado especialmente para ellos dos. Tan maravilloso que hasta era posible cuestionar su existencia.

Cada caricia de su amado lo derretía, era un delicioso ardor rozando su pálida piel, que necesitaba más de aquello, más de los toques del pequeño. La presencia de Narcys ya comenzaba a volverse una necesidad, algo que requería para su existencia, que sentía que si algún día dejaba de tener, su vida terminaría.

Tras separarse del beso por un momento lo observó, sonriendo aún, pero no con una expresión hiperactiva o demasiado entusiasta, si no que con plena calma y sintiéndose en armonía con todo, una sensación que realmente apreciaba y gustaba de tener.
Luego, una vez más posicionó sus labios sobre el cuello ajeno y fue bajando con dulces besos terminando por los pectorales del muchacho, centrando su atención en sus pezones, los cuales comenzó a besar para luego terminar succionádolos. A la vez deslizó nuevamente su otra mano -pues con la otra le rodeó la espalda por sobre la roca- hasta la entrepierna de Narcys, volviendo a acariciar allí.

Aquella expresión de Takuma concordaba muy bien tanto con el lugar como con su propio estado de ánimo, aunque aquel gesto de placidez de su rostro se quebró de nuevo al sentir los labios del otro de nuevo sobre su piel. Era algo que lo volvía completamente loco.

Sus caricias en la espalda del mayor cambiaron, de manera que ahora parecía más bien aferrarse a éste, mientras le miraba con las mejillas enrojecidas y los ojos entrecerrados, dejando escapar suaves gemidos mientras sus pezones se ponían erectos ante las atenciones que la boca de Takuma les prodigaba.

-Ah... Más...

De nuevo hablaba sin poder pensar, pues las nuevas caricias en su miembro simplemente derribaron toda vergüenza o timidez que pudiera haberle quedado al respecto de mostrar lo que estaba sintiendo. Se abrazó al mayor y gimió con mayor intensidad.