Una salida nocturna (Takuma)

Resultaba extraño, ni siquiera Narcys lo podía negar. Ir a la playa por la noche no era precisamente lo que todo el mundo consideraba 'normal', en buena parte porque numerosas personas acudían para darse baños de sol, y a esas horas, como no se diese un baño de luna... Pero eso no le importaba realmente, si no podía ir durante el día a causa de aquella sensibilidad extrema al sol, lo haría de noche, aunque con eso no consiguiese recordar de ninguna manera las playas de su amada Francia natal.

Por otra parte, desde que estaba con Takuma, le daba igual que fuese de día o de noche. Y, pensándolo bien, también sería bonito ver aquella extensión de arena frente al mar a la suave luz de la luna, sobre todo porque ese día se veía plena en el cielo. Eso le hizo sonreír y mirar con un gesto a la par soñador e infantil a su ángel.

-Me encanta este sitio.

Miró también a su pequeño amado, con la misma sonrisa amable y tan agradable que siempre quería otorgarle, con la cabeza un tanto ladeada y dejando que la fresca brisa marina alborotara un tanto sus rubias hebras. La bella luna los acompañaría durante toda la noche acariciando con sus rayos plateados a ambos jovenes, reflejándose en el agua calma y cristalina. La vista era verdaderamente bella, mas no solo la que tenía en frente, si no también al joven que lo acompañaba. Su pequeño príncipe.
-Es realmente hermoso.
Musitó por lo bajo, entrecerrando los ojos y bajando la vista para observar al castaño.

A él también le resultaba extraño pasear en la noche, pues antes de 'abrazar' al muchacho de hebras acarameladas usualmente hacía todo de día, a pesar de ser un vampiro siendo un ser diurno a la vez. Pero bueno, si era para poder salir junto a Narcys no le importaba "dar vuelta" sus horarios.

Su sonrisa se mantenía en los labios, correspondiendo a la de Takuma. No sólo quería, sino que necesitaba hacer saber a su ángel que era feliz a su lado y que le gustaba estar allí, junto a él. Desde que le tenía a su lado todo era diferente, hasta la luna parecía más brillante y la arena más fina y hermosa. Se quitó los zapatos y tiró de la mano de Takuma, sonriendo de forma traviesa.

-¿Podemos bañarnos?

Le miró con un gesto casi suplicante, porque si a su amado ángel no le apetecía entrar en el agua, cosa comprensible teniendo en cuenta lo fría que debía estar, él no insistiría. Tumbarse un rato en la arena también sería una buena opción.

-Me es imposible decirte no, mi príncipe.
Canturreó casi igual de travieso, quitandose los zapatos velozmente, sonriendo con cierto toque de ternura. Él de por si tenía la piel fría y no sabía cómo seria tocar el agua igual o más helada, pero de todas maneras de alguna forma nunca le disgustaba un poco de "fresco extra", después de todo, tampoco tenía mucha sensibilidad en la piel en cuanto a temperaturas, cosa que en veces era una ventaja.

Caminó sintiendo la blanquecina y fina arena acariciando sus pies, y tomando aún de la mano al muchachito, finalmente metió los pies en el agua. Sin duda no era desagradable, aunque miró con preocupación a Narcys.
-Si te da frío salgamos de inmediato, no quiero que te resfríes.
Le dijo con calma, inclinandose un poco sobre él y dandole un suave beso en la frente.

Se echó a reír al sentir el contacto con el agua fría, pareciendo en ese momento un niño pequeño, pues su risa era muy infantil y despreocupada, signo de una alegría básica y pura. Jamás había esperado volver a ver el mar de esa forma, sintiéndose bien, y mucho menos bañarse de nuevo. Descubrió además, muy asombrado, que siendo vampiro el agua parecía menos fría que como humano.

-No te preocupes, mi ángel. Tiene buena temperatura.

No se lo pensó demasiado. Su ropa acabó formando un extraño y desvencijado montón junto a la orilla, sin ningún tipo de orden. Estaba demasiado exaltado, poseído por una extraña emoción. Miró a Takuma otra vez y le sonrió, con los ojos brillándole.

-Gracias por estar aquí conmigo.

De igual manera se quitó las vestimentas y las dejó junto al otro montón de ropa. No parecía haber nadie deambulando cerca y era una noche muy pacífica, como a él le encantaba. Sus orbes esmeralda brillaban gracias al resplendor de la luna y el agua, y estaba completamente tranquilo con su sonrisa alegre y un tanto juguetona. Se le veía realmente feliz, y más al escuchar las risas del joven a su lado. Estaba emocionado al verlo tan contento.

-Milagroso el momento en que te ví, mi príncipe.
Susurró con un tono suave y dulce, bajando un poco la mirada para observar el agua, que le llegaba hasta la cintura en ese momento, puesto que poco a poco caminaba alejándose de la orilla.

Tras un leve escalofrío inicial, se metió tras Takuma en el agua, sintiendo que se le erizaba la piel porque era cierto que estaba bastante fría, pero le daba realmente igual. Se colocó junto a su ángel, aunque a él, al ser un poco más bajo, el agua ya le llegaba cerca del pecho. Se sonrojó al escucharle decir esas palabras... todavía enrojecía al escuchar cualquier tipo de halago por parte de Takuma, aunque los dijese frecuentemente.

Se alejó un poco nadando y luego regresó, abrazándose a Takuma, pensando en lo agradable que resultaba el contacto en el agua fría.

-Ah, si ese momento fue milagroso... milagroso fue en el que yo también te vi a ti y me elegiste, pues de lo contrario estoy convencido de que no me hallaría aquí ni me sentiría tan feliz...

Poco a poco dobló las rodillas para que el agua lo tapara aún más, pues no quería alejarse más de la orilla para que el menor no tuviera que hundirse tanto. Quedó más o menos a la altura ajena, riendo de vez en cuando por lo bajo.
-Adoro los milagros...
Comentó, rodeando al jovencito con los brazos y apegándolo más a sí mismo. Aún sentía el cuerpecito de Narcys cálido, lo que le resultaba maravilloso.
-...Pero más te adoro a ti.

Sonrió, un poco tímido, al escuchar esas palabras y sentirse aún más cerca de Takuma. Le echó los brazos al cuello y apoyó la cabeza en su pecho, con un suave suspiro, sintiendo el suave movimiento del agua del mar en torno a ellos.
-Yo también te adoro... mi dios...
Ya no era su ángel... ahora era su dios. Era extraña la manera en la que acababa de sentir eso y de expresarlo, pero no encontraba mejor modo de expresar lo que sentía, porque estaba tan lleno de amor y adoración que se le atragantaban las palabras.
-Te quiero.
Sus ojos oscuros se cerraron y se quedó quieto, tan sólo moviendo un poco los dedos para acariciar el cabello de Takuma.

Tan hermoso era el sentirlo cerca y poder deleitarse con aquellas suaves caricias, poder tenerlo entre los brazos, dejando que escuchara su corazón que se aceleraba con solo tenerlo cerca. Un verdadero alivio saber que jamás podría separarse de él, poder acompañarlo y ser acompañado, hasta el final que tal vez jamás llegaría, si la buena fortuna iba a su lado.

-No tengo palabras para expresar lo que siento por tí, te pido disculpas por ello, ya que un "te amo" no es suficiente.
Murmuró a su oído, llenandole nuevamente las mejillas de besos, acariciando con una mano la tersa y suave espalda ajena.

Dejó que Takuma le besase, gozando de cada uno de esos roces, estremeciéndose al sentir aquella mano deslizándose por su espalda. Continuaba con sus ojos cerrados, pero al escucharle los abrió y alzó el rostro, mirando a su dios a sus preciosos orbes, que le recordaban al color de las joyas o de la hierba recién cortada.
-Me gusta cuando dices 'te amo'... No son las palabras, sino lo que expresas con cada gesto y con tu voz...
Cerró los ojos de nuevo y besó él también a Takuma en la mejilla, muy tímidamente, mientras todavía le rodeaba el cuello con los brazos, sintiendo que ahora, al fin, podía aferrarse a alguien que lo protegería de todo mal.

Rió por lo bajo, tenue e infantil, y retiró el rostro de las cercanías del ajeno para mirarlo nuevamente a los ojos, con su toque de ternura y mirada cariñosa que siempre ponía al estar cerca del jovencito.
-Entonces lo repitiré un millón o más veces, solo para ti, solo para tus oídos.
Alegó susurrante, ahora acercándose y posando sus labios sobre los suaves del muchacho, depositando un cálido y cariñoso beso, bastante efímero en realidad.

Volvió a erguirse entonces y miró hacia el horizonte, solos pudiendo ver las estrellas en lejanos puntos del cielo, pues lo demás era pura oscuridad. Suspiró inaudible, sonriente, satisfecho, un suspiro de enamorado.

Correspondió al suave beso, sintiéndose feliz, gozando del contacto con los labios de Takuma y estremeciéndose al escuchar aquellas palabras y el cálido aliento del mayor tan cerca de su oído y su cuello.

-Y a mí me encantará escucharte.

Se quedó mirando a las estrellas, como hacia Takuma, reparando ahora en que el cielo estaba completamente despejado, y por tanto era posible distinguir millares de pequeños puntitos brillantes, como si a alguien se le hubiese caído pintura plateada en un lienzo oscuro.

-Me gusta ver las estrellas... aunque no distingo las constelaciones... Es como si fuesen testigos mudos y ciegos de que nosotros estamos aquí, en este momento... -Apoyó la cabeza en el hombro de Takuma-. Prefiero la playa de noche contigo que la playa de día... Nunca había imaginado que bañarse a la luz de la luna fuese tan hermoso.

Sus orbes se iluminaban con la hermosa vista y más al sentir el pequeño cuerpo de su amado apoyándose en su hombro. Se corazón palpitaba acelerado como siempre al estar cerca de él, y en su rostro solamente podía ser expresada la constante felicidad. Se sentía en armonía con todo lo que le rodeaba... Era sumamente felíz, aunque "felíz" no bastaba para explicar cuán bien se sentía.
-Pocas veces he visto la playa de noche, apenas recuerdo una o dos junto a mis padres... Pero sin duda, este es el momento más hermoso.
Comentó suavemente, rodeando con un brazo los hombros ajenos y atrayendo al muchacho hacia sí. Le resultaba extraño que nadie más estuviera deleitándose con el paisaje, aunque si se ponía a pensar no era tan raro, pues gran parte de los vampiros debía estar haciendo sus compras y cosas como esas, llenando su alma con cosas materiales e ignorando las verdaderas bellezas tan grandiosas como la que ahora ambos jovenes estaban presenciando.

-...Tendremos que hacer esto más seguido, ¿No crees?
Añadió, bajando la mirada para encontrarse con la del castaño.

El contacto con la piel suave y fresca de Takuma, agora humedecida por la fría agua marina, le provocaba constantes y hermosas sensaciones. Suspiró suavemente al notar el brazo en sus hombros y se apoyó en su adorado dios, cerrando los ojos y dejando escapar otro suspiro, esta vez más notorio.

-Yo nunca había estado en la playa de noche. En Francia siempre iba por el día, normalmente después de comer...

Se quedó en silencio, recordando por un instante, pero sin dolor o tristeza. Luego asintió a las palabras de Takuma, pensando que sería maravilloso volver a la playa al anochecer. Antes de llegar, había temido que estuviese llena... a saber si los vampiros iban a la playa de noche. Por fortuna, la tenían para ellos solos, y esperaba que fuese así siempre.

Permaneció inmóvil unos minutos y después se separó suavemente de Takuma, dejando un tímido y superficial beso en sus labios. Le miró y sonrió de una manera algo pícara y juguetona, aunque sin perder su habitual aire de inocencia. Y, manteniendo esa sonrisa, salpicó con algo de agua a Takuma, esperando que no le molestase el juego.

Por un momento recordó uno de sus viajes a Francia, y pensó en lo tonto que había sido al no haber ido aquella vez a la playa. Sus padres no lo habían llevado, pues al fin y al cabo él los estaba acompañando en un viaje de negocios. Negó levemente con la cabeza como para espantar sus pensamientos, pues prefería enfocarse en 'el ahora', que era sin duda muchísimo mejor y más hermoso, ya que estaba junto a su príncipe.

Recibió algunas gotas de agua que golpearon su cuerpo y miró con la misma sonrisa traviesa a su amado.
-Jajaja~ ¿Asi que quieres guerra?
Cuestionó juguetón y entre risillas infantiles, salpicandolo él también. Luego con ambas manos juntó un poco de agua, y la virtió sobre el cabello ajeno aunque ya sin jugar tanto, si no más cariñosamente.

Se le escapó a él también una risa alegre, despreocupada, mientras hacía ademán de alejarse de Takuma, pero sin el más mínimo interés en hacer tal cosa, sino casi dejando que le salpicase. Se quedó quieto al ver que juntaba agua con sus manos y profirió un suave suspiro, cerrando los ojos, al notar que caía sobre su cabello, derramándose también por su rostro y su cuello. Sonrió... aquel frescor era increíblemente agradable.

-¿Guerra? Si tú tienes que ver con ello, quiero cualquier cosa...

Le sonrió otra vez, pero en esta ocasión con los ojos brillantes de alegría, olvidando aquel tono pícaro... sencillamente con una expresión que demostraba lo realmente bien que se sentía.

Terminó de mojar el cabello de su amado y sonrió con ternura al oir aquellas palabras. Se sentía a danzar en la luna con tan solo tenerlo a su lado, hervía de felicidad, creía ser capaz de cualquier cosa. Lo amaba, y solo pensar en eso era suficiente para sonreir durante toda una eternidad.

Volvió a abrazarlo tras haberse aproximado a él con gráciles movimientos, rodeandolo con los brazos y apegándolo a su pecho, sonriente. Su pequeño cuerpo era tan cálido, o al menos él lo sentía de esa manera. Era como si la fría temperatura del agua no afectara al pequeño, o tal vez lo sentía así porque él era el que estaba helado. Pero no importaba, solo reparaba en la sensación que estaba sintiendo, en el precioso cuerpo que tenía entre brazos.

Un involuntario suspiro brotó de sus labios al sentirse ahora junto al refrescante cuerpo de Takuma. Dejó que le abrazase, correspondiendo él también, pero acurrucándose en aquellos brazos, buscando sentirle más cerca.

Acarició extasiado su piel, tan pálida y brillante a la luz de la luna, reluciente a causa del agua marina que la empapaba. Rozó con sus dedos el cabello de su dios, como si estuviese tocando un objeto sagrado. Le maravillaba la textura del pelo mojado, algo oscurecido por este hecho, pero realmente precioso.

-E-eres tan bonito como una divinidad.

Se sonrojó mucho al decir aquello, pero en esos instantes le parecía tan irreal y al tiempo cercano como un dios, allí a la luz de la luna.

Lo acunó en sus brazos, con dulzura, cuidado, y tanta suavidad que parecía que el rubio pensara que, apenas siendo un poco brusco, aquella figura tan hermosa que tenía entre brazos se desmoronaría. Le parecía tan delicado y pequeño, aún sin ser ya un humano, de todas maneras se le hacía diminuto y frágil, como un muy bello muñequito de porcelana a quien debía proteger en todo momento, a cada hermoso segundo.

Escuchó sus palabras con una sonrisa tierna, sonrojandose levemente a la vez que entrecerraba los ojos, apegándolo un poco más a su cuerpo y gozando de aquellas leves y preciosas caricias.
-...Pero ni siquiera una divinidad puede competir con tu hermosura.
Inquirió por lo bajo, en tono cantarín y bajo. Llevó entonces una mano sigiloso tras meterla en el agua, y apenas rozando la espalda del chico hasta terminar sosteniéndolo por la cintura, apegando un tanto sus caderas mientras que seguía abrazándolo. Deseaba con ancias tenerlo cerca, sentir cada parte de su cuerpo, hasta el rincón más recóndito... Pero esperaba que al jovencito no le molestara lo que estaba haciendo.

El tacto de la mano en su espalda le produjo un estremecimiento, esa clase de estremecimiento que sólo la cercanía de Takuma y el contacto con aquel cuerpo ansiado le provocaban. Sólo su amado dios conseguía causar en él esas sensaciones tan intensas y hermosas con un mero roce o un sencillo acercamiento. Suspiró con intensidad al notar como le aproximaba así, pegándose inconscientemente a él.
-Yo no soy hermoso... Mi cuerpo marcado no es digno de ti, pero me alegra que me veas así...
Abrazó al otro vampiro, hundiendo la cabeza en su pecho, necesitando un mayor contacto. Levantó suavemente su rostro y le besó en los labios fugazmente, poniéndose de puntillas pues de otra manera no le hubiese alcanzado. Estaba muy sonrojado, pero se sentía feliz, como si estuviese en un sueño... era demasiado maravilloso para ser real y, sin embargo, en el fondo sabía que lo era.
-Quiero ser tuyo... -musitó, aún más sonrojado... sin saber por qué había dicho eso, pero tampoco arrepintiéndose, porque en verdad sentía eso.

Poco a poco se encorvaba, apoderándose en un posesivo abrazo del cuerpo ajeno, sonriendo como siempre hacía al estar a su lado, tan tranquilo, sin poder dejar de maravillarse cada vez que tocaba ese cuerpecito tan hermoso.
-No quiero discutir sobre eso.. -Musitó muy por lo bajo, al oído del jovencito- ...Pero aún así lo diré: ...Tu cuerpo es hermoso tal y como está, Narcys... y aunque algo cambie, yo siempre pensaré lo mismo.
Le murmuró con suavidad, sosteniéndolo con delicadeza y cariño.

Luego escuchó lo segundo y también se sonrojó, aunque un poco menos y manteniendo su semblante y expresión calmos. Decidió quedarse en silencio mientras bajaba un poco más la mano que tenía en la cadera ajena, hasta posarla sobre una de las nalgas de Narcys, todo muy suavemente, apenas moviéndose. Con la mano libre lo tomó delicadamente del mentón y volvió a besarlo con ternura, explorando con su lengua la boca ajena.

Se le iluminaron los ojos con tan sólo escuchar sus palabras. Era verdad que se avergonzaba de su cuerpo y que todavía seguía pensando que resultaba indigno de Takuma, pero le bastaba con que a él le gustase. Echó un vistazo a su reflejo en el agua y dejó de reprocharse por un momento ese aspecto, concentrándose tan sólo en la cercanía de su amado dios.

Se estremeció, de deseo y de ansia, al notar la mano del mayor en una de sus nalgas. Le gustaba que la apoyase ahí, le gustaba sentirla, mientras correspondía al beso, cerrando los ojos por un instante y abriéndolos luego, dejado que sus pupilas se perdiesen en las grandes esmeraldas del otro, rodeando su cuello con los brazos.

-Te quiero...

Se separó un instante de él, apenas unos centímetros, para poder decir eso, pero al momento volvió a juntar sus labios con los de Takuma, ansiando ese contacto.

Apretó muy levemente la mano con la cual sostenía el gluteo de su amado, separándose dolido del beso, para tomar un poco de aire y mirarlo a los ojos dulcemente. Bajó un poco la cabeza, apoyando la frente contra la del castaño y sonriendo entre pícara y tiernamente.
¿Porqué sentía tantos deseos de estar con él? ¿Cuál era la razón por la cual las ansias de ser uno con esa persona lo carcomían por dentro?... La verdad no buscaba precisas respuestas a ello, pues le bastaba... más bien, le sobraba, el hecho de poder tener allí a su amado Narcys, abrazándolo, sintiendo su deseado cuerpo cerca.

-...Te amo.
Esa fue su respuesta. Su corta respuesta que, a pesar de reducirse en dos simples palabras, representaba un mundo de sentimientos dedicados exclusivamente a su pequeño príncipe.

Tras decir aquello bajó en un camino de besos por el cuello del menor, saboreandolo y aspirando su embriagador y delicioso aroma. No tenía intenciones de morderlo, solamente quería besar aquel cuello tan suave y apetitoso. Mientras tanto, la mano posicionada en la parte baja del pequeño se deslizó hasta ser posada en la entrepierna del mismo, proporcionandole allí un suave masaje, rozando con las puntas de los dedos aquellas partes sensibles.

No pudo ahogar un suave gemido cuando los dedos de Takuma rozaron su intimidad. No sabía por qué tan sólo su cercanía, su contacto, ya bastaban para hacer que se le empezase a acelerar el corazón. Cada roce provocaba en él grandes sensaciones, que le hacían respirar de una forma un poco más agitada.

Ladeó la cabeza hacia un lado, dando a Takuma total acceso a su cuello, sintiendo sus besos y estremeciéndose. Le gustaba que los labios de su amante estuviesen allí, precisamente en esa zona para él tan sensible, que detestaba tocasen otras personas. Pero notar esos besos y pensar en la posibilidad de que le mordiese era demasiado excitante.

-Ah...

Entrecerró los ojos, aferrándose al cuello del mayor y prácticamente colgándose de él mientras dejaba escapar algún suspiro bastante elocuente.

-Muérdeme... por favor...

Las palabras brotaron de sus labios casi sin que se diese cuenta, manteniendo su cuello estirado y por completo ofrecido a Takuma. En las últimas semanas había descubierto que la mordida de aquel vampiro era realmente adictiva.