Buscando Sal! (Libre.)

Había encontrado dos monedas tiradas en el suelo llegando al mercado, que aparentaban tener bastante valor, al menos como para comprar algunas provisiones. No tenía idea de para qué alcanzaba el dinero, mas sabía bien que, al ser aquella la única posibilidad para comprar algo de comer, debía atesorarlas aunque le costara la vida... bueno, no tanto.
Caminaba en cuatro patas, meneando la cola de lado a lado en el aire y manteniendo sus felpudas orejitas erguidas sobre su cabeza, pasando desapercibido entre la multitud de compradores, siendo apenas una pulguita en comparación con los mismos y con un semblante serio y desinteresado.
Pero entonces, debido a que por un momento se había distraído, chocó contra alguien y abrió su pequeño puño, dejando caer las monedas al suelo y rodar hasta caerse dentro de una alcantarilla.
-N-No...
Apenas si logró susurrar, sentandose en el suelo observando perdidamente la alcantarilla, notando como sus orbes oscuras se cristalizaban en lágrimas, olvidando que había chocado a alguien.

Pocos segundos luego de que hubiese perdido las monedas dentro de esa pantanoso pequeño caudal en la alcantarilla, ya había asumido que nunca más las tendría de nuevo, que su oportunidad había desaparecido. Sin embargo, aún algo atontado viendo la rejilla como si pudiera sacar las monedas con solo mirar, desvió la vista hasta mirar al hombre de largos cabellos grisaceos que se dirigía hacia allá con aquella extraña sonrisa. Al parecer todos al rededor lo miraban juzgándolo de demente, mas al pequeño le agradaba ver que al fín alguien por esos lares sonreía sin motivo aparente.
Solo observó en silencio sus acciones, sentado a un lado de donde antes estaba la pequeña reja, inclinando las orejas hacia atras, dubitativo. ¿Qué motivos tendría aquel sujeto para ayudarle? Se preguntaba.. Eso era lo malo de él, su defecto: Pensaba que siempre había que hacer las cosas por un motivo, y no por el simple gusto a ayudar.

Al notar que el hombre extendía las manos con las monedas hacia él, simplemente las tomó con cautela, aún sentado con su mirada incrédula. Alzó sus orbes oscuras y las fijó en el rostro del individuo como si pudiera mirarlo a los ojos, a pesar de que el flequillo lo tapara.
-Gra...Gracias.
Musitó únicamente, sin poder evitar que se formara una gran sonrisa de oreja a oreja en su pálido rostro, agradeciendo con ésta a esa persona.

Guardó las monedas en uno de sus bolsillos y volvió a poner sus manos en el suelo, patas, mejor dicho, sentandose igual que un minino. Movía la cola con suavidad en un lento vaivén, y observaba en todo momento a su acompañante, contagiandose de esa sonrisa tan alegre, y manteniendo la suya de igual manera.
Se hizo un poco hacia atrás cuando el hombre se le acercó, mas no con miedo, si no que algo avergonzado. Con un leve sonrojo volvió a su posición anterior cuando de nuevo tuvo su espacio, y ante el comentario de los chistes, asitió enérgico y alegre con la cabeza, moviendo junto a ésta sus afelpadas orejitas gatunas.

-..Chistes, es muy bonito reir por ellos.
Comentó apenas audible y casi para si mismo. Era muy extraño que se comportara asi de sociable con una persona al apenas conocerla, mas aquel sujeto le había agradado y no parecía una gran amenaza.
No muy lejos de ellos se podían oir tenues murmullos de la gente que pasaba por allí, y aunque se mantenía espectante, ignoraba aquellos comentarios como si no escuchara nada, pues verdaderamente le desinteresaban los pensamientos ajenos.

Escuchó atento al sujeto con toda su atención, mas luego de que le contara el chiste, se quedó un rato tieso, analizandolo mentalmente. Tenía sentido pero a la vez no, aunque de todas maneras le había sacado una que otra tenue risilla. Bueno, era un chiste al fin y al cabo, no había mucho que pensar sobre ello.
Más que nada miraba agraciado los movimientos ajenos, encantado todavía por la extensa y cómica sonrisa del hombre, y riendo de vez en vez por sus raros movimientos.

Aún permaneciendo callado, sin pronunciar palabra alguna, se limitó a girar un poco la cabeza para divisar con sus orbes oscuras a su alrededor, notando como casi toda la multitud los observaba al pasar, dubitativos. Simplemente sonrió algo extrañado, preguntandose la razón por la cual la gente los miraba así sin ni siquiera pensar que tal vez era por la apariencia de su acompañante.

-Umh~ Si.. iba de camino a las tiendas pero.. pasó todo esto.
Explicó con cierta ternura en su voz, con un tono suave y que denotaba su temprana edad y algo de timidez. Volvió a reir un poco a causa de las palabras del sujeto, acercandosele un poco más y, borrando de pronto esa sonrisa, mirandole el rostro un poco más detayadamente, en silencio, analizándolo con la mirada como si buscara algo en éste.

Por más que observara tan de cerca, a pesar de que se esforzara por descifrar su desconocido dilema aún no encontraba allí lo que buscaba. El flequillo ajeno no lo dejaba ver lo que quería, mas no se atrevía a acercarse más como para ver por debajo o a traves de éste. Se hizo hacia atrás de nuevo, manteniendo bien abiertos los ojos, con una expresión de incredulidad absoluta.
-¿Dónde están?
Cuestionó de pronto, ladeando un tanto la cabeza y dejando caer sus orejitas a los costados, moviendo lentamente la cola.
-¡No los veo! Sus ojos, señor.
Dijo, finalmente. Por alguna extraña razón se había empecinado en ver los ojos ajenos, algo lo empujaba a querer hacerlo, enfocado en poder divisar las orbes del individuo que lo acompañaba. Esa era una meta que había planteado en su cabeza apenas en ese mismo momento, mas que ya quería realizar.
Pronto, entre tanto pensar y mirar el rostro ajeno, una poco provable hipótesis se formuló en su mente, que aunque fuera una suposición tonta, valía la pena preguntarla.
-¿No tiene ojos? ¿Cómo hace para ver entonces?
Cuestionó tremendamente inocente tras una exclamasión de sorpresa, volviendo a acercarsele un poco.

Nuevamente, sonrió de lado a lado al oir que le mostraría sus ojos, entusiasmado, a la vez que un suave sonroso pintaba sus aterciopeladas mejillas de nuevo.
-¡Si! ¡Deben ser muy lindos!
Exclamó con alegría, instintivamente apoyando sus dos manos, o patas delanteras sobre el pecho ajeno, como un gatito intentando erguirse de esa manera. Quería verlos, sin duda, y resolver el misterio que se había enredado en su mente.

Manteniendose así, cómodamente casi recargado sobre el pecho de aquel hombre, divisó sumamente atento sus lentos y misteriosos movimientos, ancioso por poder ver sus orbes. Sentía un extraño cosquilleo en el estómago, repleto de emoción.

Al ser el misterio develado, no se movió de su posición. Lo único que hizo fué sonreir, maravillado, escaso de palabras o algo para decir. ¡Eran tan hermosos! Aquel color tan bonito, a demás de la sensación de tranquilidad que le inspiraban. Así era un hombre completamente distinto al de antes, aunque le agradaba de igual manera.
-Son...son tan.. lindos.
Masculló encantado, entrecerrando sus propias orbes, en las cuales había un brillo ilucionado e infantil.
-Ah.. si, me.. me llamo Súzu, por cierto.

Sonriendo con calidez y confianza, ladeó un tanto el rostro poniendo una expresión calma, mas alegre. Vió como tapaba sus ojos de nuevo y, al ya no ser tomado por las manos del hombre, se hizo hacia atrás volviendo a apoyarlas en el suelo.
-Under..taker... Lo recordaré.
Repitió en voz baja, infantil. Volvió a mirarle entonces, de nuevo como si pudiera verlo a los ojos, con aquella sonrisilla tan tierna que se le dibujaba en el rostro.

Se sorprendió un poco al oirle decir que vivía en el cementerio, pues jamás había conocido a nadie a quien le gustaran esos lugares tanto como para quedarse a habitar allí. No le temía al lugar, tan solo, no era uno de sus entornos preferidos para pasear, a pesar de que el silencio y la soledad eran a veces sus mejores acompañantes. Sin embargo, si algún día iba a visitarlo, con compañía sería de seguro muy diferente.
-No dudaré en ir alguna vez, señor Under.
Le aseguró entusiasta, tras una risilla inocente.

Le miró dubitativo al oir que decía "vecinos", preguntándose quién más podría estar viviendo allí, y en todo caso, ¿Porqué había gente habitando en un cementerio?... No se le llegaba a ocurrir la posibilidad de que se tratase de los cuerpos avandonados por sus respectivas almas, los cuales sí eran más que abundantes por esos lares.
-¿Vecinos?
Repitió extrañado, en tono de duda.
Sonrió al verlo moverse asi de nuevo, agraciado, tomando mientras tanto con una pata su propia cola y observando como la misma aún se retorcía en el aire a pesar de que se la sostuviera.

Le costaba creer que en verdad había más gente en el cementerio, y veía que el hombre no estaba bromeando, a pesar de su semblante juguetón. Pero bueno, había visto muchas cosas increíbles en su corta vida, por lo que eso no podía sorprenderle tanto.

-De... de todas maneras no como casi nada, mi apetito es muy poco.
Le dijo aún sonriendo con discreción, soltandose la cola y dejando que ésta volviera a danzar lentamente por los aires de aqui para allá, volviendo a alzar la mirada, observando divertido como el hombre se movía.
-¿Son callados y no comen?...
Repitió en voz baja, dubitativo. Entonces pensó en algo que... nah, no podía ser posible.. De todas maneras, a pesar de que pensara que su suposición era una estupidez, pensó que sería divertido preguntar.
-¿Nee, y pueden caminar ellos solitos?...¿En qué lugares duermen?

Ya no había más que suponer. Obviamente, tomando en cuenta sus pensamientos y las palabras del individuo con el que estaba, había que ser muy tonto para no darse cuenta de qué tipo de vecinos estaban hablando.
-Ouumh~ -Asintió con la cabeza, sonriendo, permaneciendo por unos momentos pensativo mas luego volviendo a su postura enérgica, manteniendo sus oscuras y afelpadas orejas erguidas- ¡Esos son los mejores vecinos!.. Nunca tocarán a tu puerta pidiendo azucar.
Finalmente, comentó risueño, sonriendole infantil.

Rió varias veces con aquel tono tenue e infantil, mirandole, y también asintiendo alegre y enérgico con la cabeza.
Entonces dejó de reir y se quedó tan solo sonriendo, con una expresión amigable en el rostro, agraciado.
-Es usted muy gracioso, señor Under-san.
Comentó risueño, sonrojandose muy levemente. Apenas al conocerlo ya comenzaba a parecerle un individuo agradable, algo muy a tomar en cuenta, pues aquel pequeño neko solo era así de sociable con unas poquisimas personas.