Castillo Stene [Priv]

Odiaba esa isla, pero más que la isla odiaba el fatidioso aroma de aquel desgraciado que mientras la carroza se iba acercando, se hacía mas intenso. Debía aceptar, que al menos, el dulce aroma de su nieta había impregnado la mansión de mal gusto, el camino entre las flores e incluso podía predecir entre sueños los caminos por los que los pies de la pequeña vampireza habían recorrido esa noche.

Olía a ella, la podía ver con sus cabellos ébanos como los de su hija, tan identica a su familia y aún así tan parecida a aquel malnacido.

La dama, se echó hacia atrás el felquillo cuando anunciaron los cocheros su llegada, no, no había avisado al bueno para nada y tampoco a su nieta, a su princesa, quería darle la sorpresa, sin embargo con autoritaria actitud se abrió paso voluntarioso sin escuchar las quejas de los sirvientes de Osten, sacó su abanico a medio camino y ordenó le abrieran la puerta. Filas y filas de malestas entraron trás ella cargadas por sus sirvientas. El escandalo se abrió paso entre cuchicheos y cuando estuvo en el umbral de la puerta, maldiciendo el pésimo sentido del ornato de quien fuera su yerno, habló en melodioso tono alto. - ¡Pandora, querida...la abuela vino a verte!

- Morira de gusto..- Dijo la dama alegre, aunque en el fondo no era más que un mal sarcasmo que jamás permitiría a su nena ver.

Olvidandose de los modales, soltó el abanico al suelo y se abrazó a la señorita efusivamente.- Mira, si cada que te veo estás más hermosa. No imaginas cuanto te extrañé.- Le estrechó entre sus brazos, hundiendose en sus cabellos, lamentando el aroma del caballero en sus manos. Lo maldijo una vez más en sus adentros y separandose conuna sonrisa calurosa, peinó sus cabellos mirandole con orbes brillosas de alegría.- ¿Cómo estás? Cuentame...¿tu padre te ha tratado cómo corresponde? ¿Te has alimentado?

-Un humano...hospital...-Repitió tratando de enmascarar las nauseas que le recorrían conuna sonrisa maternal a la damita de negro. Un humano, había osado el idiota mancillar la memoria de su hija con un repugnante humano y hacer que su princesa hiciera aquellos burdos experimentos para brutos, era una compelta aberración.

aún así hizo lo posible por mantener el temple, cosa que s ele hizo fácil con lo que siguió diciendo la menor. - Jamás, jamás ¿me oíste? - La estrechó de nuevo en sus brazos besandole la cabeza.- Jamás, sin importar lo que pase, la abuela se enojara contigo, porque eres lo má simportante que ella tiene en el mundo, por eso vine hasta acá..porque sé que estar con tupadre te hace feliz y no quiero intervenir con ello.-

-Dime...-Le sonrió escuchando sus relatos, sonriendole en todo momento. No, no le agrado nada oir del licano, un licano. Un vulgar perro.

Suspiró, pero la nena parecía contenta, si eso era, lo demás podía aceptarlo. -¡Me ofrecerías suna taza? El viaje fue muy largo, sabes cuan lejos queda nuestra casa, pero vale la pena, moría de ganas por estar contigo.- Se precipitó al salón de té y tomo asiento con un contoneo elegante, delineando con los guantes una elegante taza, supo que era uno de los juegos que le había regalado cuando pequeña.- ¿Oh, aún lo conservas? Me da gusto que lo trajeras hasta acá, espero que te recuerde un poco a la abuela cada que bebes de él.
>>En fin...¿irás a una boda? ¿Has comprado tu vestido ya? Me encantaría hacerte uno, como antes...-

- A mí me encantaría hacerte uno a tí, querida, será largo y lleno de piedras preciosas y terciopelo.-Le dijo con uan sonrisa, retirandose los guantes de seda para tomar su taza.

- Mamá era una dama ocupada, pero la abuela siempre está dispuesta a acompañar a su priincesa como se debe...-Le miró, siviendose de la tetera y dió un sorbo al exquisito té.- ¿Sigue siendo tu sabor favorito? a tu padre nunca le gustó...-

-No se le puede exigir mucho un hombre, mi cielo ¿verdad?- Le sonrió dandole un largo trago a la deliciosa taza de té que tenía enfrente.

-Bien...necesito tomarte tus talles, preciosa...has crecido tanto...-Se levantó entonces la dama hurgando entre su maleta cercana la cinta alguna cinta para medir.- Claro, sería una versión más..."adulta" de ese vestido ¿Te parece? -Sonrió afable mirandole a los ojos, rodeandole con la cinta la cintura y subiendo luego a medir el prominente busto y para medir la cadera baja, los volados del vestido de la joven, la cinta no se ajustaba.

- Querida, creo que tendrás que quitarte la falda para que la abuela pueda medirte...-

-Es perfecta, sólo que algo estorbosa para tomerte las medidas, mi cielo...-Le dijo con inmensa ternura hincandose al piso, sin importarle que las finas telas de su vestido se llenaran de polvo, en cambio se maravilló hasta la última célula de las maravillosas formas que frente a ella se fueron descubriendo.

Los muslos lechosos, largos y perfectos cubiertos por las medias negras y los encajes de la lenceria cubriendole la intimidad; la cintura estrecha y las caderas circundantes moldeados por el ajustado boddy.

-Lo necesario, princesa...-Dijo más para si misma que para su interlocutora, pérdida en sus extansiantes formas. Le miró hacia arriba, sonriendole de la misma forma que siempre.- Eres una mujercita, querida, estás preociosa, tu padre te lo dice todo el tiempo y yo no soy la excepción...- Volvió a su tarea tomando la cinta métrica para tomar dato de su cadera baja, del largo de las piernas...y porqué no, no pudo evitar aunque fuera innecesario hacerlo con los muslos y en el área de los gluteos.

-Es natural, porque lo eres...y se perdió de los mejores cabios en el cuerpo de su retoño.- Suspiró con desgano evitando insultarle a viva voz y que la pelinegra se enterara al fin de su inmenso odio. Pero no podía, jamás podría.

Le miró a los ojos en un momento de devaneo y le abrazó con ambos brazos las caderas reposando el rostro en su vientre. - Pandora, mi niña, regresa a casa, este lugar es horrible, tu padre ni siquiera está en casa. Podemos viajar a donde quieras, te compraré lo que necesites, puedes visitarle las veces que te venga en gana, pero regresa a casa...- Dijo con los ojos cerrados aunque sabía muy bien que la fijación que la menor sentía hacía aquel remedo de vampiro era mucho mayor que el que sentía por ella.

- Papá tiene suficiente compañia...-Suspiró mirandole acercarse y extendió los brazos alrededor de su cuello cuando la menor se hincó.- Desde que murió tu madre, he estado tan sola, eras mi única compañia, igual que Seirem...ahora no hay nadie en casa...-

Le dijo mirandola a los ojos, tratando de transmitirle su mayor consternación, pero manteniendo igual de cercano el sentimiento de ganarle al padre de la niña.

- Eres mi nieta, tu lugar está con nosotras, sólo mírate en un espejo, te pareces más a mí que a él...Princesa...-Susurró, acercandose a su boca, atrandola en un suave beso delicado.