Buscando un lindo acompañante~ [Libre ^^]

Apenas iniciando su nueva vida en la gran isla, comenzaba a sentirse solitario. Bueno, se suponía que a los vampiros les gustaba eso, pero él no era como los demás. Quería, más que a un esclavo, a un acompañante.
Estaba en busca de alguien pequeño, travieso y alegre, mas durante su extenso paseo por el mercado no encontraba a nadie con esas características, aunque bien sabía que, estando a la venta en una pequeña jaula, nadie se vería feliz.
Continuaba su paseo, con una expresión algo triste pero siempre medio sonriendo. Odiaba ver a los pequeños atados y maltratados, y quería rescatar a almenos uno de los tantos que estaban allí.

Llevaba horas allí, inmóvil, tal como le habían ordenado. Al fin y al cabo, tampoco habría podido irse a ninguna parte, encadenado como estaba, y con aquel molesto collar en torno a la garganta. No se hubiera atrevido... tenía muy vivo en el recuerdo lo que le harían a la más mínima desobeciencia y no deseaba a arriesgarse a sufrir una nueva paliza.
Por ello, permanecía allí, arrodillado en la tarima, a ratos mirando a los compradores que recorrían el mercado, y otras veces, la mayoría, mirando fijamente al suelo, asustado, sintiéndose muy cerca de una desesperación muda y seca, porque ya se le habían acabado las lágrimas.
En un momento dado, su mirada se fijó en un comprador que tenía una expresión distinta a los demás, menos ansiosa y, quizá, un poco más amable y humana. Le recordó a su hermano mayor y, sin poderlo evitar, se le quedó mirando fijamente, con una expresión un poco estúpida. Instantes después sintió el dolor de un azote que acababa de propinarle su vendedor, sin previo aviso.
-¡Insolente! -Le gritó el tratante-. No mires así a los clientes, idiota.
Narcys ahogó un gemido de dolor y, suspirando, bajó la mirada.

El mundo lejano en el que estaba, pensando y mirando todo sin ver en verdad, se rompió en miles de pedazos al oir el sonido de un doloroso azote. Su mirada se dirigió inmediatamente hacia donde se suponía que provenía el sonido, e indignado se acercó con rapidez allí.
No sabía muy bien como tratar con uno de esos desalmados vendedores, mas intentaría ser amable para poder hacer un trato con el hombre y llevarse al jovencito, ya que veía que los demás compradores tambien lo hacían. De ese modo, ya estando a pocos pasos del hombre, le hizo una seña con la mano para hablar con él, haciendo su mayor esfuerzo para no comenzar a reclamarle a gritos la manera en que trataba al pobre chico.
-¿Cuánto cuesta aquel humano?
Cuestionó secamente, alzando la mano y señalando con su índice al joven de rodillas. El precio no sería problema, solo queria sacarlo de allí.

No alzó el rostro cuando escuchó aquella voz preguntando por su precio. En el fondo, no le importaba quién le comprase... Sus anteriores amos lo habían maltratado y él jamás había conocido a un vampiro que fuese amable con los humanos, así que ¿qué podía esperar? En el fondo, sabía que, si aquel cliente le compraba, lo más probable era que lo tratase como los demás y, cuando se cansase de él, lo devolviese, de manera que le venderían otra vez...
El comerciante lo cogió por el pelo y lo mostró al rubio vampiro, con una sonrisa codiciosa.
-Treinta mil -anunció-. Es joven y hermoso... muy dócil, señor. Y además, apenas está lastimado. Hará lo que le digas.
Narcys se vio obligado finalmente a mirar a su comprador. No le odiaba ni nada parecido... hacía años desde que había dejado de odiar, ahora sólo quedaba el miedo y la tristeza... Y, sin embargo, aquel vampiro parecía muy distinto al resto, al menos tenía una mirada más cálida y amable. Se estremeció cuando el vendedor tiró de la correa que llevaba en torno al cuello y soltó un vago quejido.
-Vamos, esclavo, ponte en pie para que el señor te vea.
Le obedeció en silencio, esperando que aquello acabase pronto.

Al borde de la histeria, no pensó en contenerse más y dió un fuerte golpe en la mano del vendedor, obligando a que soltara al jovencito.
-¿De qué sirve un esclavo traumatizado y con miedo a todo?
Le preguntó molesto, tomando con muchisima fuerza la muñeca del avaricioso hombre. Tan solo, no podía seguir viendo un trato así, y sentia que iba a vomitar.
De inmediato sacó un par de pequeñas bolsas con la cantidad pedida, y simplemente, soltando el brazo del sujeto, se las puso en la palma de la mano y ladeó un tanto la cabeza para observar entristecido al joven humano.

No podía creer lo que estaba viendo. Cuando el cliente alzó el brazo, Narcys pensó que lo hacía para tocarlo a él, para examinarlo como habían hecho otros tantos antes. Pero el vampiro había golpeado al vendedor, y parecía furioso porque lo estuviesen tratando así. El chico se atrevió a mirarle, sorprendido, agradeciendo en silencio que hubiese obligado al tratante a soltarlo, porque el cuello estaba empezando a escocerle de nuevo.
Después vio como entregaba las dos bolsas con el dinero... eso significaba que ya era suyo, que ya tenía un nuevo amo. Un suave temblor se apoderó de su cuerpo. No sabía a qué se exponía pero, el solo comportamiento que aquel vampiro había tenido con el tratante, bastaba para calmar un poco a Narcys, aunque todavía temblaba cuando el vendedor lo hizo bajarse de la tarima, y le entregó la correa al cliente.
-Todo suyo, señor -agregó el vendedor, antes de darse la vuelta y dejar a Narcys allí.

Realmente, no podía decir "Fué un placer hacer negocios con usted". Su estómago estaba revuelto, y ya quería marcharse de allí. Mas antes se arrodilló ante el muchacho, y procedió a quitarle esa horrorosa cadena. No le importaba si escapaba, pero sabía que si eso ocurria lamentablemente lo atraparían y lo volverían a traer a ese lugar.
Al terminar de quitarle la cadena y el collar, se puso nuevamente de pié y posó con sumo cuidado una mano sobre la cabeza del chico.
-¿Estás bien?.. ¿Te han lastimado mucho?
Le preguntó con una voz suave y calmada, caminando hambos hasta un lugar un poco menos ruidoso.

El muchacho casi ni se atrevía a mirar a su nuevo amo; rezaba en silencio para que no empezase a tironear de la cadena, porque ya tenía el cuello bastante lastimado. Pero, por el contrario, el vampiro le quitó el collar con mucha delicadeza. Narcys alzó al fin la vista y escuchó la amable pregunta, muy sorprendido.
-No... no se pre... preocupe por mí, amo. Es... estoy bi... bien-le aseguró, aunque había empezado a frotarse inconscientemente las heridas del cuello y todavía temblaba-. Muchas gracias, se... señor.
Le siguió hasta una zona más agradable, alejándose de aquel maldito mercado. Con cadena o sin ella, no pensaba escapar... lo había intentado una vez, poco después de llegar a la isla, y el castigo había sido lo bastante cruel como para disuadirle de intentarlo. Pero, en el fondo no era sólo eso, sino que aquel joven vampiro que le había comprado parecía, sin duda, muy distinto a los demás. Narcys pensó que quizá esta vez tendría un poco más de suerte.

-Cuando lleguemos a la mansión te curaré esas heridas, lo prometo.
Aseguró, sonriendole sobreprotector. Sentía como si el ser que tenía en frente se fuera a despedazar, se veía tan frágil, tan delicado que pensaba que con el mínimo toque ya se destrosaría frente a sus ojos.
Apenas separó los labios para presentarse en un leve susurro.
-Me llamo Ichijou Takuma, dime como desees, pero porfavor no me trates de usted.
Le pidió con amabilidad. Odiaba ese trato tan formal con el que había crecido toda su niñez.
-¿Cuál es tu nombre, pequeño?

Se sintió reconfortado por aquella voz tan dulce, tan amable... además, le hablaba en voz baja, no a gritos. Narcys odiaba que le gritasen; le sobresaltaba mucho y le traía malos recuerdos. Asintió al escuchar el nombre de su amo e hizo un esfuerzo para memorizarlo bien, porque lo cierto era que le costaba acordarse de los nombres de la gente. Luego trató de responder a aquella sonrisa con otra, pero le costó... hacía demasiado tiempo desde que no sonreía, tampoco había tenido motivos para hacerlo en muchos años. Por eso, su sonrisa fue muy tímida y fugaz, más parecida a una mueca.
-Gra... gracias, amo. A... a partir de aho...ahora te trataré de tú, como de... desees. ¿Pu... puedo llamarte amo Takuma o pre... prefieres de otro mo...modo? -Hizo una pausa, y fue ya incapaz de mirarle directamente-. Yo... yo me lla... me llamo Narcys.

-Dime como desees, si quieres, puedes quitarle ese "amo" a mi nombre.
Reiteró, tras una risilla infantil. Sentía angustia al oirlo tartamudear de ese modo, pues parecía completamente asustado y triste, aunque claramente tenía razones de estar asi al permanecer en un lugar como ese.
Escuchó atento su nombre, también intentando memorizarlo.
-Narcys.. -Dijo en voz baja- Que bello nombre...
Comentó, tras tomarle con cuidado y suavidad la mano. Una limusina los esperaba a pocas cuadras, para partir rumbo a su casa.
-Narcys, ¿Qué te parece si nos marchamos ya?

Le gustó la risa del vampiro, sobre todo aquel tono infantil y despreocupado. Al menos, no parecía un hombre tétrico y amargado... incluso, si uno no se fijaba bien, llegaba a parecerse mucho a un humano. De todos modos, tenía la piel demasiado pálida y, cuando se reía, Narcys podía ver aquellos largos colmillos, que en cualquier otro le hubiesen asustado mucho, pero que en Takuma eran incluso bellos.
-Ta... takuma... -repitió, en un susurró-. Me... me gusta es... este nombre... Te lla... llamaré así, Takuma.
Se sentía extraño por no llamarle "amo", pero a Takuma parecía no gustarle y, para Narcys, era maravilloso dirigirse a él sin emplear aquella palabra que había dejado de ser odiosa para convertirse en parte de su vida. Se estremeció cuando le tomó de la mano, pero al momento consiguió dominarse. Pensó que no debía tener miedo; Takuma lo estaba tratando muy bien, y no había motivo para asustarse, con excepción de las traumáticas experiencias pasadas.
-Co... como mi am... como Takuma desee, pero yo... sí, a mí... a mí me gustaría irme.
Lo dijo con un poquito más de una fuerza; lo último que quería era quedarse en aquel horrible lugar.

Entonces, vámonos ya.
-Concluyó, comenzando a caminar con lentitud. Le llevaba una significativa altura al muchacho, por lo que sentía que era aún más frágil que antes, ya que para él se veía muy pequeño.
Luego de caminar unos minutos, llegaron al fín a la limusina y el vampiro abrió la puerta para que Narcys entrase. Una vez ambos adentro, cerró la puerta y ordenó al chofer que comenzara a manejar hacia la mansión.
Y dime, ¿Qué te gusta comer?
-Cuestionó amable, observando por la ventana, alegre de que al fín los gemidos y lloriqueos que provenían del mercado ya no se escucharan.

Se mantuvo al lado de su amo, sintiéndose un poco más seguro por el hecho de que lo llevase de la mano. Se aferraba a él con una cierta fuerza; cada vez estaba más seguro de que su suerte había cambiado y de que aquel vampiro sería bueno con él.
Cuando se aproximaron a la limusina, Narcys estuvo a punto de correr a abrir la puerta, pero Takuma se le adelantó y sujetó la puerta mientras él pasaba. Le dio las gracias por la amabilidad y se sentó, un poco rígido, con las manos sobre el regazo, sin saber muy bien qué podía y qué no podía hacer. La pregunta de su señor le sacó de su ensimismamiento. Sonrió con tristeza y bajó la mirada.
-¿Co... comer? No... no lo sé muy bien... Yo... hace mucho que nadie me pregunta esto, ¿sabes? Y con mis an... anteriores amos... bueno, era afortunado... cu... cuando me daban de comer, así que... lo que tú decidas...

Abrió los ojos de par en par al oirlo decir aquello. ¿Cómo que era afortunado su le daban de comer?.. Mientras más tiempo pasaba en esa isla, más odiaba a los de su propia especie.
-Ah, Dios mío, no puedo creer lo que me estás diciendo.
Murmuró, indignado, mas prefería olvidarse de aquello y continuar con la conversación.
-Bien, veamos... Supongo que sabrás que yo no como lo que tu. -Dijo algo apenado, intentando hacer memoria- Sin embargo, he visto comer algunas veces a las mucamas, cosas como... cortes de carne con patatas y eso.. Ellas dicen que es apetitoso.
-Le sonrió nuevamente, poniendose una mano detrás de la nuca. Él se asqueaba tan solo al olfatear esa comida, pero había oido que los humanos gustaban de comer esas cosas tan raras.

Advirtió su sorpresa y esbozó una suave sonrisa; sin duda alguna, era completamente diferente a los demás. Narcys le miró al fin directamente, decidido a confiar en él. Se asombraba él mismo de ser capaz de confiar todavía en alguien, pero así era, y dentro de su corazón comenzaba a renacer la esperanza.
-Yo... yo sé que vosotros no coméis lo mismo que... que los humanos... -No quiso especificar; le habían mordido más de una vez, y todavía recordaba la experiencia con miedo y rechazo-. Y... y creo que recuerdo los cortes de carne... pe... pero... cuando yo... cuando yo era muy pequeño, mi... mi madre preparaba una especie de puré con verduras de dis... distinto tipo. Lo... lo echo de menos...
Le costó hacer esa confesión; Narcys nunca había hablado de su vida anterior con ningún vampiro. Tuvo un poco de miedo de haber sido demasiado exigente o sincero, y agregó rápidamente:
-Pe... pero en definitiva, lo que tú puedas darme, Ta... Takuma.
Lo dijo también porque le parecía improbable que en aquella oscura isla creciesen las verduras necesarias para preparar aquella comida.

-Pues entonces, si se puede le preguntaré a las cocineras si es posible que cocinen algo como lo que tu dices. Después de todo, creo que podrán conseguir verduras de las que les indiques.
Le dijo con calma. Hacía ya un buen rato que intentaba tan solo mirarlo a los ojos, pues ver esas heridas ensangrentadas despertaba su deseo de comer. Afortunadamente era un noble, y podía contenerse un rato más.
-¿Qué deseas hacer primero cuando lleguemos?... Puedo mostrarte tu habitación, puedes bañarte si quieres, o ir directo a comer.

Narcys se daba cuenta de que su amo estaba haciendo verdaderos esfuerzos por no mirar las heridas de su cuello y la sangre. Él intentaba no ponerse aún más nervioso y admiraba a Takuma por aquella entereza; muchos vampiros ya lo habrían mordido tiempo antes.
-¿Mi... mi habitación? -Aquello sonaba muy bien, sin duda-. Bue... bueno, me gustaría verla y después, tomar un baño, si te... si te parece bien.
Era verdad que necesitaba un baño; estaba vestido con unos pocos harapos desgarrados y llevaba días sin poder lavarse.