El nuevo habitad para el pececillo (privado/Naive)

Durante todo el camino había vigilado al pequeño para asegurarse que no dejaba de respirar, humedeciéndole la frente con ayuda de un poco de agua que había comprado por el camino. Abrió la puerta de la mansión de una patada, sin molestarse en cerrarla antes de continuar. El pececillo era lo más importante ahora.

Camino con paso rápido hasta el centro de la mansión, abriendo una puerta de cristal semi transparente que daba acceso a una piscina climatizada, diseñada de tal forma que parecía más un río artificial. El agua estaba a una temperatura de unos 22º y tratada de forma que no altera su química natural, así que esperaba que le hiciera bien al pequeño.

Se introdujo con el dentro de la piscina, sin molestarse en desvestirse primero, sosteniendo al pequeño para que no se hundiera hasta el fondo, ni fuera arrastrado por la corriente artificial – vamos pequeño... dame una alegría – murmuró con suavidad, buscando alguna señal en su rostro de que aquello estuviera funcionando.

Naive no sabía que lo habían comprado. Ni siquiera sabía que era ''comprar'' y ''vender'' - en su colonia se utilizaba el trueque - y de haber conocido y entendido esos conceptos, probablemente se habría puesto muy triste al saber que alguien había pagado por el, sin tener en cuenta su libertad como individuo y su derecho a ella. Sumido en la inconsciencia no sabía nada de quien le había adquirido ni a donde le llevaban, pero pasado un tiempo comenzó a despertarse debido a la tibia y relajante sensación que sentía a lo largo de su cuerpo. ¡Era agua! y no de mar, era agua de río....como el río al que Naive había pertenecido. Tal vez....sólo tal vez todo hubiese sido un mal sueño y ahora despertaría en casa, con los suyos. Hizo un esfuerzo por abrir los ojos, y al hacerlo ahogo un gemido de dolor. Aún estaba muy débil para poder moverse. Algo le sujetaba, algo fuerte y robusto. Naive giro lentamente la cabeza y volvió a ver aquel par de luces rojas y aquella cara. Empezó a temblar asustado, sin atreverse siquiera a escapar de los brazos de aquel ser que no olía a humano.....se encogió sobre si mismo y cerro fuertemente los ojos, esperando que el también le pegase como el otro. Con este le iba a dolor más, era más fuerte y grande. Se le escaparon algunas lágrimas de angustia y desazón, y se mordió con fuerza el labio magullado.

Vio como le temblaban los parados al pececillo y esperó expectante a que abriera los ojos. Asustarse, esa fue la primera reacción del pequeño, encogerse, cerrar los ojo, temblar... incluso soltó unas pequeñas lagrimas. Completamente comprensible si se tenia en cuenta todo por lo que debía haber pasado.

-Eh... tranquilo precioso... no voy a hacerte daño... - murmuró con toda la dulzura que su voz grabe le permitió, tratando de tranquilizarle – vamos... te harás daño – con suavidad uso el pulgar para abrir la boca del pequeño, evitando que siguiera mordiéndose el dañado labio – ah... hay que curar eso... - acercó despacio su boca a la del pececillo, lamiendo lentamente por donde el labio abierto manaba nuevamente sangre, cerrando la herida gracias a las propiedades curativas de la saliva de vampiro.

Se relamió paladeando el exótico sabor, alegrándose de haberle comprado antes de que algún otro vampiro con menos auto control que él. La sangre del pequeño era tan exquisita como fácil parecía matarle tomando de ella. Tendría que tener mucho cuidado de estar bien alimentado siempre que fuera a estar cerca de él.

-¿Mejor pequeño? Ya no te duele ¿no? - murmuró acariciando con el pulgar el labio partido.

El dedo que le obligo a abrir los labios era grande, grueso, y un poco áspero. Naive dejo de morderse el labio, pero no pudo evitar encogerse de miedo ante la acción de aquel ser. No comprendía porque quería que tuviera los labios abiertos, y porque le sujetaba de aquella manera. Cerró los ojos con fuerza y sintió como algo húmedo y tibió se posaba en las heridas de sus labios, abrió confuso los ojos y vio como el hombre se apartaba de el. Había sido el. Le había lamido los labios. Sintió primero un ligero escozor, pero inmediatamente después las heridas dejaron de dolerle y de escocerle. ¿Es que el había hecho algo para curarle? Parpadeo confuso, y después lo comprendió.

''Naive, sólo hay un ser peor que el hombre''

''¿Cual es mama?''

''El Vampiro''

Comprendió aterrado que sí la saliva de aquel ser le había curado el labio, eso sólo quería decir que el hombre que le estaba sujetando en brazos, era un vampiro. Había una palabra vieja, muy antigua, que no pertenecía a su idioma, y que su madre utilizaba para llamar a los vampiros. Naive abrió inseguro los labios, y después dejo salir su voz; era hueca, como el eco que no termina de reverberar.

-W-wamphyr? - susurro mirando con temor al ser que se cernía sobre el. Quizás había hecho mal en preguntar; quizás fuese mejor si no sabía que tipo de clase de depredador mamífero era aquel hombre. A pesar de que sentía como le acariciaba el labio, no entendía porque lo estaba haciendo. Los vampiros, si este era uno de ellos, eran malos. Tampoco comprendió las palabras que le murmuro, pero esperaba que el que no le estuviese gritando y no tuviese el ceño fruncido, fuese una buena señal.

-W-wamphyr? -

Le miró atento. Era la primera palabra que le escuchaba decir, o al menos el intento de ella, pero creía haberla entendido. Le preguntaba por su naturaleza, si era lo que era. Dudo unos segundos entre afirmarselo o no, pero pensó que ya que parecía saber sobre su especie, cuanto antes empezara hacerse a la idea de que estaba en manos de uno mejor.

-Si... - susurró afirmando con la cabeza – vampiro... - Separó lentamente los labios, enseñándole sus colmillos de la forma menos amenazadora que pudo, cerrándolos después para acercarlos hasta la frente del pequeño y depositar un suave beso en su frente – pero no voy a hacerte daño – murmuró con tono tranquilizador, aflojando el agarre con el que lo sostenía para que viera que no iba a retenerle. No quería asustarle más haciéndole sentirse atrapado.

– vampiro...

Así que se decía así. Una palabra extraña en un idioma extraño, pero no desconocido. Ya en otras ocasiones había escuchado hablar a los humanos. Normalmente de temas poco importantes a los que daban demasiada importancia, o a cosas sin sentido. Los humanos le parecían simples, muy simples, y también soberbios y sobretodo egocéntricos. Tenían pocos rasgos que pudiesen considerarse bueno o rescatables. O al menos eso decía mama.

Cuando el vampiro le enseño los dientes colmilludos, Naive no pudo evitar asustarse. Por un momento creyó que se lo comería, esos colmillos parecían poder traspasar su fina piel sin ningún problema y comérselo como había visto hacer a algunos pescadores con muchos de los miembros de su colonia.

Cerró los ojos con fuerza cuando el vampiro se inclino sobre su frente, y después los abrió sorprendido cuando sintió la caricia del beso sobre esta. Ese gesto lo comprendía a la perfección, era lo que hacía su madre cuando le daba las buenas noches, o cuando había llorado y quería consolarle. ¿Le estaba consolando el vampiro? El ser murmuro algo más que Naive no entendió, y después aflojo el agarre sobre su cuerpo, dejándolo flotar en el agua. Bajo la nueva luz del beso, el vampiro ya no parecía tan malo como antes, pero seguía provocando en el cierto recelo y temor.

Naive se llevo una mano al pecho, y sintió un inexplicable impulso que lo llevo a exclamar su nombre en su lengua materna. Después, consciente de que el vampiro no iba a entenderlo, intento recordar la forma en la que su madre lo había pronunciado un día. La forma humana de hacerlo.

-¡Naive! - exclamo señalándose a si mismo con la mano – Naive...- volvió a repetir con aquella extraña forma de pronunciar las palabras, hueca y sin entonación, ni acento alguno.

Observó curioso como el pequeño se llevaba una mano al pecho y emitía un extraño y curioso sonido. ¿Había tratado de decirle algo? Era bastante posible. Sonrió ligeramente, satisfecho con ello, porque para él eso, y que no hubiera tratado de huir, era una muestra de que su propósito de que no le temiera había salido bien. Que le tuvieran miedo solo le gustaba cuando se trataba del enemigo o personas non gratas, y el pececillo no era ninguna de las dos ni mucho menos.

-¡Naive! - exclamo señalándose a si mismo con la mano – Naive...- volvió a repetir con aquella extraña forma de pronunciar las palabras, hueca y sin entonación, ni acento alguno.

Ah... ahora si había entendido la palabra, pronunciada de la extraña forma en la que lo hacia el pequeño, se notaba que no estaba acostumbrado a hablar como un humano. Seguramente no había tenido mucho contacto con las personas, y de seguro no conocería lo viles y tramposas que podían llegar a ser. Oh... si, le había tenido miedo antes, por lo que seguro que sabia que podían ser malas, pero dudaba mucho que supiera la crueldad que podían llegar a desarrollar, y era probable que no supiera lo que era una mentira, porque si no, no se explicaba como se había relajado tan pronto encontrándose entre los brazos de una criatura como era él.

-Naive... – murmuró sonriendo sin enseñar los colmillos, para evitar incomodarle con la visión de estos. Naive era un bonito nombre, estaba seguro que se trataba de eso, el nombre del pececito – Heise... – murmuró despacio, pronunciando con claridad mientras se señalaba a si mismo, en imitación al pequeño, al que había pasado a sujetar con un solo brazo. Naive era tan pequeño que aun fuera del agua no le habría costado sostenerle así.

-¿He-i-se? - respondió dudoso, no sabiendo si había pronunciado bien el nombre del vampiro, parpadeo un poco confuso, después volvió a señalarse a si mismo – Naive – pronunció alto y claro, y después señalo al vampiro - ¡Heise! - exclamó, como queriendo decir ''yo soy Naive, y tu Heise'', igual que un niño pequeño. Sonrió debilmente, y a continuación, tras haber perdido gran parte del miedo al vampiro, ( por el momento parecía que no iba a hacerle daño ), se escabulló con facilidad del agarre de Heise, sumergiéndose en el agua. Aún estaba muy débil, pero necesitaba un mayor contacto con su habitad natural para recuperarse.

De inmediato su forma comenzó a cambiar mientras nadaba, y al cabo de pocos segundos, en vez de un pequeño chico, había un lindo pez que nadaba con tranquilidad bajo el agua. Se acercó nadando hasta Heise, y se quedo a su lado, dentro del agua, dando vueltas alrededor de sus piernas.

No pudo evitar reír suavemente cuando Naive repitió sus nombre, recordandole un poco a un niño. Le sorprendió oírse reír, aunque fuera de forma tan ligera. Hacia demasiado tiempo que no reía, demasiados años sin hacerlo, tanto que ahora le resultaba lo bastante chocante como para dejarle aturdido, y tardar en reaccionar cuando el pececillo escapo de sus brazos. Por poco se pierde la espectacular transformación. Le habría costado localizarle si le hubiera perdido de vista debido al tamaño de su otra forma.

Tan pequeño... tan pequeño que podría atraparle con una mano y aun tendría espacio para moverse dentro de ella. Reconocía la especie, era un guppy, peces hermosos y fáciles de mantener. Eran de sus favoritos, el movimiento de sus majestuosas colas cuando nadaban siempre le cautivaba, y la de Naive no era ni mucho menos la excepción, aun menos al saber lo especial que era este pececito en concreto.

Lo observo con una sonrisa mientras daba vueltas al rededor de sus piernas. Era increíblemente relajante contemplarle. Si no estuviera de pie y metido en el agua estaba seguro de que podría quedarse dormido en un momento.

Naive también miraba a Heise.

''Esta sonriendo'' se dijo perplejo ''¿Porque, porque sonreirá?'' se alejo un poco de sus piernas e hizo una pequeña cabriola, saliendo un poco por encima del agua, para caer dentro de esta de nuevo. Le dolió, se había olvidado de lo débil que había estado, así que la transformación fue involuntaria y un poco patosa, salió a la superficie con la boca abierta y el pelo sobre la cara, chorreando. Y luego se hecho a reír; dentro de lo cabe, incluido el dolor, había sido gracioso. Se tiro hacia atrás en el agua, salpicando hacia todos los lados, y después nado en forma humana hasta el vampiro, quedándose frente a el tranquilo y en actitud sumisa, mirándole un poco con la cabeza ladeada, pero gacha, no quería ser impertinente ni mostrar tan abiertamente su curiosidad hacia Heise. Se puso de pie dentro del agua, sonrió y......le sonaron las tripas. No había comido nada desde que aquel humano le había traído a la isla. Le había dado alimento, pero todo era salado y olía francamente mal, así que no había tomado ni un solo bocado de aquello. Se toco el estomago visiblemente avergonzado.

Las tripas le volvieron a sonar.

No pudo evitar acompañar la risa del pequeño con la propia después de la cómica escena que le había mostrado. Había sido un acierto comprar a Naive, el pececillo apenas llevaba unas horas en su vida y ya había conseguido que esta fuera mucho más alegre y entretenida que los últimos años. Su sonrisa no hizo más que ampliarse al verle pararse frente a él, tan sumiso, tan dócil, tan tentador... recorrió el cuerpo de Naive con la mirada, sintiendo que podría tomarlo allí mismo y en ese mismo momento.

Un ruido le sacó de su ensimismamiento. Vio al pequeño llevarse las manos al estomago, con una expresión claramente avergonzada y escuchó de nuevo el ruido, localizando el origen enseguida. ¿A si que su pececillo tenia hambre? Eso no estaba bien. Cogió de nuevo en brazos a Naive, sacandole de la piscina antes de salir el mismo de un salto.

Envolvió al pequeño con un albornoz que había colgado en la pared, y que al ser de Heise le quedo enorme. Sonrió enternecido ante la imagen que daba el pececillo envuelto en aquella enorme prenda, y lo cargó de nuevo para que no tuviera que pelearse con ella al andar.

Llevó a Naive hasta la cocina y lo sentó en una silla junto a la mesa que los sirvientes usaban para comer, o lo hacían cuando los tuvo, hacia tiempo que vivía solo en la enorme mansión. Abrió la nevera esperando que quedara algo de comida en ella, le gustaba tener siempre alguna cosa, sobre todo por si en alguna ocasión recibía alguna visita que no bebiera sangre, y aunque eso rara vez ocurría, ahora se alegraba de esa manía suya.

Sacó una tarta de queso y arándanos, que era lo único que quedaba y le sirvió una porción a Naive, haciéndole un gesto para indicarle que comiera. Esperaba que le gustara, porque hasta que no comprara provisiones no podía ofrecerle nada más.

Se sobresaltó un poco cuando Heise le tomo en brazos. El movimiento había sido un poco abrupto, y además le había cogido por sorpresa, por eso se encogió en brazos del vampiro. Tuvo que agarrarse de los hombros de Heise cuando esta salió de un salto de la piscina, y después de eso todo ocurrió muy rápido. El vampiro le coloco encima algo que siempre llevaban los humanos y los seres de fuera del agua. Naive sabía que se llamaba ropa, y le habían explicado que los seres de tierra la llevaban porque les daba vergüenza enseñar sus cuerpos, pero también para protegerse del frío, y en ocasiones también del calor, de la lluvia, y en general de los fenómenos atmosféricos. El nunca la había usado; jamas. No sentía vergüenza, puesto que en la colonia todos iban siempre desnudos, desde los más pequeños a los más mayores, y como había vivido siempre debajo del agua, no necesitaba protegerse de la lluvia, del frío, o del calor, aunque claro, se agradecía que la madre naturaleza mantuviese la temperatura del agua a una temperatura soportable y cómoda.

La ropa que le puso el vampiro era mullida, suave, y le quedaba grande. Muy grande. No se veía las manos por los agujeros que tenía allí, y si iba caminando pisaba la tela que sobraba por todos los lados. ¿Sería ropa de Heise? Compartir era sinónimo de buena voluntad, así que eso le contento. Si Heise compartía su ropa con el, es que no quería hacerle nada malo. Comenzaba a sentirse a gusto con el, y a mirarlo todo a su alrededor con los ojos abiertos como platos. No sabía que eran todas aquellas cosas que había allí, y aunque todas le asustaban, el vampiro se comportaba de manera normal con ellas, así que parecía que no había peligro. Por suerte iba en brazos de Heise así que no había problema. Lo complicado llego cuando el vampiro le dejo reposar en algo duro sobre lo que se tambaleo hasta que pudo conseguir una posición cómoda. Se retorció un poco, y después descubrió que estar sentado sobre madera no era tan malo como parecía, aunque no comprendía como siendo madera de árbol, aquella cosa no tuviese forma de árbol. Tenía un aspecto raro. La inspecciono con las manos, pero al no hallar nada extraño, simplemente dejo de prestarle atención. Y entonces llegó la comida. La miro, después observo el gesto de Heise, sonrió tímidamente, y olfateo aquel pedazo de lo que fuera que olía tan bien. Estiro una mano, manchando la ropa al intentar coger la comida, y se llevo un pedazo pequeño a los labios. Nada que oliese tan rico podía ser malo.

Abrió los ojos como platos al primer bocado, y estiro la mano por otro pedacito, pero después, recordando que esas cosas no eran precisamente buenos modales, aparto la mano, y señalo a Heise. Después repitió tímidamente el gesto que le había hecho para indicar que comiera. Le estaba intentando decir ''come tu también''. Por supuesto que nadie en su corta existencia le había hablado jamas de la especial alimentación y dieta del vampiro. Obsequió al vampiro con una mirada inocente, y cruzo las manos sobre el regazo, a la espera de que comiera el también aquella delicia.

Suspiró al ver como el pequeño manchaba el albornoz al coger la comida. Debería haber supuesto que aquello pasaría, pero en fin, ya no se podía remediar, y de todas formas... miró su ropa empapada, y el reguero que había ido dejando hasta allí, sin duda le tocaría hacer limpieza. Empezaba a plantearse seriamente que quizás era hora de conseguir nuevos sirvientes.

La expresión de Naive ante el primer bocado le sacó de sus cavilaciones, arrancándole un sonrisa. Le quedaba claro que el alimento había gustado al pececillo. El pequeño parecía que le indicaba que comiera también, y Heise sin saber muy bien como explicarle que él no comía de eso simplemente meneó la cabeza y empujó el plato hacia Naive, alejándose para dejarle claro que él no comería.

Volvió a mirar su ropa empapada, decidiendo que seria mejor quitársela, no porque temiera cogerse un resfriado ni mucho menos, los vampiros no lo hacían. Pero si empezaba a resultarle incomodo llevarla, así que se fue quitando una por una las prendas, escurriéndolas en el fregadero antes de dejarlas colgadas en otra silla, dándole de paso tiempo a Naive de terminar de comer.

El hecho de que Heise estuviera desnudo delante suya, no provoco ningún tipo de clase de pudor en Naive. Estaba acostumbrado a ver a los hombres y a las mujeres de su colonia desnudos, así que el que el vampiro estuviese como su madre le trajo al mundo, no le importo ni lo más mínimo. Sin embargo, mientras comía aquella delicia que Heise no había querido compartir con el, había estado observando con atención los movimientos del vampiro. Su cuerpo era grande, y tenía muchos músculos resaltados; Naive nunca había visto a nadie parecido. Eran como el agua de mar y el agua de rio; totalmente diferentes. El tenía un cuerpo pequeño, delgado y sin músculos marcados. El de Heise tenía que ser fuerte, era enorme y cuando le dió por un momento la espalda, pudo observar como se tensaban los músculos de la misma. Tenía un cuerpo bonito.

Naive se miro a si mismo; el abdomen y luego los brazos. Sabía que el nunca iba a ser fuerte, y probablemente tampoco muy alto, a lo mejor ni siquiera seguía creciendo, a pesar de que su madre siempre le decía que todavía estaba a tiempo de crecer y obtener un cuerpo más marcado y masculino. Naive no creía en ello. Prefería ser como era, de esa forma le era más fácil convertirse en pez y escabullirse de las garras de los pescadores. Aunque en esta ocasión no había tenido suerte.

Se terminó el ultimo trozo de aquella apetitosa comida, y se bajo aparatosamente del sitio donde había estado sentado, casi cayéndose al suelo y provocando que se abriera la ropa que llevaba puesta encima, sin embargo recuperó el equilibrio y miró a Heise esquivamente, con la cabecita un poco gacha, preguntándose que iba a pasar ahora.

Cuando lo vio tambalearse hacia el suelo se asustó, apunto estuvo de correr hacia él para evitarle la caída, pero observó como recuperaba el equilibrio y respiro tranquilo. El miedo era una sensación extraña para él, algo que raramente sentía después de tantos años sobre la tierra, después de tantas batallas, y ahora... ahora un pequeño pececillo era capaz de hacer que su corazón latiera de nuevo como una manada de caballos en plena estampida. Era realmente extraño que algo tan pequeño pudiera conseguir que se asustara tanto.

-Ah... pequeño... creo que me vas a dar muchos quebraderos de cabeza – murmuró sonriendo mientras le colocaba bien el albornoz. El cuerpecito de Naive era demasiado tentador para arriesgarse contemplándolo durante demasiado tiempo - ¿que voy hacer contigo? ¿hum? - le preguntó sin esperar realmente una respuesta – ah... supongo que lo primero es conseguirte ropa y comida... - murmuró para si. Eso significaba tiendas, y las tiendas gente y su pequeño pececillo entre ellas. Frunció el ceño preocupado ante la idea. Tendría que tener mucho cuidado.

-Ah... pequeño... creo que me vas a dar muchos quebraderos de cabeza – murmuró sonriendo mientras le colocaba bien el albornoz.

Naive observó curioso a Heise hablarle, siguió con la mirada el movimiento de sus labios, sintiéndose frustrado de no comprender lo que el vampiro le estaba diciendo, y de no poder comunicarse con el por palabras, aunque quizás podría hacerlo con gestos. Por fin comprendía que Heise le había salvado la vida al sacarle de aquella jaula. Estaba en deuda con el, por lo tanto haría cualquier cosa que Heise deseara para compensarle por las molestias que podría acarear su cuidado. Ya en esos momentos sabía, que jamas volvería a casa, en su corazón comprendía que estaba muy lejos del río, y que nunca volvería a ver a su madre. Aquello le entristeció muchísimo. Nunca había tenido mucha relación con el macho que le había engendrado, por eso no le llamaba padre, y apenas conocía a sus hermanos. Tres de ellos habían muerto. Sin embargo había estado muy unido a su madre, a la que había querido muchísimo y con la que había pasado su proceso de aprendizaje y adaptación a la vida bajo el agua, pero también a aquella que había tenido en la superficie, aunque hasta la fecha hubiese sido escueta. Iba a echarla mucho de menos. Solo esperaba que estuviese bien, a salvo; y en la seguridad de la colonia.

Alzó la cabeza porque Heise estaba de nuevo hablándole. Aunque no podía entender sus palabras, sí se daba cuenta de que parecía un poco preocupado, y de que tenía el ceño levemente fruncido. Ladeo la cabeza un poco hacia la izquierda, y algo tembloroso e inseguro coloco una mano sobre el hombro de Heise, mientras estiraba la otra y repasaba lentamente la arruga que se le había formado en el entrecejo. Era como si intentara preguntarle que es lo que le preocupaba, pero también como si quisiera decirle que no había nada de lo que preocuparse.



( Si quieres contesta una vez más y cerramos tema ¿ok? Entonces podremos abrir otro en lo de las tiendas, ¿te parece bien? )

Sonrió al sentir la mano del pequeño trazando su señal de preocupación, haciéndola desaparecer enseguida. Hacia mucho tiempo que no recibía un gesto tan tierno por parte de alguien, desde... vaya... en realidad probablemente era el primer gesto como ese que recibía.

Ser el hijo de un guerrero equivalía a ser criado como un futuro guerrero, y los cariños y mimos no entraban dentro de esa educación. Ni si quiera su madre había tenido muchos gestos dulces con él, la recordaba como una mujer dura, fría y disciplinada. De haber nacido hombre se hubiera convertido en un gran guerrero.

La verdad es que se sorprendía de poder ser tan delicado con el pececillo, no tenia ni idea de que pudiera ser así con nadie, pero daba gracias de ser capaz de ello. No creía que Naive fuera capaz de soportar demasiada crudeza, parecía tan delicado y frágil...

-Venga... vamos a ver si entre las cosas de los antiguos criados encontramos algo que sea más de tu talla – murmuró cogiendo al pequeño en brazos, llevándole con él a buscar por las habitaciones.