Desde ahora este es tu nuevo hogar ( Privado Mikeas )

Gorrión: m. Zool. Nombre común de varias especies de aves paseriformes de la familia ploceidos, género Passer. Son de color pardo y se alimnetan de insectos y granos. El gorrión común (P.domesticus) vive en las cercanías del hombre y se ha extendido por casi todo el mundo.

Balthazar cerró mentalmente la enciclopedia a la que había acudido para acordarse de cualquier dato relacionado con los gorriones, y sonrió ligeramente, con malicia, imaginándose a si mismo alimentando a su pajarito con insectos y granos. Era tan tranquilo y sumiso, temblando entre sus brazos, desprotegido, a su merced.... inevitablemente había tenido una erección ante estos últimos pensamientos. Pero no, aún no quería torturarle sexualmente, eso se lo reservaba para después. Los pasos a seguir, esquematizados, resumidos y colocados por puntos se estaban armando en su cabeza como un complejo puzzle. Quería hacerle tantas cosas al pajarito, y deseaba hacerlas todas a la vez. La ansiedad era enorme pero si no era cuidadoso se le iba a romper como todos los demás, y no quería que este se rompiera. Este era especial. Tenía cualidades únicas, aún no había hablado, y no podía ver. Iba a ser totalmente dependiente, más que todos los demás de cuyos nombres no se acordaba. Todos habían tenido algún apodo que hacia sobresalir sus cualidades; recordaba al Violinista, cuyas bonitas manos, de gráciles dedos habían tocado el violín hasta sus ultimas consecuencias. Murió poco después de que Balthazar le abriera con un bisturí las muñecas y le cortara los tendones para evitar que pudiera volver a mover las manos. Aún las seguía conservando en formol en el sótano, junto al violín del pequeño. Fue su culpa; le desobedeció, necesitaba ser castigado. Y como olvidarse del primero, de Loto, esa pequeña hermosura que no llegaba a la mayoría de edad, de sus ojos del color de las esmeraldas y de su voz. Era precioso, su cadáver, momificado, aún permanecía oculto en una de las muchas habitaciones que tenía su mansión. Loto había sufrido mucho antes de morir, pero había aguantado varios días con vida antes de sucumbir a la fiebre, a la desnutrición y a las heridas. Le había practicado pequeños y grandes cortes a lo largo de todo el cuerpo y lo había encerrado en un habitáculo especialmente dispuesto para el. Loto no sólo tenía pánico a los lugares pequeños y cerrados, también odiaba a las ratas, aquellas que habían sido sus verdugos. Aún estaba vivo cuando comenzaron a roer su nariz hasta dejarla abierta, con el cartílago colgando de la cara. Una vez muerto, Balthazar le saco los ojos, y momifico los restos de su hermoso cadáver. Siempre se tiene un cariño especial al primero. Hacia ya tanto tiempo de aquello. Eran hermosos recuerdos.

Ahora construiría nuevos con el pajarito.

Había estado absorto todo el camino hasta su casa. Llevaba al ángel tapado con su largo abrigo, escondido de miradas ajenas. Le iba a molestar de sobremanera si le miraban y veían lo hermoso que era. Además, tenía magullada la piel, con restos de sangre por culpa de esa mierda que se lo había vendido en el mercado. Tendría que cuidar con esmero y paciencia esa piel, frotarla con ungüentos y cremas, y mantenerla lejos de la intemperie y del sol. Debía permanecer blanca y pálida, como lo había sido hasta la fecha. Y en cuanto a la cosa que se lo había vendido, ya le haría una visita uno de estos días. Tiempo al tiempo, y paciencia. Con prisas no se llega a ninguna parte.

Abrió la puerta de su casa, en cuyo interior reinaba el silencio y la oscuridad, y la cerro a su espalda con ayuda de su pie. Sin mediar palabra camino rápidamente hasta la sala principal, y deposito su preciada carga sobre el mullido sofá, recostandolo sobre las almohadas. Quería que cantase, pero aún era pronto para ello. Le aparto lentamente el abrigo, con manos algo temblorosas, y después le puso la mano sobre la cabeza, quitando algunos mechones de sedosa textura de su rostro.

-Eres precioso – murmuro con su voz ronca y cavernosa – Me llamo Balthazar, desde hoy seré tu amo, y así me llamaras. Ni señor, ni Balthazar, sino Amo. Me obedecerás en todo lo que desee y a cambio yo cuidare de ti, y no te castigare – hizo especial hincapié en esta ultima parte, mientras se pasaba los mechones de cabello del gorrión entre sus dedos.

-¿Has comprendido pequeño?

Durante todo el camino había permanecido en un ligero sueño inducido por la fiebre, temblando en pequeños espasmos debido a los escalofríos que le recorrían. El sonido de una puerta abierta, y el cambio de los fuertes brazos que le sostenían a una superficie blanda que no tardo en reconocer como un sofá, le sacaron de su semi inconsciencia. Una mano fresca rozó su rostro, dándole un ligero alivio a su caliente piel mientras le apartaba el pelo de la cara.

-Eres precioso – murmuro con su voz ronca y cavernosa – Me llamo Balthazar, desde hoy seré tu amo, y así me llamaras. Ni señor, ni Balthazar, sino Amo. Me obedecerás en todo lo que desee y a cambio yo cuidare de ti, y no te castigare – hizo especial hincapié en esta ultima parte, mientras se pasaba los mechones de cabello del gorrión entre sus dedos.

Obedecer o ser castigado, he ahí la cuestión... excepto para Mikeas. Para él obedecer era algo tan natural como respirar, siempre hacían lo que le pedían, ni una vez se había portado mal, nunca había hecho travesuras. Así que si era cierto lo que decía Balthazar, su amo, no se vería en la necesidad de castigarle.

Notó una gota de sudor frío resbalar desde su sien y continuar hasta perderse por debajo del cuello de su camiseta. Se sentía arder, ¿estarían sus mejillas rojas como una cereza tal como le había dicho su madre que se las ponía la fiebre?. Casi podía escuchar su voz ''son como dos pequeñas lucecitas que contrastan con tu piel, es tan blanca... si no fuera porque es cálida pensaría que se trata de nieve''.

Siempre se había preguntado como serian esos colores, únicamente conocía el negro, que era lo único que sus ojos le mostraban, una completa negrura. Una vez sus hermanos habían tratado de enseñarle los colores, le habían dado un chicle de menta para el verde, un poco de salsa picante para el rojo, uno de sus baños de Sol era el amarillo, y para el blanco... nunca olvidaría lo divertido que había sido el blanco. Rabian salido todos a escondidas un frío día de invierno, entre risas sus hermanos se habían confabulado para tumbar al mayor y a el le habían dado algo húmedo y frío, que le hicieron estrellar en la cara del inmovilizado. ''Eso... es el blanco'' le habían dicho riendo. La nieve, fría, húmeda, divertida y pura era el blanco.

-¿Has comprendido pequeño?

-Si, amo – respondió con voz tímida y débil, guardando sus felices recuerdos en un rinconcito de su mente. Ahora no era el momento de recrearse en ellos.