¿Venta sumisa? [Salem]

El albino ni siquiera era "digno" de estar en una jaula. En vez de eso, permanecía atado con una cadena del cuello a un poste, con su vendedor al lado. Su ropa, o lo que quedaba de ella, consistía en una camisa negra y un pantalón del mismo color, descalzo y dejando ver las negras y largas garras de sus pies y manos.
Estaba sentado como cualquier gato, con las manos en el suelo al igual que los pies.
Observaba a todo quien pasara con una expresión incrédula. No recordaba nada y se sentía desorientado, pero tampoco se molestaba en hacer un escándalo como muchos de su al rededor, que gritaban y lloraban sin cesar. Simplemente permanecía tranquilo, con la mirada baja, sintiendo algunas partes de su ropa húmedas y el cuerpo adolorido debido a las heridas y la sangre proveniente de éstas.

-¡Un neko, la más nueva mercancía de hoy! ¡Sumiso, obediente y barato, ni siquiera hará falta entrenarlo!
Exclamaba el vendedor a los gritos, ensordeciendo al pobre felino.

Tenía una pequeña infección en el brazo que se había estado rascando toda la noche, encima también le había dado una reacción alérgica a una picadura de mosquito, y era por eso que había tenido que visitar el hospital, el ultimo sitio que quería volver a pisar. De vuelta a casa decidió que podía ir atajando si cruzaba el mercado de esclavos.

Esclavos…el mercado…de sólo pensar en ello la sangre le hervía y se ponía de mal humor. Ese sitio era inhumano, una aberración, un lugar horrible…..además, ahora que pensaba en el, también se acordaba de Adrik porque su mente los relacionaba, y eso le entristecía. Casi que prefería no pasar por ese lugar, pero estaba cansado y quería llegar pronto a su casa. No tenía ni idea de lo que le iba a cambiar la vida el haber tomado aquella decisión.

Nada más poner un pie en el mercado, casi fue arrollado por un hombre que no miraba por donde iba, se llevo varios empujones, ¿es que la gente no le veía? Y además estaban las jaulas. Salem no podía evitar mirar con lastima a los esclavos. Con lastima y con frustración de no poder hacer nada. Si pudiera los compraría a todos para salvarlos.

Tropezó varios metros por delante con un hombre que le empujo y fue a dar de bruces al suelo, al alzar la cabeza se quedo mirando los ojos de un gato. Era un esclavo, estaba allí, atado a un poste como una bestia, con la ropa húmeda y restos de sangre. La sangre le hirvió de rabia al verle así, y más aún cuando el vendedor se puso a berrear junto a el.

Si tan sólo pudiese hacer algo por el…le daba tanta pena. Un momento, podía hacer algo….podía comprarlo. El vendedor decía que era barato, y Salem jamás había utilizado el dinero de sus pagas extras del trabajo, ni parte de sus ahorros, que aunque no eran muchos, esperaba que fuesen suficientes. ‘’Haz al menos algo por uno ya que no puedes ayudarlos a todos’’.

Se levanto del suelo, miro otra vez al gato y se dirigió al vendedor, por primera vez sin agachar la cabeza.

-D-disculpe – masculló - ¿Cuánto cuesta? – casi se le atragantaron las palabras al pronunciarlas e instintivamente, en un acto reflejo, comenzó a rascarse de nuevo el brazo.

El vendedor, frustrado, continuaba anunciando la venta del neko. Nadie quería comprarlo ya que los nekos abundaban en la isla y no eran nada demasiado especial, cosa que ponía realmente nervioso a cualquiera que quisiera vender uno. Pero Kiunay parecía especial, pues en vez de lloriquear, quejarse o gritar pidiendo ayuda, simplemente permanecía sentado, postrado ante cualquiera que quisiera mirarle.

Fué entonces que se encontró con la mirada de alguien más, una persona que no parecía ser un vampiro. Luego miró como ese muchacho hablaba al vendedor con inseguridad. Si, definitivamente no era uno de esos colmilludos engreídos e insoportables, pues su forma de ser a simple vista era completamente diferente.

-Únicamente dos rubíes~
Canturreó el tratante, más que alegre de que alguien se interesara en la compra. Le importaba un bledo si ese muchacho era un vampiro o cualquier otra criatura, solo quería deshacerce de aquel neko, para él, inservible.

-Únicamente dos rubíes

Estaba claro que ese gato no valía nada para aquel vendedor, o por lo menos no valía mucho. Pero para el valía algo, toda vida por pequeña e insignificante que sea, vale algo, y mucho. Metió las manos en los bolsillos, y saco el dinero con manos temblorosas, para entregárselo con lentitud al hombre, sintiendo repulsión cuando sin querer este rozo su mano durante el intercambio. Después, disimuladamente se limpió la palma de la mano en los pantalones y dio un respingo cuando el vendedor le entrego el extremo de la cadena que ataba al neko al poste. Se quedo unos instantes indeciso, sin saber que hacer, después se hizo a un lado y se acuclillo frente al chico, con el pelo sobre el rostro para que la cara le quedase oculta. Estaba sumamente rojo, y nervioso y ansioso, y un cúmulo de emociones muy variadas. Había comprado a aquel esclavo…. Lo había hecho. No se lo podía creer.

-H-hola – saludo indeciso al neko – Me llamo Salem ¿y tú?

Hablaba con voz baja, como siempre, y sólo se atrevió a mirar al neko un instante, y además de soslayo, un tanto nervioso, y con ganas de rascarse de nuevo el brazo. Se le estaba poniendo la piel roja y la herida tenía un color feo y estaba un poco hinchada. Llevaba la crema que le habían prescrito en el bolsillo de su holgada sudadera. Tenía que salir de allí cuanto antes, llevarse al neko a su casa, traerle ropa limpia, curarle…..ah, su cabeza trabajaba rápidamente aunque al resto de su cuerpo se lo estuviesen comiendo los nervios. Había comprado un esclavo como hacían los vampiros……era simplemente increíble, aún lo estaba intentando asimilar. ¿Pero que otra cosa podía haber hecho? Había querido salvarlo, era la única forma. Ahora se tenía que hacer cargo de el. El, que ya cuidaba de pena su propia persona era ahora responsable de un neko. Menudas vueltas tan irónicas que da la vida.

El vendedor guardó su "paga" en uno de sus bolsillos tras entregar receloso las cadenas al joven pelinegro. Rápida e inmediatamente se dio la media vuelta y marchó de allí, contento de haber podido vender al inservible neko y ahora poder irse en busca de nueva mercancía, dejando atrás a ambos muchachos sin interés alguno.

Kiu, por otra parte, continuaba allí con la mirada baja, sentado como si nada y con la mirada perdida en alguna parte del suelo. Ni siquiera se le cruzaba por la mente la idea de escapar ahora que esa persona de apariencia dubitante y un tanto débil sostenía sus cadenas en vez del vendedor.
Las heridas le molestaban inmensamente, pero no era común en él dejar que los demás escucharan sus quejas.

Miró a su supuesto nuevo amo, intentando sonreir amablemente entrecerrando sus brillantes orbes carmesí para responderle a su pregunta en un tono sumamente suave, y para nada brusco ni nada por el estilo. Siempre con calma, sin desear parecer una mala persona. ¿Porqué hacía esto?...Ni él lo sabía, pero por alguna razón le agradaba la idea de ver que su nuevo cuidador no fuera, hasta ahora, uno de esos indeseables individuos tan insoportables como los vampiros.
-Mi... Mi nombre es K-Kiunay...
Le dijo en voz muy baja, ladeando un poco la cabeza, e inclinando hacia atrás las orejas. Su cola atigrada estaba enroscada en una de sus piernas, casi por inercia.

No pudo evitar virar un poco la vista para mirar de reojo a la herida de su joven comprador. Definitivamente no tenía un aspecto formidable, pero... ¿Sería correcto atreverse a preguntar? La curiosidad sobre el porqué el chico tenía esa marca lo carcomía por dentro. Pero esclavo o no, tímido o no, siempre Kiu dejaba notar su educación, sin desear verse como un entrometido, cosa que realmente no era.
-¿Cr..Cree que pueda a-ayudarlo con eso luego? S-Se algo sobre como curar heridas, y... si qui-quiere puedo intentar... aliviarlo..
Inquirió nervioso, bajando la mirada y dejando que sus finas hebras blanquecinas, formando una delgada cortina de flequillo, cubrieran sus ojos color sangre.

-Mi... Mi nombre es K-Kiunay...

Al escuchar la voz del neko, Salem por fin se atrevió a alzar la mirada. Hablaba con un tono sumamente suave, y además estaba sonriendo, después ladeo la cabeza y hecho las orejas hacia atrás. No le duro mucho el valor de mirarle a los ojos, ya que a los pocos segundos estaba otra vez con la cabeza gacha y sonrojado. Por lo menos había visto los ojos del neko, eran rojos, pero no por eso horribles. Le habían gustado, y ahora, con la cabeza baja, también podía ver que tenía la cola atigrada y enroscada en una de sus piernas, además de garras.

Hechas las presentaciones, Salem se encontró a si mismo sin saber que hacer, no servía para amo, y dudaba mucho de poder cuidar en condiciones al neko, no por falta de medios o de tiempo, sino porque era un desastre en esos aspectos de la vida. Aún se maravillaba de que hubiese podido sobrevivir el solo tanto tiempo....Pero ahora no debía pensar en eso; lo primero era lo primero. Tenía que curar las heridas de Kiu....Kiunay, eso era Kiunay, tenía que aprenderse su nombre. Para curarle las heridas tenía que llevarle a su casa. En eso estaba pensando cuando el neko volvió a hablarle.

-¿Cr..Cree que pueda a-ayudarlo con eso luego? S-Se algo sobre como curar heridas, y... si qui-quiere puedo intentar... aliviarlo..

Inquirió nervioso, bajando la mirada y dejando que sus finas hebras blanquecinas, formando una delgada cortina de flequillo, cubrieran sus ojos color sangre.

-Ah..... - por unos minutos Salem se había olvidado de que tenía la infección del brazo - ¡no! - exclamo, al darse cuenta de que había alzado la voz volvió a suavizarla hasta convertirla de vuelta en un susurro – quiero decir q-que no hace falta Kiunay.....tengo una pomada, no es nada. Al que hay que curar es ha ti.

Se puso de pie y esgrimió una tímida mueca que debía de pasar por una sonrisa, pero como no estaba acostumbrado a sonreír, simplemente le salió un patético intento que ni podía pasar por media sonrisa siquiera. ''Vas a hacerlo fatal'' se dijo a si mismo, y por eso el valor se le fue por el caño de nuevo, y agacho la cabeza otra vez pensativo y un poco triste.

-Vamos a casa – pronuncio en voz baja – ahí te curare..... - después cayo en la cuenta de que el neko estaba herido - ¿Puedes caminar?

Por alguna razón que hasta él desconocía, sentía cierto agrado por el muchacho, ahora su nuevo amo. No sabía porqué exactamente, pero se sentía maravillado al ver por fín a una persona amable entre toda esa multitud de colmilludos malagradecidos y altaneros. Sin duda alguien humilde, que no fuera un esclavo, era raro en esa isla, y él ya lo había averiguado con poco tiempo allí.

Cuando Salem alzó la voz, por inscinto dió un respingo y se hizo un poco hacia atrás, contra el poste, todo en un fugaz segundo. No le agradaba que las personas gritaran. Una razón era por sus sensibles oídos, y la otra porque temía que le hicieran daño, ya que lo interpretaba como un gesto agresivo.
Pero prontó se calmó, y tras un suspiro volvió a mirar al moreno, justo en ese momento pudiendo ver su intento fallido de sonrisa. Él sonrió de nuevo, como para darle confianza al híbrido, y hacerle notar que no estaba tan mal como se veía.

Ante la última pregunta, un poco adolorido se puso de pie lentamente, desenroscando su atigrada cola de su pierna para que ésta luego se moviera lentamente en el aire de un lado al otro, blandiéndola involuntariamente. Finalmente irguió sus afelpadas orejas, ya sin aquel gesto desconfiado de antes.
-Si, es...estoy bien.

Cuando Kiunay se puso de pie, se veía que estaba adolorido, Salem pudo comprobar algo que ya se esperaba; el neko era más alto que el. Suspiro, le parecía que todo el mundo era más alto que el. Kiunay debía de sacarle unos cinco centímetros aproximadamente, pero eran cinco centímetros. Le entró la curiosidad por saber cuantos años tendría el albino, quizás fuese más mayor que el. Pero no era al momento para preguntas de índole personal. Se rasco otra vez el brazo, viendo maravillado como la cola de Kiunay se alzaba en el aire y danzaba suavemente de un lado a otro. Parecía ser muy mullida y suave, pero Salem no se atrevía a preguntarle si podía tocarle. Primero porque no tenían aún confianza entre ellos; esta nace con el tiempo. Y segundo, porque le daba vergüenza preguntarle; como no. Por consiguiente se sonrojo un poco, y dio un respingo cuando Kiunay le respondió a su pregunta.

-Sí, es...estoy bien.

Ahora tenía las orejas erguidas, y parecía algo más confiado. Tan absorto estaba en contemplar, siempre de reojo, al gato, que le costo percatarse, lo cual hablaba bastante mal de el, de que el neko seguía encadenado.

-Espera que te suelto....

Le llevo un par de minutos quitar la cadena. Tuvo que alzarse un poco de puntillas para alcanzar el cuello del neko, y pedirle después que inclinara un poco la cabeza. La cadena cayó con un sonoro clanc, y Salem volvió a restregarse las manos en los vaqueros; la cadena no brillaba precisamente por su pulcritud. Ahora Kiunay ya no tenía la argolla del cuello.

-Vamos – le instó en voz baja – vayamos a curarte y a comer – después de dudar algunos instantes, de ponerse más rojo que un tomate, y de apartar la mirada y la cabeza hacía otro lado, cogió una de las manos de Kiunay, sin importarle las garras, y tirando ligeramente de su brazo, yendo dos pasos por delante de el, se encamino fuera del mercado, llevando al neko con el.

Kiunay se veía un tanto distraído, inclusive ni siquiera hacía un solo sonido como queja por el dolor de las heridas o las cadenas. Más bien, observaba al pelinegro y sus, para él, simpáticas muecas de verguenza. Aunque no se animaba a decirle algo como "Todo está bien" o algo por el estilo, ni siquiera a comenzar una conversación, ya que no queria incomodarlo más de lo que ya estaba... Pero esperaba que luego, en algún momento, aquella pena del otro se esfumara y pudieran por lo menos entablar una buena conversación, cosa que al neko le encantaba. Poder tener una amena charla con alguien, y que de seguro sería mejor si ese alguien era su amo, sería algo muy agradable.

Hizo todo lo indicado por el muchacho cuando éste le quitó las cadenas. Bajó la cabeza, se inclinó un poco hacia adelante, y lo que le dijera, hasta que por fín aquella molesta argolla que apricionaba con anterioridad su cuello cayó al suelo. Sonrió disimuladamente, ahora una de sus incomodidades corporeas había desaparecido.

Al ser tomado de la mano, sonrojandose un poco también, lo siguió lo más rápido posible aunque siempre detrás suyo, cuidando también de no hacer daño a la mano ajena con sus oscuras y afiladas garras. Quería salir de ese horrendo lugar de inmediato, aunque ésto implicara sufrir un poco a causa de las heridas que escocían por todo su cuerpo y más al rozar con su ropa.

( Tema CERRADO. Sigue aquí: https://hellsisland.superforo.net/casas-del-proletariado-f19/ehpuesestoesta-e-es-n-nuestra-casablush-kiunay-t1073.htm#30744 )