Buceando....entre libros ( libre )

El encargado de la tienda siempre le dejaba solo por las mañanas. La tienda no era muy grande, estaba repleta de estanterías llenas de libros sobre ocultismo y novelas de terror, y en un pequeño hueco, justo al lado de la puerta del angosto almacén, había un mostrador de madera, y detrás una silla, donde solía sentarse Salem. Había una caja registradora vieja, un taco de folios y varios bolígrafos de colores. Cuando se quedaba solo, Salem cogía al azar uno de los libros de la estantería y comenzaba a leerlo. A veces leía un libro por día, siempre que no fuera muy largo y si le interesaba mucho. Otras veces tardaba días o incluso semanas. Ese era un día especial, había llegado un pedido bastante curioso con un matasellos muy raro y difuso, y Salem había estado toda la mañana ordenando los libros sacados de la caja. Los limpiaba, clasificaba, hacia una lista con sus títulos que luego le daría al encargado, e intentaba acordarse de donde dejaba los más interesantes, para leerlos después. Estaba tan absorto y entretenido en hojear por encima una novela gótica, que no escucho como entraba alguien en la tienda, hasta que la tarima del suelo crujió justo en el punto donde había una tabla rota. Dio un respingo, y se volvió con rapidez, aún con el libro en la mano, para encontrarse con el cliente.

Hacía tiempo que no visitaba una librería, en buena parte porque su biblioteca ya era lo bastante grande. Pero aquella mañana no tenía nada interesante que hacer, así que tras vagar por la zona centro de la isla, se metió en un establecimiento lo bastante oscuro y lóbrego para que le gustase. Entró y se entretuvo mirando las estanterías con una expresión seria.

Después buscó con la mirada al encargado de la tienda, suponiendo que debía ser la única persona más que había allí... es decir, aquel joven que leía un libro. Le vió volverse y le miró con amabilidad... estaba de buen humor, así que no sería grosero.

-Buenos días -saludó, con gesto imperturbable-. Buscaba un libro de relatos de terror... es para un jovencito humano, así que nada demasiado... desagradable.

Sí, sería una buena idea comprarle un regalo a su pequeño esclavo, así que simplemente se quedó frente al encargado, esperando a que le recomendase alguno de esos volúmenes.

-Buenos días -saludó, con gesto imperturbable-. Buscaba un libro de relatos de terror... es para un jovencito humano, así que nada demasiado... desagradable.

Normalmente los clientes no solían pedirle consejo cuando venían a comprar libros, simplemente entraban por la puerta y cotilleaban, a veces se llevaba algo, otras veces se iban con las man vacías. En este caso le estaban pidiendo consejo sobre libros de terror. Para un joven humano, y nada demasiado ''desagradable'', en palabras del propio cliente.

Salem tan sólo asintió y bajo la cabeza para ocultar la cara.

-Sigame - musito en voz baja, guiando al cliente por un pasillo sin tan siquiera comprobar si le estaba siguendo o no. Alcanzó una escalea que había junto a una esquina y la colocó contra una estantería, subiéndose a continuación en ella. Buscaba un grueso, pero pequeño, tomo de cuentos cortos y leyendas urbanas de terror, que le había gustado mucho. Lo encontró pasando el dedo por los lomos de las cubiertas y lo saco de su sitio, bajádose a continuación de la escalera.

-E-este no es desagradable.... - dijo a media voz - Tiene cuentos muy interesantes - lo extendió en dirección al cliente sin tan siquiera mirarle a la cara.

Inicialmente le sorprendió aquella suerte de lejanía, la manera en la que el dependiente ocultaba su rostro y el hecho de que no se fijase en si le seguía o no. Pero él no se sentía capacitado para juzgar a nadie y, al fin y al cabo, no estaba buscando una amistad, sino un libro. Había que saber distinguir.

Tomó en sus manos el volumen que le tendía, leyendo la contraportada con interés. Lo abrió por una página al azar y leyó un párrafo. El estilo era fluido y ameno... sí, parecía bueno para su pequeño.

-Bien, me gusta. Ahora creo que necesitaré algo para mí... Tengo entendido que un autor noruego acaba de sacar un libro bastante interesante sobre el arte de la cocina vampírica con sangre y algo de carne. ¿Lo tiene?

Le sonrió, todavía con el de cuentos en la mano.

-Bien, me gusta. Ahora creo que necesitaré algo para mí... Tengo entendido que un autor noruego acaba de sacar un libro bastante interesante sobre el arte de la cocina vampírica con sangre y algo de carne. ¿Lo tiene?

Le sonrió, todavía con el de cuentos en la mano.


Ah….debía de referirse a aquel tomo tan desagradable que había llegado la semana pasada. La encuadernación era preciosa, en rústica y con imágenes interiores, pero el contenido de la obra no entraba dentro de los estándares de lectura ‘’amena’’ e ‘’interesante’’ que se contaban en la lista de favoritos de Salem. Se llevo un grueso mechón de pelo detrás de la oreja y asintió despacio.

-Ars Sangrientum – recitó en voz baja – 543 páginas, con ilustraciones a color….tenemos tres ejemplares

Vampiros. Odiaba a los vampiros. Eran simplemente detestables. Apretó los puños y bajo aún más la cabeza, para que el cliente no se diera cuenta de la mueca de repulsión que acababa de poner. Y pensar que por sus venas corría sangre vampirica….si pudiera se la habría drenado toda, pero por desgracia contra la genética nada se podía hacer. Traslado la enorme escalera un par de pasos más hacia el fondo de la tienda. Tenía que subirse arriba del todo, suerte que no tenía miedo a las alturas. Trepo con rapidez alcanzando uno de los tomos que buscaba el vampiro y comenzó a bajar. No llevaba descendido ni un escalón cuando perdió el equilibrio al colocar mal un pie. Gracias a sus reflejos pudo caer de pie, o casi, porque al tocar con los pies el suelo, sintió como se torcía uno de los tobillos y caía con una rodilla en tierra.

Emitió un gemido de dolor, y dejo caer el libro al suelo para llevarse las manos a su pie herido. Lo que le faltaba. No acababa de salir de una, y ya se metía en otra. Las desgracias le caían como gotas de aguacero.

No pudo negarse a sí mismo que aquella exactitud le había asombrado, lo que sencillamente le hizo lanzar una mirada de ligera y contenida admiración al dependiente. Era observador y suponía que el chico se tomaba su trabajo muy en serio, algo que sin duda se debía valorar teniendo en cuenta la cantidad de encargados de librerías que ignoraban hasta los títulos más básicos. Vergonzoso, en opinión de Jeremy.

-Sí, ése es el que quiero...

Le observó ascender por la escalera, encendiendo un cigarrillo y empezando a fumar con gesto distraído, hasta que escuchó la repentina caída. Se volvió, apagando el cigarro descuidadamente en el suelo, y se aproximó al joven dependiente, advirtiendo un extraño olor a sangre en el ambiente.

Sin pedir permiso, le alzó levemente el pantalón y descubrió la torcedura, acompañada de un clavo que se habían hundido en el tobillo al caer de la escalera. Era cierto que la sangre resultaba tentadora, pero no iba a beber ahora... no si eso podía causar miedo al dependiente.

Tampoco pensó demasiado sus acciones al tomarle en brazos, transportándole con delicadeza hasta la mesa donde se hallaba la caja para pagar. Dobló el pantalón y volvió a examinar la torcedura y la herida, con gesto crítico.

-Puedo curar su herida con mi saliva... Es, de alguna manera, curativa, si yo lo deseo... Si quiere, también puedo vendar la torcedura para que se recupere pronto...

Fue instintivo, como cuando un animal se siente acorralado, o como cuando sabes que tu vida puede estar en peligro. En cuanto el vampiro puso las manos sobre su pierna y descubrió el clavo, todo el cuerpo de Salem tembló y grito: ‘’¡apartate!’’. El intenso aroma de su propia sangre hizo que se sintiera mareado repentinamente, hacia tanto que no sentía aquel hambre animal. La tenía dormida, aplacada, encerrada bajo llave y ahora….le ardía la garganta y le dolía el estomago. Estaba transpirando y solo deseaba que aquel vampiro le dejara en paz, se marchara para cerrar la tienda y hacerse un ovillo en el suelo, detrás del mostrador, donde podía oír el tranquilizador ronroneo de la calefacción y el aire acondicionado. Aletargarse y dormir hasta aplacar al animal interior. Eso quería hacer. Pero entonces aquella abominación de la naturaleza, aquella cosa, aquel ser; el vampiro, le alzo en brazos. El cuerpo de Salem volvió a chillar: ‘’¡sueltame!’’, pero no emitió sonido alguno por la boca, simplemente se mordió el labio inferior con fuerza.

Puedo curar su herida con mi saliva... Es, de alguna manera, curativa, si yo lo deseo... Si quiere, también puedo vendar la torcedura para que se recupere pronto...

Meneó con insistencia la cabeza, sintiendo como un pequeño hilo de sangre comenzaba a escurrirse por la comisura de su boca. Extendió la mano y señalo al vampiro con un dedo. Alzo un poco la cabeza dejando a la vista sus ojos, la pupila levemente blanca, comenzando ya el proceso de blanqueamiento total.

-¡Vampiro! – escupió como si se tratara de un insulto, para el lo era.

Vampiro quería decir un sin fin de cosas, y ninguna buena.

En cierto modo podía comprender tanto su sorpresa como ese extraño terror, ya que no eran pocos los que temían a los vampiros. Y, sin embargo, Jacob aquel día no tenía gesto amenazante ni llevaba armas... ni siquiera mostraba de una manera demasiado notoria sus largos y afilados colmillos. En realidad, de no ser por su extraña palidez y sus ojos con esa apariencia tan atemporal, cualquiera hubiera podido decir que era un humano... salvo que se hubiese acercado más de un metro a comprobarlo.

Apartó las manos, porque no deseaba asustarle, y se preguntó qué demonios podría hacer para que se calmase. Si no le curaba esa herida, posiblemente se infectase, ya que el clavo hundo en la carne aparecía oxidado. No pudo evitar limpiar el hilo de sangre que le caía de la boca, extrañado. Se lo llevó a los labios y probó aquella sustancia, mirándole con curiosidad.

-Tú no eres humano...

En realidad, eso le era completamente indiferente, mientras le observaba con un gesto que denotaba que no tenía ni idea de cómo proceder ahora.

-Sí, soy un vampiro... en esta isla hay miles... Si quieres un consejo, no grites así a todos tus clientes vampiros... o te quedarás sin ellos...

Le miró ahora con una sonrisa, tratando de tranquilizarle, esperando a que le dejase ayudarle con la herida.

No era la primera vez que coincidía con un vampiro, durante los años que habían pasado desde su salida de la casona, había tenido multitud de contactos con ellos, aunque evitaba hablar o mirarles. Prefería ignorarlos; eran horribles, inhumanos, sádicos, malvados…..Jamás había visto uno solo al que pudiera calificar de ‘’bueno’’. Eso era imposible; eran monstruos. Y uno de ellos estaba tratando de ayudarle. Debía desconfiar de el, no podía darse el lujo de dejarse ayudar por uno de ellos. Pero le dolía la pierna, y el estomago, y deseaba que ambos dolores desapareciesen. Se doblo sobre si mismo aspirando una gran bocanada de aire, intentando controlarse antes de que sus manos comenzasen a volverse rojas. Lo ultimo que le faltaba; era un autentico fenómeno, un freak de circo. Lo odiaba, odiaba todo lo referente a su condición de híbrido y a las dos razas a las que pertenecía por partes iguales.

-Tú no eres humano...

Agrando los ojos espantado, apretando los puños sobre su estomago. Que no lo descubra, rezaba, que no lo descubra, por favor…… Nadie tenía que enterarse de su condición, mucho menos un vampiro.

-Sí, soy un vampiro... en esta isla hay miles... Si quieres un consejo, no grites así a todos tus clientes vampiros... o te quedarás sin ellos...

Vio asustado su sonrisa y se pregunto que escondía. No podía fiarse, no debía bajar la guardia. Tenía que…..no sabía que tenía que hacer….le dolía. Le tentaba un poco dejarse hacer y permitirle ayudarle, pero no quería estar en deuda con el. No quería tener nada que ver con los vampiros. Nada. Pero dolía. Durante un breves instantes miro al vampiro a los ojos, asustado, enseñando con la mirada que a pesar de su edad, muy en el fondo seguía siendo solo un niño muy asustado, esperando que alguien le dijera que tenía que hacer.

-Duele…. – murmuro, aunque no sabía que le dolía más, el hambre bestial que le roía el estomago o la pierna.

A menudo se preguntaba por qué últimamente estaba tratando de ser bueno con los demás seres. Habían sido vario siglos comportándose como un demonio y, ahora, estaba tratando de comportarse algo mejor, aunque sólo fuese por su pequeño amado. Y, sin embargo, siempre acababan saliéndole mal las cosas. Como en este caso... aquel individuo parecía estar empeñado en no dejar que le ayudase, aunque se veía claramente que estaba muy mal. Jacob había visto seres muy extraños, pero nada como aquel sombrío joven de ojos blanquecinos y manos que adquirían un brillo... ¿rojo? Era como para sorprenderse.

-Sí, ya sé que duele... Pero, si es lo que prefieres, me marcharé y te dejaré aquí tirado con la pierna sangrando... No podrás levantarte; creo que te has roto el tobillo.

Se quedó un momento pensativo, meditando si lo mejor no sería largarse de allí o dispararle en medio de la frente. Ésa era otra opción, de ese modo no sufriría. Jacob sacudió la cabeza para alejar tan extraños pensamientos y, sin más miramientos, se echó el cuerpo del chico al hombro, buscando la puerta que llevaba a la trastienda.

La abrió, encontrándose con algo que parecía un almacén de libros. Todavía con el muchacho al hombro, amontonó un buen número de volúmenes forrados en piel, y por tanto algo acolchados, tendiendo al dependiente encima y arrodillándose a su lado.

-Bueno, haremos las cosas a mí manera... Te curaré, quieras o no quieras...

Se preguntó qué era lo mejor que podía hacer ahora, dejando finalmente que sus colmillos creciesen, para luego morderse la mano izquierda y colocarla sobre los labios del chico.

-Bebe. Dicen que es nutritiva y que atenúa el dolor...

-Sí, ya sé que duele... Pero, si es lo que prefieres, me marcharé y te dejaré aquí tirado con la pierna sangrando... No podrás levantarte; creo que te has roto el tobillo.

¿Roto? Lo que le faltaba para culminar el horrendo mes que había tenido. Apretó la tela de sus vaqueros entre los puños, intentando por todos los medios no echarse a llorar. Es que ya era demasiado, se estaba sintiendo desorientado y frustrado. Ya iba a decirle al vampiro que se fuera, que el se las podía arreglar, cuando sintió un jalón tremendo y de improviso se vio en siendo transportado al almacén de la librería en volandas.

''Ya esta. Me va a matar.....'' De otra forma no podía ser, cerró los ojos incapaz de mirar al vampiro, por miedo de encontrarle con los colmillos dispuestos a perforarle la piel, así que su sorpresa fue grande cuando sintió que era acomodado sobre un montón de libros forrados y que el vampiro se alejaba de el. No era consciente de que estaba temblando, y de que seguía con los brazos alrededor del estomago, intentando de aquella manera para el inmenso dolor. ''Hambre.....''

-Bueno, haremos las cosas a mí manera... Te curaré, quieras o no quieras...

Tenía los ojos cerrados fuertemente, así que no supo que el vampiro se había perforado la muñeca, hasta que el embriagador aroma de la sangre le lleno por completo los sentidos. Hambre, tenía mucha hambre. Jamas le habían ofrecido sangre, ni el la había tomado a la fuerza, nunca la había saboreado, no tenía ni idea de a que sabría, pero su cuerpo deseaba probarla, y para ello estaba mandando a su escrúpulos y a su razón a un corto viaje a alguna laguna mental cercana. Se le oscurecieron los ojos e inconscientemente se lamió el labio inferior, reseco. Tenía la garganta seca como la arena, y un enorme hoyo en el estomago.

-Bebe. Dicen que es nutritiva y que atenúa el dolor...

Miro hipnotizado la muñeca, totalmente ajeno al vampiro, mirando aquella herida como la fuente que aliviaría todos sus males. Esta vez no pudo resistir, pego sus labios a la piel del vampiro y dejo que salieran sus colmillos, arrastrándolos levemente por la herida. Con timidez, que seguía prevaleciendo a pesar de estar medio ido, tanteo las primeras gotas de sangre. Después comenzó a chupar.

Imaginaba que el joven mostraía algún reparo a la hora de beber de su sangre y que, finalmente, haría como cualquier otro humano y la tomaría con algo de repugnancia, pero sintiéndose mejor luego. Lo que en ningún caso había esperado era que apareciesen esos colmillos que parecían dignos de un vampiro y que en su rostro se mostrase tal expresión de ansia.

Mientras permitía al dependiente beber de su sangre, agrandando un poco la herida con ayuda de una de sus afiladas uñas para facilitarle las cosas, no dejaba de reflexionar sobre esos cambios que aquel aparente 'simple humano' experimentaba. Jacob no estaba seguro de si estaba ante un vampiro, una persona o alguna clase de monstruo. Tampoco era cuestión de ser 'racistas'... a él en cierto modo le daba igual, aunque sentía una cierta curiosidad.

Cuando consideró que aquello ya había sido bastante y que si le dejaba beber más él empezaría a sentirse débil, apartó la mano con escasos miramientos y lamió su propia herida, que se cerró de forma instantánea. Después se quedó mirando unos instantes al chico, decidiendo si ayudarle o no finalmente. Pero, recordando lo que habría hecho su pequeño humano, pensó que tampoco había nada de malo en seguir siendo bueno.

-Te curaré la herida del tobillo.

Se arrodilló a su lado y con cuidado quitó los pedazos de madera e hierro que se habían incrustado en la piel, dejando escurrir un poco de su saliva en la herida, que se cerró con mayor lentitud. Finalmente, con un pedazo de una tela para empaquetar libros que encontró en el almacén improvisó una venda.

-Y, después de esto, seguirás insultando a las personas al grito de vampiro, ¿verdad?

Su voz tenía un tono de reproche e ironía.

Sangre….la cuna de la vida…la fuente de sus problemas….el alimento de un vampiro…la obsesión de Cam. Todos aquellos pensamientos flotaron libremente en la cabeza de Salem algunos instantes, después, cuando su paladar saboreo el preciado sustento de los que eran como su padre y su hermano; los bebedores de sangre, cualquier pensamiento racional se vio envuelto en una cálida bruma. Bebió con cierta avidez y sin rechazo alguno de la muñeca del vampiro, y cuando este la aparto, de la comisura de sus labios broto un hilo carmesí que descendió por su barbilla, y una gota resbalo por el contorno de su rostro manchando sus pantalones. Hecho la cabeza hacía atrás, trago la ultima gota, y después suspiro aliviado cuando su estomago dejo de rugir y de doler. Por primera vez en la vida se sentía saciado, lleno, sin hambre…..nunca había tenido tal sensación con la comida común. Nunca. Una lagrima resbalo por el borde de su ojo, y dejo caer la cabeza hasta golpearse con la barbilla el pecho.

Se dejo hacer sin protestar mientras el vampiro le curaba el pie herido, con la vista fija en el suelo, concentrado en una mancha cualquiera. No quería pensar en la abominación que acababa de hacer. Beber sangre de vampiro.

Varios minutos después, cuando el dolor del pie remitió parcialmente, oyó que el vampiro volvía a dirigirse a el.

-Y, después de esto, seguirás insultando a las personas al grito de vampiro, ¿verdad?

El tono de su voz era irónico y venía cargado de reproche. No se lo iba a tener en cuenta, tenía razón…..vampiro o no, le había prestado su ayuda. Meneo la cabeza despacio en señal de respuesta, sin cambiar de posición y después intento volver a la calma, a su antiguo yo….en definitiva al momento anterior a caerse de la escalera.

-¿Aún quiere los libros…señor? – masculló con voz débil y baja, intentando ponerse de pie – Están…están….- no se estaba percatando de que había comenzado a llorar, y de que sus hombros temblaban irremediablemente, presa de algún tipo de clase de ataque de nervios. Su cuerpo estaba dejando fluir la tensión acumulada, ya no sólo ese día, sino el mes entero, y hasta se atrevería a decir que el ultimo año. Enterró la cara entre las manos y decidió que lo iba a mandar todo al carajo, o se desahogaba o iba a estallar.

No entendía cómo, después de lo sucedido, aquel joven parecía empeñarse en ponerse de pie otra vez. Aunque Jacob hubiese curado la herida e inmovilizado el tobillo, era evidente que no podría apoyarse en él a lo largo de una buena temporada. Y, con aquella apariencia tan desvalida, era difícil no pensar que se sentía débil.

Le tomó en brazos, con un gesto de exasperación en el rostro, pensando por qué demonios tendría que haberse quedado a ayudar al chico. Pero ahora estaba hecho, y uno no debía arrepentirse de ser bueno, ¿no? No iba a estropearlo todo ahora dejando que el muchacho se cayese al suelo y volviese a hacerse daño.

-Buscaré un sitio un poco más cómodo para ti.

No percibió aquel llanto, al menos no lo hizo de forma inicial. Estaba concentrado buscando algún lugar donde pudiese tumbar al dependiente, que no fuese una pila de libros polvorientos. Por ello, salió del almacén y caminó hasta otra habitación, que parecía un cuarto para que el dueño de la librería descansase de cuando en cuando. Al menos contaba con un sofá, una mesita y algo semejante a un frigorífico.

Jacob depositó su carga en el sofá, advirtiendo ahora aquellos sollozos. Él no era alguien demasiado delicado, no era la persona adecuada para consolar a aquel chico, fuera cual fuese el motivo por el que lloraba. Sin embargo, sí tenía una premisa... si trataba de hacer algo bien, continuaría con su esfuerzo hasta el final. Lo que se traducía en que no iba a dejar al muchacho solo en medio de aquella especie de ataque de nervios.

-En cierto modo es bueno que llores... Ayuda a calmarse, te sientes bien luego... Aunque me gustaría conocer el motivo.

Decidió que sus últimas palabras no habían sido las más adecuadas, no teniendo en cuenta el estado del chico. No parecía un momento para hacer preguntas, por lo que simplemente se sentó a su lado en el suelo y empezó a dejar unas caricias torpes en sus cabellos.

-Buscaré un sitio un poco más cómodo para ti.

Escuchó aquella voz como un lejano eco. No protestó ni se movió cuando le cargo en brazos, de todas formas ya se había dado cuenta de que el vampiro parecía aceptar con desagrado los ''nos'' y que al parecer tenía tendencia a hacer las cosas a su manera sí o sí. Al sentir que era depositado en el sófa del cuarto de descanso, subió las piernas sobre el mismo. Dentro del llanto acertó a recordar que a Elvin, el encargado de la tienda, no le iba a gustar si le manchaba el sófa, así que se quito las zapatillas, y después volvió a encoger las piernas, y a abrazarse a ellas mientras escondía, abochornado, la cara contra las rodillas. Menudo numerito el que había montado.

-En cierto modo es bueno que llores... Ayuda a calmarse, te sientes bien luego... Aunque me gustaría conocer el motivo.

No le gustaba hablar de sí mismo, mucho menos con extraños, y desde luego que no con vampiros. Pero el le había ayudado, le había hechado una mano, aparentemente sin interés alguno, y ahora parecía intentar consolarle, de una manera un tanto torpe, pero lo intentaba. Y eso era mucho más de lo que la gente solía hacer por el.

-Soy medio vampiro.... - confesó enrojeciendo hasta la punta del cuero cabelludo, de entre sus rodillas solo le sobresalían los ojos, rojos por el llanto, y la punta de la nariz. Estaba esquivando a próposito la mirada del otro – Nunca hasta hoy había bebido s-sangre.....prometí que nunca lo haría y hasta hoy lo había cumplido. No quiero ser como Cam – aquello se lo susurró más a si mismo que para el vampiro, su subconsciente le había jugado una mala pasada y había dicho en voz alta lo que sólo habría tenido que pensar.

Se planteó la posibilidad de abrazar al chico, pero después resolvió que sería una mala idea, ya que a veces podía ser un tanto brusco y quizá acabase por asustarlo. No quería empeorar aún más el estado de ánimo del dependiente, no al verle tan desvalido y lloroso. Por eso, tan sólo siguió acariciándole el cabello, sentado todavía en el suelo, que por suerte poseía una mullida moqueta.

Ahogó una exclamación de asombro ante aquella confesión. ¿Medio vampiro? Al menos ahora comprendía el motivo de sus colmillos y de que se hubiese emocionado de ese modo con la sangre. Lo que no alcanzaba a entender era el por qué de aquel rechazo a beber sangre, si era algo que estaba en la naturaleza. Se imaginó a sí mismo prohibiéndose tomar el exquisito elixir y casi se mareó del pánico. Sería incapaz de sobrevivir sin él, acabaría volviéndose loco.

No sabía muy bien si replica de esta forma, explicándole que era natural que bebiese sangre y que no tenía por qué resistirse a esos impulsos, pero luego escuchó sus últimas palabras y se le ocurrió que seguramente existirían motivos para ello. Aunque Jacob no entendía del todo que alguien mitad vampiro rechazase aquel néctar de la vida, sí podía llegar a comprender que existiesen motivos para hacer tal cosa. O, al menos, tener la remota idea.

-¿Cam? ¿Quién es Cam?

Encendió un cigarrillo, como hacía cada vez que estaba ante algo que le llamaba la atención. Dió un par de caladas y después miró de nuevo al dependiente.

-Quizá no debí preguntar eso. Al fin y al cabo, es tu vida... y parece estar afectándote bastante. No quiero incomodarte.

-¿Cam? ¿Quién es Cam?

Salem se sobresalto al oír de otros labios el nombre de su hermano, y miro aterrado al vampiro mientras este se encendía un cigarrillo. No se había percatado de que había dicho la ultima frase en voz alta.

Cam...Cam...Cam...Mi pesadilla. Mi hermano. Mi....otra mitad. La parte que falta en mi vida y que no querría que regresara por nada del mundo. La razón por la que me es tan difícil conciliar el sueño de noche. El culpable de que este solo....

-Quizá no debí preguntar eso. Al fin y al cabo, es tu vida... y parece estar afectándote bastante. No quiero incomodarte.

Sí, se sentía incomodo, pero también sentía que le debía algo a aquel vampiro. Le había curado. Además, necesitaba imperiosamente desahogarse, y aunque un vampiro no fuese la mejor opción para ello, lamentablemente resultaba ser su única opción hasta la fecha. Le observo de soslayo, analizando por primera vez su apariencia, fijándose en su ropa, en el color de su pelo, incluso en la forma en que fumaba y sostenía el cigarrillo. El nunca había fumado, ni una sola vez en la vida, y aquel tipo tenía todo el aspecto de llevar atado a un cajetilla de tabaco más años de los que Salem era capaz de contar con los dedos de ambas manos. Permaneció en silencio un rato, serenándose y luchando consigo mismo, sin decidirse a callar del todo o a hablar. Al final, gano lo ultimo.

-Cam es mi hermano mellizo – comenzó contando en voz baja – Es por el por quien no bebo sangre. Tengo miedo de que sí lo hago.....acabare volviéndome como el.... - acabo con un susurro – un auténtico monstruo, n-no como los de los cuentos p-para niños, sino de los de verdad.

Ellos, los que vivían en la Casona lo habían dicho.... Lo que acabo por volver loco a Cam, fue el deseo de la sangre y su forma de obtenerla, tan desalmadamente, con tanta crueldad y avidez....con tanto dolor y furia.

Últimamente aquello de escuchar historias ajenas se estaba convirtiendo en hábito para Jacob. Daba pausadas caladas a su cigarrillo, expulsando el humo con parsimonia. Toda su atención estaba puesta en el menor, aunque tenía la mirada ausente, pues estaba analizando todas aquellas palabras.

Supuso que el tal Cam debía ser un individuo realmente detestable para que su propio mellizo le odiara hasta ese punto. Seguramente alguna clase de sujeto violento y sádico, sin compasión. Casi se rió al pensar que él encajaría en esa descripción si se analizasen determinados momentos de su vida.

Se preguntó qué podría decir para que el joven se sintiese mejor. Él no era precisamente un gran psicólogo, ni tenía un gran tacto ni sentido de lo que se debía, o no se debía, decir. De ese modo, apagó el consumido cigarrillo, suspiro profundamente y encendió uno nuevo. Era su vicio, no podía dejarlo.

-El simple hecho de beber sangre no significa nada. No implica que tengas que ser una especie de salvaje hambriento de dolor. No es tanto el alimentarte de este líquido como la manera de obtenerlo.

Al fin se sentó en el sofá y, respirando profundamente, tomó al chico en brazos, pensando si darle esa cercanía sería un error, pero... ¡qué diablos!, ahora que lo había hecho, no pensaba arrepentirse.

-El simple hecho de beber sangre no significa nada. No implica que tengas que ser una especie de salvaje hambriento de dolor. No es tanto el alimentarte de este líquido como la manera de obtenerlo.

Las palabras del vampiro hicieron mella en el. ¿Y si tenía razón? ¿Y si la forma cruel de obtener la sangre hubiera sido una parte de Cam desde el principio? ¿Y si Cam simplemente era malo porque había nacido así? ¿Y si la sangre no tuviese culpa de nada? Pero era difícil aceptar aquellas palabras con tanta rapidez y aplomo, y menos después de tantos años, como los que el había pasado odiando a su hermano, pero también en cierta forma retorcida y masoquista, añorándolo. No por como era, sino por lo que era; su otra mitad. Su hermano. Su única familia.

Aunque al principio se tenso y estuvo a punto de apartarse, por fin consintió la cercanía del vampiro, y se dejo consolar con una extraña sensación en su cuerpo. Era la angustia que le embargaba de pensar que al haber probado la sangre del vampiro, su hambre se despertaría antes de la llegada del próximo celo, y puede que volviese a sucumbir a los placeres del néctar rojo. Y si eso pasaba y no sabía dominarse a tiempo; existía la posibilidad - remota, pero al fin y al cabo posibilidad - de que matase a alguien en el proceso de la alimentación. ¡Dios santo! que frío y antihumano sonaba todo. Tenía tanto miedo, y además era tan cobarde, y tan poca cosa. Le aterraba lo que pudiese pasar dentro de unos meses. El, que se había pasado años odiando y aborreciendo a los vampiros. El, que había pregonado estos sentimientos a los cuatro vientos, acababa de percatarse de un significativo dato de mucha relevancia; no sabía prácticamente nada de los vampiros. Unos pocos datos y listo. Desconocía como podían alimentarse sin llegar a matar, o la forma en que convertían a otros en miembros de su especie. No conocía muchas de sus costumbres. Tan solo estaba seguro de una cosa. Para el eran las más eficientes máquinas de matar que existían. Alzo la cabeza ruborizado, separándose ligeramente del vampiro, sólo para agachar la cabeza, y esconder las manos, que le estaban temblando.

-Me llamo Salem - susurro - y si...tu...me dejas...me g-gustaría hacerte unas p-preguntas

Aunque sintió aquel sobresalto, no le soltó, pues vio que gradualmente se calmaba. Al contrario, levantó la mano que no sostenía el cigarrillo y empezó a acariciar amorosamente el cabello del muchacho, en uno de los gestos más paternales de la vida de Jacob. Tendría que ir acostumbrándose a aquello de cuidar de otras personas.

Escuchó con infinito asombro la pregunta. Tuvo deseos de hacer un comentario mordaz acerca de ella, pues... ¿no era lógico que fuese él quien tuviera montones de preguntas? Al fin y al cabo, como cliente de una librería no había podido menos que sorprenderse ante toda aquella situación. Acabar en la habitación trasera cuidando del dependiente no era, ni de lejos, lo habitual.

Tampoco importaba. Jacob tenía la vaga sensación de estar haciendo algo bueno, y con eso le bastaba. Ahora sí que tendría algo que contar a su pequeño amado para que se enorgulleciese de él. Y, fuera de eso, quizá se debiese a sus intentos de tener moral, que parecía estar empezando a tenerla y a ayudar a los demás como debía ser.

-Ah, yo me llamo Jacob... Jacob Jaytez.

Trató de componer una sonrisa que fuese amable y tranquila, dejando otra caricia en su cabello y dando una calada a su segundo cigarrillo. A este paso acabaría con un tercero.

-Puedes preguntarme lo que quieras.

Estuvo por añadir un 'yo decido si contestar', pero se había propuesto ser extremadamente amable.

Jacob Jaytez. Bien, ya no era ''el cliente'', o ''el vampiro''. Ahora era Jacob, o señor Jaytez. Se dio cuenta que al saber su nombre, ya no era capaz de tutearlo como había hecho antes. Le daba reparo. Bajo la mirada hasta sus manos, aprisionadas entre sus piernas, donde se resguardaban de mostrarse temblorosas, y se dejo acariciar la cabeza con aquel gesto tan sumamente paternal. Hasta el lo había notado. Se puso todavía más nervioso cuando Jacob accedió a su petición. Alzo la cabeza, la giro hasta el vampiro, y le miro todo el tiempo del que fue capaz a los ojos, como muestra de agradecimiento, antes de bajar la mirada y fijarla en una mancha del suelo.

-¿Como es? - comenzó inseguro - ¿Como se siente el ser un vampiro?

Necesitaba saberlo. El sólo poseía una mitad de todo aquello que era completo para Jacob. Siempre tuvo problemas de identidad, ¿quien era? ¿de donde venía? ¿porque había nacido? No conocía a sus progenitores ( jamas sería capaz de llamarles abiertamente padres ) De la mujer que le había dado a luz sólo recordaba su aroma; nada más. De la otra parte de la pareja no sabía nada. No había nacido en la isla, y no pertenecía a ninguna de las dos razas. No era una araña, pero tampoco un vampiro. Era un híbrido; ni lo uno, ni lo otro. Y había obtenido de ambas partes tanto lo mejor como lo peor. Y nada más. Pero ¿quien era el realmente? ¿a donde pertenecía? ¿que quería hacer con su vida?

Se apoyo con un suspiro en el respaldo del sofá, y espero con el corazón en un puño la respuesta de Jacob. Quizás en sus palabras hallara las respuestas a sus preguntas. Quien sabe...

Aguardaba la pregunta con una mezcla de curiosidad e impaciencia bien disimulada. Hacía mucho tiempo que no conversaba con nadie tan extraño como el joven Salem. No había conocido a ningún híbrido como él, pues todavía no había sido capaz de identificar qué era, además de vampiro. Realmente era un ser curioso.

Sonrió ante la pregunta, quedándose unos instantes con un aire claramente pensativo. No era tan sencillo responder a ella, pues como Jacob había vivido toda su vida siendo un vampiro, no sabría describirlo muy claramente. Responder... 'bueno, me siento como yo mismo' era algo obvio y estúpido, así que no contestó de esa forma.

-Yo me he sentido siempre así, de manera que no sabría describir sensaciones específicas. Pero supongo que teniendo en cuenta lo que conozco de otros seres, podría plantear diferencias y particularidades.

Se detuvo un momento, pensando si sería una forma correcta de responder, pero abandonando luego esas cuestiones. Buena o no, era la única que se le ocurría.

-Ser vampiro no te obliga a comportarte de una manera malvada o buena. Todos tenemos la capacidad de elegir. Como tú y tu hermano Cam, Salem. Nadie es malo por culpa de su raza, no al menos completamente. ¿Las costumbres de los vampiros?Como bien sabes, bebemos sangre, normalmente de personas, aunque también podemos tomar la de animales. Eso no significa que debamos matar a nuestra 'víctima'. Siempre y cuando no te excedas, ésta puede seguir viva, aunque un poco debilitada.

-Yo me he sentido siempre así, de manera que no sabría describir sensaciones específicas. Pero supongo que teniendo en cuenta lo que conozco de otros seres, podría plantear diferencias y particularidades.

¿Diferencias y particularidades? Eso podría pasar por un nuevo eufemismo para describir el abismo de diferencias entre los vampiros, los humanos, y toda la vasta gama de seres raros, exóticos, y en algunos casos peligrosos, que habían poblado la isla. Salem había tenido trece largos años para comprobarlo. Al principio, cuando solo veía el mundo a través de una ventana y un patio interior, escuchaba sobre otras especies picoteando información sacada de las conversaciones de aquellos que moraban en la vivienda como sirvientes, y de lo poco que conseguía obtener de los libros de la vasta biblioteca. Sus mejores amigos durante aquellos años de incomunicación con el resto del mundo. Después, cuando salió al mundo exterior, pudo comprobar con sus ojos cuan pequeño e insignificante era el comparado con los demás. Había visto casi de todo; hombres-pez, tigres, gatos, seres con rasgos de serpiente, demonios, ángeles....y la lista aumentaba día a día.

-Ser vampiro no te obliga a comportarte de una manera malvada o buena. Todos tenemos la capacidad de elegir. Como tú y tu hermano Cam, Salem. Nadie es malo por culpa de su raza, no al menos completamente. ¿Las costumbres de los vampiros?Como bien sabes, bebemos sangre, normalmente de personas, aunque también podemos tomar la de animales. Eso no significa que debamos matar a nuestra 'víctima'. Siempre y cuando no te excedas, ésta puede seguir viva, aunque un poco debilitada.

Esa ultima parte, la de la forma de alimentarse, despertó en Salem una enorme curiosidad. A parte de ver alimentarse a Cam, de una manera sucia, cruel y aborrecible ( practicaba el canibalismo ) no había podido ver a otro vampiro alimentándose. Había oído historias, y leído datos sobre el tema, pero seguía sin entender del todo la complejidad del hambre de un vampiro. O mejor dicho sed. La experimentaba, pero hasta ese día, la había estado enterrando bajo toneladas de autorepresión y dolor. Lo cierto es que tenía que reconocer que alimentarse de la sangre de Jacob no le había producido la repulsión que siempre había creído que iba a sentir. Ni repulsión, ni asco, ni miedo.....sólo la inmensa satisfacción de un estomago repleto por primera vez en sus dieciocho años de vida. Al menos había comprendido lo que siente un vampiro tras ingerir la sangre, pero ¿sentían todos los mismo? ¿el hambre era la misma para todos? ¿la ansiedad antes de probar la sangre era igual de inaguantable? ¿se sentían igual de saciados?

-¿C-como..como es para usted el alimentarse? - trago saliva un poco indeciso ante la siguiente pregunta que iba a formular - ¿Ha matado alguna vez? - inesperadamente la pregunta le salio con mayor sencillez y seguridad que sus vagos pensamientos y preguntas anteriores.

En seguida se arrepintió de preguntarlo. No, no era un tema agradable. Al menos no para el. Y sin embargo, ahí estaba la imperiosa necesidad de saber, conocer, asimilar y aprender. Y comenzaba a creer que Jacob Jaytez quizás fuera el indicado para ello.

La sensación que experimentaba ante aquellas preguntas y aquella curiosidad del más joven estaba empezando a resultarle extraña. Realmente nadie le había interrogado de esa forma tan inocente acerca de su especie, en buena parte porque Jacob no lo hubiera permitido. Pero ahora estaba plenamente dispuesto a contestarle de la forma más tranquila posible, intentando ayudarle a comprender y a aprender todos aquellos conceptos.

-Veamos... ¿Preguntas por la sed de un vampiro? Cada individuo la experimenta de una manera diferente, pero ser un vampiro y no beber sangre es una tortura en vida, que jamás se acaba, puesto que esta existencia no se extingue salvo que el vampiro lo desee. Y bien es sabido que la mayor parte de los seres se aferran a la vida.

Se quedó silencioso un momento, cambiando de posición en el sofá para estar un poco más cómodo. Sintiéndose seguro, sacó dos de las cuatro pistolas que llevaba consigo y las apoyó en la mesita anexa, puesto que de este modo podía reposar más confortablemente.

-Yo siempre he experimentado esa sed, desde que nací. Mis padres me educaron para satisfacerla, enseñándome a cazar a mis presas y mostrándome como alimentarme sin dañarlas. Si lo que preguntas es por el aspecto meramente práctico, te diré que si no quieres acabar matando a tu víctima, lo mejor es que te controles y no bebas en exceso. Luego debes tener cuidado de lamer las heridas para que cicatricen y el ser no se desangre.

Ante su siguiente pregunta dejó escapar una risa suave. No era ni cruel ni tétrica, como solían ser sus risas, sino sencillamente amable. Recargó sus codos en las rodillas y apoyó la cabeza en una de sus manos, sonriendo, mirando a Salem con gesto relajado y nada amenazador.

-Yo... yo no soy precisamente un ejemplo de bondad y contención. Yo... ah, por desgracia yo represento a ese porcentaje de vampiros con pocos escrúpulos, al menos hasta ahora. En realidad soy... soy un asesino profesional. Con frecuencia los métodos no... no importan y en ese caso... en fin, es un modo de divertirse.

Apartó la mirada, un poco avergonzado por lo que estaba diciendo, pensando en qué diría el chico de él. ¿Qué clase de ejemplo positivo estaba dando? Se reprochó mentalmente aquella excesiva sinceridad, además de aquel último e inoportuno comentario.

-De todos modos, ahora soy algo más pacífico. He matado a muchas personas... he torturado y hecho daño... pero ahora tengo un motivo para no seguir ese camino.

-Veamos... ¿Preguntas por la sed de un vampiro? Cada individuo la experimenta de una manera diferente, pero ser un vampiro y no beber sangre es una tortura en vida, que jamás se acaba, puesto que esta existencia no se extingue salvo que el vampiro lo desee. Y bien es sabido que la mayor parte de los seres se aferran a la vida.

Si, eso era cierto, a menos que desees imperiosamente la muerte. Por ejemplo, si el estuviera a merced de un vampiro, y este quisiese acabar con su vida mientras se estaba alimentando, probablemente Salem lucharía con uñas y dientes por impedirlo. Claro que la diferencia de fuerzas sería abismal, y creo que dejaba muy patente cual de los dos sería el ganador de la contienda. Y en cuanto al hambre, era cierto que cuando esta se despertaba en el, era sencillamente insoportable. El dolor era atroz, y el ansia insaciable. Tendría que preguntarle a Jacob si a el también le dolía, o quizás es que el era especial por su condición de mestizo.

Hubo un momento de silencio, aunque este no fue incomodo, y después Salem alzo la cabeza al oír el ruido de algo metálico golpeando ligeramente la mesa de la sala. Armas. Jacob acababa de colocarlas, dos en total. Salem se sintió ligeramente alarmado al verlas, por momentos olvidaba que Jaytez era un depredador natural y peligroso. Sin embargo no sintió miedo, puesto que si Jacob le hubiera querido matar, Salem sospechaba que ya lo hubiese hecho, y ahora no estarían teniendo aquella conversación un tanto bizarra. Aparto la mirada de las pistolas, y decidió ignorarlas, haciendo ver que no estaban allí.

-Yo siempre he experimentado esa sed, desde que nací. Mis padres me educaron para satisfacerla, enseñándome a cazar a mis presas y mostrándome como alimentarme sin dañarlas. Si lo que preguntas es por el aspecto meramente práctico, te diré que si no quieres acabar matando a tu víctima, lo mejor es que te controles y no bebas en exceso. Luego debes tener cuidado de lamer las heridas para que cicatricen y el ser no se desangre.

Control. Ahí estaba la clave. Control de la situación y de la....de la presa. No podía siquiera pensar en aquella palabra, era imposible para el ver a otros como futuras presas. Como alimento. ¿Era siempre así? Todo tan frío, tan metódico...tan poco cálido y personal. ¿Como vería Jacob a sus presas, como juguetes, como comida, como recipientes de sangre, como.....? Había muchas formas de despersonalizar a un ser y mirarlo simplemente como a una cosa ¿Es así como los veía Jacob? Tenía demasiadas preguntas, demasiadas dudas.....había demasiado de todo, y no estaba seguro de nada. Comprendía ciertos conceptos y parte de las emociones pero.....pero sospechaba que hasta que no llevara a la práctica lo escuchado, no sería capaz de comprenderlo. Se horrorizo ante el simple pensamiento de querer salir a cazar y beber sangre de alguien. No, no, no, no, no; el no podía.

-Yo... yo no soy precisamente un ejemplo de bondad y contención. Yo... ah, por desgracia yo represento a ese porcentaje de vampiros con pocos escrúpulos, al menos hasta ahora. En realidad soy... soy un asesino profesional. Con frecuencia los métodos no... no importan y en ese caso... en fin, es un modo de divertirse.

¿Diversión? ''Lo sabía todo para ellos es diversión, no respetan nada, no siente compasión, no.....'' El hilo de sus rabiosos pensamientos se vio cortado por la ultima frase que le dijo Jacob.

De todos modos, ahora soy algo más pacífico. He matado a muchas personas... he torturado y hecho daño... pero ahora tengo un motivo para no seguir ese camino.

¿Un motivo? Ojala, ojala hubiera existido un motivo para Cam. Si Jacob tenía un motivo para cambiar, si estaba intentando cambiar, si lo estaba logrando, ¿porque no podía ser igual para su hermano? En el fondo Salem siempre había deseado la redención para Camael, no podía evitarlo; a pesar de todo Cam era su hermano, la única familia que le quedaba en el mundo entero, y le costaba admitir a veces, que muy en su interior quedaban aún resquicios del cariño que le había tenido cuando eran muy pequeños. Meneo la cabeza.

-E-estoy intentando comprender todo lo que me dice – empezó hablando con voz neutra, un poco cascada – pero a penas asimilo nada. No conozco vuestro mundo, probablemente de intentar adaptarme a el como mestizo, tan sólo conseguiría odiarme a mi mismo...o algo así – termino abruptamente, rascándose distraído un brazo, pero después continuo – Creo que sino experimento en propia c-carne lo que me ha contado, no lo comprenderé, y-y no creo que eso llegue a pasar jamas.

Se mantuvo callado unos instantes frunciendo ligeramente el ceño.

-Pero quiero comprender...porque....porque no quiero hacerle daño a nadie – suspiro – Por dos años, cuando sentía hambre, me escondía – se azoro – me encogía, intentaba dormir y sobrellevar el dolor de mi estomago, hasta que lograba mitigarla. Pero no se si pueda llegar el día en que no logre controlarme y....y haga daño a alguien. No lo s-soportare si eso pasa.

Volvió a esconder la mitad de la cara entre los brazos, agarrados a sus rodillas, y cerro momentáneamente los ojos.