La chica de la película estaba siendo asediada en sueños, ella gritó, Lee se sobresaltó, y varios asientos detrás alguien gimió, y no precisamente de miedo. Ese era el mayor inconveniente a la hora de venir al cine en horario de madrugada; estaba lleno de noctámbulos convencidos, lobos solitarios en busca de alguna presa fácil, voyeurs, parejas que querían arrumacos, y lo que no eran arrumacos también, y por ultimo, los pobres insomnes como el. Ultimamente tenía muchas dificultades para conciliar el sueño. Si se quedaba en casa, dando vueltas en la cama, iba a volverse loco cualquier día de estos, así que las noches que Morfeo se negaba a venir a arrullarle, salía de casa a hurtadillas, se iba a la zona oeste de los comercios, y la mayoría de las veces acababa en el mismo sitio; el cine. Casí siempre había alguna pelicula interesante que ver. Aquella noche había un pase especial de reposiciones de clásicos del terror de los setenta y los ochenta. Al leer el cartel del anuncio los ojos de Leenalyn se iluminaron de alegría, pagó la entrada por la sesión completa; seis peliculas todas a partir de las diez de la noche, escogió una butaca en la fila cinco, junto al pasillo, y se aisló del resto de la sala. Empezaron poniendo Basketcase, seguido de la Matanza de Texas, Creeters ( a la que no consideraba de terror ni por asomo de duda ) y ahora tocaba Pesadilla en Elm Street. Tenía una bolsa enorme de palomitas sobre las rodillas, los pies colocados sobre el respaldo del asiento de delante, un refresco, y ni una pizca de sueño. Freedy Kruguer era su única compañía aquella velada tan entretenida. Se arrellanó aún más en el asiento, sorbió por la pajita totalmente absorto en la pelicula, sin reparar en que dos asientos a su derecha acababa de sentarse alguien.