-Si, un beso de amigos – murmuró un poco más tranquilo – claro... podemos hacerlo cuantas veces quieras – le dijo sin malicia ninguna.
– Ahora vamos a comer, antes de que mi estomago empiece a comerse a si mismo – rió divertido y un poco avergonzado mientras las tripas volvían a sonarle reclamando alimento – me enseñaras un buen lugar para desayunar ¿no? Seguro que conoces uno – sonrió cogiendo de la mano a Raziel.