Después de la visita de Yamato a su casa, había empezado a pensar que, si quería cuidar bien de su pequeño, necesitaba conocer lo más posible acerca de aquel individuo que amenazaba su tranquilidad. Por lo de ahora, había averiguado algo acerca de su vinculación con el prostíbulo de la isla.
Y en efecto allí estaba. Había pedido permiso a uno de los encargados para meterse en una de las habitaciones, a esperar... ¿a quién esperaba? No tenía ni idea. Pero suponía que sería bastante probable que apareciese algún trabajador del burdel, o alguien que pudiese utilizar para continuar con sus pesquisas. Y claro, para qué negarlo, visitar el prostíbulo le gustaba, aunque hacía ya demasiado tiempo que no acudía.
Con un suspiro, se dejó caer en una butaca y respiró profundamente. Encendió un cigarrillo y empezó a dar profundas caladas, mirando hacia la puerta, esperando que quien entrase no sufriese un sobresalto.